19. La Asunción de María en cuerpo y alma a los cielos

Gracias de la Inmaculada Concepción y de la Asunción de María, descended a mi alma y hacedla verdaderamente devota de María.

Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, Madre de tu Hijo; concédenos que, aspirando siempre a las realidades divinas, lleguemos a participar con Ella de su misma gloria en el cielo.

1. Bendita seas Tú, hija del Dios Altísimo, entre todas las mujeres de la tierra. (Jdt. 13, 18).
2. La confianza que has demostrado no se borrará del corazón de los hombres. (Jdt. 13, 19).
3. Que Dios te conceda para exaltación perpetua el ser favorecida con todos los bienes, porque no vacilaste en exponer tu vida a causa de la humillación de nuestra raza. (Jdt. 13, 20).
4. Tú eres la exaltación de Jerusalén, Tú el gran orgullo de Israel, Tú la suprema gloria de nuestra raza. (Jdt. 15, 9).
5. Escucha, hija, mira y pon atento oído: el Rey está prendado de tu belleza. (Sal. 35; 11, 12).
6. Entonces se abrió el templo de Dios que está en el cielo, y hubo relámpagos, y estrépito, y truenos. (Ap. 11, 19).
7. Apareció una grandiosa señal en el cielo: una Mujer vestida del sol. (Ap. 12, 1).
8. Con la luna bajo sus pies, y con una corona de doce estrellas en la cabeza. (Ap. 12, 1).
9. Toda espléndida, la Hija del Rey, va adentro con vestido en oro recamado. (Sal. 45, 14).
10. Cantad al Señor un canto nuevo, porque ha hecho maravillas. (Sal. 98, 1).

Los años de pacífica espera se terminaron. El Señor vino a llamar a su madre. Ella murió, pues “está establecido para los hombres que mueran” (Heb 9, 27); pero entonces -dice la Iglesia- Él resucitó su cuerpo puro e inmaculado. La fuerza de la resurrección de Jesús se cumplió en Ella, y Él la asumió en la eternidad. Un misterio de gozo infinito. Cuando la Iglesia habla de él, cuando los poetas espirituales lo cantan y los pintores lo representan, es como si surgiera a la luz algo que, de ordinario, sigue todavía encerrado en la existencia terrena. No en vano se celebra la fiesta de la Asunción de María en plena madurez del verano.
Este misterio se nos dio para que adivinemos algo de lo que significa el gozo del cristiano, el ser acogido en el triunfo de Dios, el infinito brotar de la Creación. Y se nos dio para que una luz divina clarifique nuestra propia muerte. Cuando el Señor murió y resucitó, transformó nuestro morir. La muerte era el fruto del pecado; sobre eso, ninguna palabra, por fuerte que haya sido, ha podido prestarnos ayuda. Pero, al morir Jesús, la muerte ha perdido su “aguijón”, y se convirtió en algo distinto. Ahora, ya no la interpretamos sólo desde nosotros, como un terminar en la oscuridad, sino también desde Cristo. Morir significa ahora que Cristo viene y llama. La vida se quiebra, pero, justamente por eso, se abre la puerta y, al otro lado, está Él.

Guardini, Romano, Orar con... El Rosario de Nuestra Señora, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2008, p. 138.

A esta gloria, que con la Ascensión pone a Cristo a la derecha del Padre, sería elevada Ella misma con la Asunción, anticipando así, por especialísimo privilegio, el destino reservado a todos los justos con la resurrección de la carne. (RVM, 23)
María, por su mediación subordinada a la del Redentor, contribuye de manera especial a la unión de la Iglesia peregrina en la tierra con la realidad escatológica y celestial de la comunión de los santos, habiendo sido ya « asunta a los cielos ».107 La verdad de la Asunción, definida por Pío XII, ha sido reafirmada por el Concilio Vaticano II, que expresa así la fe de la Iglesia: « Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el decurso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y fue ensalzada por el Señor como Reina universal con el fin de que se asemeje de forma más plena a su Hijo, Señor de señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte ». (Lumen gentium, 59)… Con el misterio de la Asunción a los cielos, se han realizado definitivamente en María todos los efectos de la única mediación de Cristo Redentor del mundo y Señor resucitado: « Todos vivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicias; luego, los de Cristo en su Venida » (1 Co 15, 22-23). En el misterio de la Asunción se expresa la fe de la Iglesia, según la cual María « está también íntimamente unida » a Cristo porque, aunque como madre-virgen estaba singularmente unida a él en su primera venida, por su cooperación constante con él lo estará también a la espera de la segunda; « redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo »,109 ella tiene también aquella función, propia de la madre, de mediadora de clemencia en la venida definitiva, cuando todos los de Cristo revivirán. (RM, 41)

Martínez Puche, José A., El Rosario de Juan Pablo II, Edibesa, Madrid, 2003, p. 42.

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