2) Niñez 2-3 años - Autonomía vs. duda y vergüenza - Figuras materna y paterna - Voluntad

 
Cualquiera que esté cerca de un niño de dos años sabe que las palabras favoritas de la criatura son: "no", "mio", "mi", "yo". Al final de la lista esta "sí". La etapa del "no" se presenta aproximadamente de los 18 meses a los tres años. Erikson, con toda propiedad, Ie llama a esta etapa de autonomía vs. vergüenza y duda. La autonomía se desarrolla a medida que el niño trata de hacer su propia voluntad y obtener a toda costa lo que quiere, y la vergüenza, a medida que el niño elige su propia voluntad y experimenta la decepción de su madre y de otras personas por no vivir de acuerdo con las expectativas de estas. Al elegir su propia voluntad, el niño no está tratando de desconectarse de mamá, sino más bien está buscando un sentido separado del yo para poder relacionarse con ella de maneras completamente nuevas. (Véase capítulo 5, pags. 155-158 y pie de página num. 24.) p. 75.

Las mujeres valoran la conectividad; los hombres, la autonomía, p. 155.

24 Joan Wolski Conn sugiere que necesitamos " ... un correctivo en todos los esquemas de desarrollo actuales que son parciales hacia la autonomía. Estos últimos consistentemente definen el crecimiento en términos de una diferenciación y de una autonomía cada vez mayor y pierden de vista el hecho de que la adaptación también implica integración y apego. Tal y como lo están señalando ahora mujeres y hombres con sensibilidad, el resultado de este prejuicio ha sido que la diferenciación (el énfasis excesivo estereotipicamente masculino en esta ambivalencia humana) se ve favorecido con el lenguaje del crecimiento y desarrollo, mientras que al apego (que es el énfasis excesivo estereotipicamente femenino) se Ie refiere en términos de dependencia e inmadurez ... si las mujeres son más vulnerables a la fusión ... tambíen es posible que tengan mayor capacidad para la intimidad ... Y si para los hombres es más fácil alcanzar la autonomía psicológica -que no se debe confundir con la madurez humana-, también es posible que les resulte más difícil desarrollarse hacia una mutualidad más madura y una interdependencia relacional..." Joan Wolski Conn, "Spirituality and Personal Maturity", en Robert J. Wicks, et al. (eds.), Clinical Handbook of Pastoral Counseling (Nueva York: Paulist Press, 1985), pp. 37-57. Vease tambien Robert Kegan, The Evolving Self (Cambridge, MA: Harvard University Press, 1982). p. 158.

2 Contrariamente a la impresión dada por Erikson y otros de una ereciente separación de la madre (y de los demás) durante la transición de la infancia a la etapa de autonomía, Daniel Stern escribe: "EI período de vida que va aproximadamente de los nueve a los 18 meses no se dedica principalmente a las tareas de desarrollo que son la independencia o autonomía o individuación; esto es, de alejarse y liberarse de la persona que es la principal prodigadora de cuidados. Se dedica igualmente a la busqueda y creación de una unión intersubjetiva con otro, lo que se hace posible a esta edad. Este proceso implica aprender que la vida subjetiva de uno -el contenido de la mente de uno y las cualidades de los sentimientos de uno- se puede compartir con otro. De modo que aunque la separación puede avanzar en algunos dominios de la autoexperiencia, al mismo tiempo están procediendo nuevas formas de ser en otros dominios de la autoexperiencia". En Daniel N. Stern, The Interpersonal World of the Infant (Nueva York: Basic Books, 1985), p. 10. p. 75.

A él le preocupaba más ella que lucir bien delante de las visitas por tener una hija "perfecta". En vez de explotar su vergüenza regañándola por haber hecho un estropicio, el amoroso cuidado de Steve Ie decía a Alicia: "Tú sigues siendo mi hija linda y yo te amo, a pesar de lo que sea". p. 77.

Pero no nada más se necesita que se afirmen las alternativas correctas, sino que comprende toda la parte interna de esa palabra: firme. Se necesita firmeza cuando se escoge algo equivocado. Cuando el niño está prendiendo todas las hornillas de la estufa y poniendo luego su mano sobre elIas nada más para ver qué pasa, se necesita firmeza para decir "no", aunque esa criatura va a volver a probar una y otra vez. Tiene que probar su voluntad contra la tuya. Se necesita esa firmeza para que el niño aprenda que hay algunas cosas que simplemente no puede elegir hacer. De otra manera, cuando crezca, el niño se convertirá en dictador. Será un pequeño Hitler y la familia entera tendrá que responder a cada uno de sus dictados. Se convierte en el adulto que siempre tiene que salirse con la suya. p. 78.

De acuerdo con el doctor Seligman, no es la severidad de la situación, sino si la gente se siente impotente y fuera de control. Si no perciben que tienen una voluntad, una responsabilidad, entonces cualquier cosa puede venir y desbaratarlos. Por eso esta etapa es tan importante. En ella se construye esa capacidad interna de recuperación. Como tengo un yo, puedo rebotar y caer sobre mis propios pies. Nada me va a desbaratar. Con mi voluntad puedo decirle no a cualquier situación que me esté paralizando y empezar a crecer tomando las alternativas que puedo tomar en vez de depender pasivamente de que cambie la situación. p. 80.

Pero, ya sea abogado u operador telefónico, la crisis de autonomía, como cada una de las etapas de Erikson, no está totalmente resuelta en el infante, sino que continúa de por vida. Por ejemplo, en una familia disfuncional, tal como es un hogar alcohólico, el niño no experimenta autonomía sino confusión y vergüenza en el caos. Incluso en la edad adulta, los hijos de este tipo de familias pueden asumir cualesquiera de cuatro actitudes para sobrevivir. A menudo, el "héroe" o dispensador de cuidados, generalmente el hijo mayor, se convierte en un padre sustituto que supervisa a los otros hijos y lleva la casa. Con frecuencia, este "héroe" es muy destacado en el estudio o el deporte. En contraste, el "chivo expiatorio", o
niño problema, se porta mal para quitar la atención al alcoholismo o para expresar la tensión familiar. La "mascota" trata de minimizar los problemas bromeanao, haciendo payasadas y fingiendo que nada Ie preocupa. Finalmente, el "niño perdido" se desvanece en el trasfondo en un intento de aislarse de la barahunda. p. 81.

Si un padre ha resuelto sanamente su propia crisis de autonomía, puede ayudarle a sus hijos a resolver la suya, como hace el padre del hijo pródigo (Lucas 15: 11-32); tanto el hijo mayor como el menor están luchando por su autonomía al pedir su herencia antes de la muerte de su padre. "De hecho, en toda la literatura del Medio Oriente (aparte de la historia del hijo pródigo), desde los tiempos antiguos hasta el presente, no hay ningun caso de hijo, mayor o menor, que Ie pida su herencia a un padre que aún goza de buena salud." Al hacerlo, los hijos están cometiendo el peor crimen impensable, porque están tratando a su padre como si estuviera muerto. Pero en la parábola del hijo pródigo, el padre confía en ambos hijos y los trata en forma opuesta. No confronta al hijo pródigo, sino que Ie da la libertad de ir y cometer errores con la herencia. Y sin embargo, en una atmósfera de confianza donde "todo lo que tengo es tuyo", el padre confronta los errores de su hijo mayor. El amor tenaz con que confronta a un hijo puede destruir a otro hijo que necesita que se Ie afirme su libertad. Sólo un corazón amoroso, confiado, sabe si el amor permisivo o el amor tenaz es lo mejor para cada persona. Las luchas con la autonomía se resuelven solas en el grado en que el amor es profundo y se Ie reconozca como amor más que como un concurso de voluntades. p. 82.

Aquellos que luchan con autonomía, no nada más batallan para relacionarse con la gente, sino también con Dios. Podemos hacer un uso extremo de nuestra voluntad y convertirnos en un dictador con Dios o usar muy poco nuestra voluntad y volvernos una sonriente Mona Lisa sin deseos. Muchos de los que rezan pidiendo curación Ie dictan a Dios con una plegaria que Ie tuerce el brazo. Casi es como si sintieran que ellos tienen que hacer cambiar la voluntad de Dios.
"Dios mio, Tú prometiste curar a esta persona. Esta persona tiene una gran necesidad (sigue una larga historia con sollozos). Te cito Tus promesas. Tienes que cumplir Tus promesas." Eso es un dictado, eso no es respetar la voluntad de Dios, es no respetar cuánto ama Dios y cuánto quiere curar a esa persona. No tengo por qué tener fe en la fe de mi voluntad. Debo tener fe en la voluntad de Dios, en el amor de Dios que es más grande que el mío. p. 83.

Pero cuando oro con mis deseos más profundos, descubro, como Jesús en la agonía en el huerto, que mis deseos más profundos son los deseos de Dios. "Padre, si es posible, aparta de mí todo esto, a primera vista no puedo pasar por esto, sin embargo, no se haga mí voluntad sino la tuya. Cuando llego al centro de mí corazón, sé que los deseos que descubriré son los mismos que Tú habías tenido siempre para mí." En esta etapa, la plegaria de petición, como la que Jesús oró en la agonía del huerto, cura a tal grado que, al igual que Jesús, nos quitamos nuestros deseos superficiales y oramos con nuestros deseos más profundos. Discernir nuestros deseos con los ejercicios espirituales de san Ignacio y con un director espiritual pueden clarificar más nuestros profundos deseos de hacer la voluntad de Dios. p. 84.

La petición y la renovación de nuestros más profundos compromisos curan la voluntad herida si esto se construye sobre la confianza en el amor de Dios (primera etapa de Erikson). Si no, el enfoque de la plegaria debe ser sobre los recuerdos positivos del amor de Dios, especialmente durante la etapa de autonomía, hasta que queramos amar a Dios porque El nos ha amado primero a nosotros. La señal de una voluntad que ha sido curada es ir del debo amar a Dios al quiero amarlo porque Dios me ama tanto. La renovación del compromiso de la voluntad (esto es de votos, promesas bautismales, llamados en el altar) es importante, pero el mejor momento para renovar el compromiso de la voluntad es después de que conocemos la confianza de la primera etapa en un Dios de amor y espontáneamente nos queremos dar a un amante así. Por tanto, lo que a veces llamamos "fuerza de voluntad" podría llamarse mejor "fuerza del amor", ya que el poder para actuar amorosamente por lo general ocurre en el grado en que nos hayamos permitido a nosotros mismos asimilar amor. p. 84.

Lo que aprecio ahora al mirar atrás esos episodios es que mi padre no sólo decía: "No, te vas a comer los chicharos", sino también: "Sí, yo te voy a ayudar". Ese regalo tanto del "sí" como del "no" me ha ayudado a decir firmemente tantos "síes" como "noes". Por ejemplo, nosotros tres pasamos viajando 40 semanas cada año. Si
permanecemos en un país durante un mes, Ie decimos a la gente que trabajaremos solamente la mitad de ese tiempo, solo 15 días. De modo que Ie decimos "sí" a la mitad del tiempo y "no" a la otra mitad. La otra mitad nos la tomamos para nosotros, para leer, escribir y descansar. A pesar de tantos viajes durante los últimos 13 años, no me he perdido un sólo día completo por enfermedad. El regalo de mi padre al decir "sí" y "no" me ha ayudado a vivir a un ritmo saludable. p. 86.

Aunque no estés recordando de hecho sucesos reales, los sentimientos y actitudes que experimentes al imaginar éstas escenas son reales y expresan la forma como tu corazón recuerda lo que puede haber olvidado tu mente consciente. Otra manera de ponerte en contacto con el hecho de si tu corazón puede necesitar
curación es preguntarte cómo reaccionas ahora frente a una
criatura de dos años que aviente la comida, tire la leche,
etcetera. Lo que Ie dirías o que harías? Si reaccionas con un
"ten más cuidado!" o "qué vergüenza!", pregúntate a ti mismo quién te pudo haber gritado a ti algo parecido. Cuál es tu recuerdo más remoto de haber sido corregido o castigado? De quién de tu familia te sentías más distante, un hermano con quien rivalizabas, un padre alcohólico o ausente? Cuál fue la primera vez que recuerdas haberte sentido infeliz? No tenemos que descubrir las heridas más profundas, sino simplemente dejar que el amor de Jesús toque el dolor de cualquier escena dolorosa real o imaginaria. p. 88.

Dos años después, Michael, a los cinco años, se negaba a ir a la escuela. Como iba bien en la escuela y tenía muchos amigos, la madre de Michael supo que debería estar molestándole algo más. A ella se Ie guió para que volviera a poner a Michael en la escena de la muerte de su hermano.
-Michael, (puedes ver tu recámara y a Jesús en el rincón?
-Sí.
-Deja que Jesús te lleve a un lado de la cuna y te muestre a Tom
esa mañana en que lo encontraste muerto. Qué está diciendo y
qué está haciendo Jesús?
- Jesús tiene su mano sobre mi hombro y está triste. Dice que Tom no murió por nada que yo haya hecho, sino porque él no estaba bien hecho.
- Tienes miedo de que yo pudiera morir también o lastimarme si tu vas a la escuela?
- Sí.
- Qué dice Jesus?
- Dice que El nunca me dejará.
Desde ese día, Michael fue a la escuela sin miedo. Ya no estaba atorado en la etapa de autonomía, sino que ahora era libre de decir "no" al miedo de que su madre lo abandonara y "sí" al hecho de ir a la escuela.
La madre de Michael fue capaz de rezar con él cuando era niño, para que no cargara su herida hasta la edad adulta. Pero a menudo no hay nadie que rece con nosotros en el momento en que algo nos hiere, y esas heridas moldean nuestro desarrollo posterior. Afortunadamente, nunca es demasiado tarde para rezar por nuestra curación o por la de otro. p. 89.

Cuando yo (Sheila) recuerdo la etapa de autonomía y pienso en la persona que me dijo "no", una de las personas en quien pienso es en mi madre. Cuando mi madre decía "no", añadía: "Te voy a romper la voluntad". Mi madre me trasmitió que mi voluntad era mala y que yo no tenia derecho a decir "si" o "no". Mi madre hizo esto porque padecia una seria enfermedad que la afectó tanto emocional como físicamente. Uno de los síntomas de su enfermedad era que carecía de la cualidad de empatía que nos permite ponernos en los zapatos de otra persona y ver sus necesidades distintas a las nuestras. Como mi madre no podía ver la diferencia entre otra persona y ella misma, no sentía culpa ni remordimiento cuando lastimaba a los demás ni cuando transgredía las necesidades o violaba la voluntad de otras personas.
Tuve una madre enferma mental pero tambien abuelos sanos y amorosos con quienes pase gran parte de mi niñez. Por eso, parte de mi experiencia en esta etapa fue sana. Pero aun así aquellas palabras de mi madre y la actitud detras de elIas de "te voy a romper la voluntad" me afectaron profundamente. Crecí con dificultades para ser asertiva. Me obligaba a mí misma a ser asertiva si estaba en juego algo en lo que realmente creía, pero no sin un miedo y un sentimiento de culpa considerables, especialmente si me estaba oponiendo a otra persona. Por lo general parecía ser muy tímida, pero en otros momentos me esforzaba tanto por ser asertiva que
parecía demasiado insistente, al tiempo que me sentía atemorizada por dentro. Superé algo de esta lucha para ser asertiva cuando fui creciendo, a través de sentirme amada por Dios y por otros y de aprender a confiar en mis deseos como básicamente buenos. Pero seguía batallando con frecuencia para expresar asertividad de maneras sanas.
El punto decisivo más grande en esa lucha ocurrió hace unos
cuantos años cuando fui a visitar a mis padres durante una crisis familiar. La enfermedad de mi madre a menudo la hacía tratar a mi padre en forma abusiva. Pero cuando llegué a visitarlos, me di cuenta de que lo que había sido una situación infeliz para mi padre se había convertido en una amenaza para su vida. El había desarrollado colitis ulcerosa, una enfermedad relacionada con el estrés que puede resultar cuando uno se guarda las cosas. Había bajado de un peso de 81 kilogramos a 52, tenía síntomas de desnutrición y estaba tan débil que no podía caminar más de 10 pasos sin desplomarse. Era incapaz de cuidarse. Mi madre no sólo era incapaz de cuidarlo, sino que Ie estaba impidiendo que obtuviera de un médico los cuidados que necesitaba.
Aunque me di cuenta de lo serio de la situación, dudé de si se podría hacer algo para ayudar a mis padres. Nadie antes había sido capaz de intervenir en su situación y yo no pensaba que yo pudiera tener mayor éxito. Pero sabía que al menos tenía que tratar. Le pedí a Jesús que me diera lo que yo necesitara: valor, más amor, etcétera. Luego, fui con mi madre y traté de decirle que mi padre estaba seriamente enfermo. (Después, descubrí que habría muerto en unos cuantos meses si no se Ie hubiera dado tratamiento médico.) Mi
madre empezó a gritar: "No, no", y yo empecé a sentirme tan asustada y llena de culpa como me había sentido en la niñez cuando pedía algo. Como persona adulta, veía que lo
que estaba pidiendo era algo razonable, pero una parte de mí seguía atemorizada. Seguí tratando de explicarle la situación a mi madre, pero no llegaba a ningún lado y cada vez me sentía más asustada. Luego, de pronto ocurrió algo que nunca antes había experimentado: sentí que me atravesaba una ola de puro sentimiento. Al principio no supe qué era y tuve que detenerme a identificar lo que sentía, me di cuenta
de que lo que estaba sintiendo era odio, odio puro.
No supe qué hacer y trate de orar y de escuchar a Jesús. Pensé que El quiza querría perdonarme por mi sentimiento de odio, o pedirme que perdonara a mi madre. Pero al escuchar a Jesús oí algo que me sorprendió, algo muy diferente a lo que esperaba escuchar. Oí decir a Jesús: "Tu odio del mal es mi odio del mal. Cuando Ie dices 'no' al mal es mi no al mal".
Me di cuenta de que Jesús estaba sintiendo odio puro junto
conmigo. No era odio hacia mi madre. Era odio a la enfermedad que había dañado su vida y estaba haciéndole daño a nuestra familia. Desde ese momento, yo fui distinta. Fui capaz de proseguir y hacer lo que fuera necesario para dar atención médica a mi padre, a pesar de las objeciones de mi madre. Llevé a mi padre al hospital y lo operaron. Se recuperó y ahora está más sano que nunca antes en su vida.
Pienso que en esta experiencia, Jesús contestó mis plegarias de ayuda dándome esta voluntad sana y esta sensación de autonomía. Me ayudó a usar ese sentido de autonomía como se debe usar: para resistirnos a lo que es perjudicial para nosotros o para otro y para obtener lo que es bueno, lo que Dios quiere que tengamos. Podemos saber qué quiere Dios que tengamos escuchando nuestros propios deseos más profundos. Jesús me ayudó a confiar en mis más hondos deseos y a aprender a decir "sí" y "no" en la forma como El diría "sí" y "no". Ese regalo de la autonomía se me ha quedado y en mi vida actual encuentro que soy mucho más capaz de ser asertiva cuando es necesario y de decir "sí" o "no" sin miedo ni culpa cuando junto con Jesús me resisto a lo que es malo para mí o para otro y a buscar lo que es bueno. p. 89.

Plegaria de la agonia en el huerto

Pon la mano con el puño cerrado. Siente la tensión en él y pídele a Jesús que te muestre un área de tu vida donde sientas tensión o quieras cambiar. Siente dentro de ti cómo Jesús comparte tu tensión, especialmente si esta te impide dar o recibir amor.
1. Unete a Jesús en el huerto de Getsemaní, mientras El siente la
tensión de las situaciones que bloquean el dar y recibir amor.
Repite con Jesús las palabras: "Padre, si es posible, aparta esto de mi". Repite esas palabras muchas veces hasta que puedas decirlas con la misma intensidad que Jesús. A medida que las repitas, respira hondo e inhala de Jesús el poder para cambiar lo que puedes cambiar.
3. Luego repite con Jesus las palabras: "No se haga mi voluntad, sino la tuya". Mientras vayas repitiendo varias ve


Cómo sanar las ocho etapas de la vida, Matthew Linn sj, Sheila Fabricant, Dennis Linn, Ed. Patria, Mexico, 2004, p. 73.

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