4) Edad escolar 6-12 años - Industria (laboriosidad) vs. inferioridad - Competencia - Vecinos, escuela

 Erikson cree que durante la etapa de la industria (la edad escolar, de los seis a los 12 años), los niños se enfocan principalmente a sentirse competentes al aprender y hacer bien las cosas, o a sentirse inferiores si fracasan. En esta, como en todas las etapas, nosotros creemos que la verdadera tarea es descubrir una nueva manera de dar y recibir amor de los demás. Así, la escuela no es sólo un lugar para adquirir competencia a traves de los conocimientos y destrezas, sino más bien la oportunidad de experimentar la intimidad del aprendizaje compartido con los compañeros y los maestros. p. 119.

Los pensadores valoran la búsqueda lógica de la verdad, mientras que los que sienten Ie dan más valor a las relaciones interpersonales. p. 122.

Además de estar divididos en pensadores y sentidores, también estamos divididos en intuitivos y sensitivos. La gente intuitiva sueña, vive en el futuro y ha considerado todas las preguntas posibles antes, incluso, de que la maestra haga alguna. Está lista y puede responder rapidamente. En contraste, la gente sensitiva vive en el presente y absorbe todos los datos. Al sensitivo no Ie preocupa la pregunta que la maestra va a escribir sobre el pizarrón, sino que nadie ha borrado bien el pizarrón y el gis ya está muy corto. p. 122.

Las heridas en esta etapa, especialmente aquellas que nos
llevan a ganarnos el amor trabajando más arduamente, pueden
resultar en una personalidad tipo A, a la que hemos hecho referencia en el capítulo dos. La persona tipo A no sólo es propensa a los infartos, sino que es un trabajador compulsivo, competitivo, que se esfuerza por hacer lo más posible en la menor cantidad de tiempo. Así, la gente tipo A se pasa las luces preventivas, come aprisa, hace dos cosas a la vez (como por ejemplo, leer el periódico y mirar la televisión), oprime varias veces los botones del elevador, termina las frases de los demás, no puede delegar bien el trabajo y compite contra sí misma si no está compitiendo contra otro. Siempre piensan que están en la fila más lenta y se cambian a otra que avance más aprisa. (Yo siempre me formo en la fila más lenta, de modo
que mando a Dennis y a Sheila a formarse en otras filas en vez
de desear estar en ellas. Como a ellos por lo general siempre los atienden primero, luego me les uno en esa fila.) Como es un perfeccionista que recibe muchas recompensas por hacer bien
las cosas, la persona tipo A piensa que tiene que seguir haciéndolo todo bien para ganarse el amor de los demás. p. 123.

Mientras que la gente tipo A con frecuencia alcanza el éxito (por ejemplo, en la escuela y el trabajo) y aprende a ganarse el amor de los demás trabajando duro, otras personas menos exitosas aprenden a no esforzarse en absoluto. A ellos podríamos lIamarles "tipo z". La persona tipo Z aprende (por lo general en la escuela) que fracasará en cualquier cosa que emprenda, de modo que tiende a decir: "Que lo intenten ellos. Yo no quiero probar a hacer nada nuevo porque probablemente fracasaré". p. 124.

Pero el amor de Dios no se abre y se cierra como el grifo del agua. Dios es un Padre cuyo sol se eleva sobre el justo y el injusto (Mateo 5:45), y una Madre que nos ama aunque seamos competentes o incompetentes, aunque hayamos trabajado un día entero o tan solo una hora (Mateo, 20:17). El amor de Dios no fluctúa, sino más bien fluctuamos nosotros en nuestra capacidad para recibir el amor de Dios. La misa del domingo y las buenas obras no son para convencer a Dios de que nos ame. Más bien, ella nos abre para recibir el amor siempre presente, infinito de Dios y nos capacita para compartirlo. p. 124.

El don de la oración que se desarrolla en la cuarta etapa de Erikson es la oración de contemplación en acción. El contemplativo en acción no encuentra a Dios en la oración formal y luego Ie dice "adios" para dedicarse al trabajo. Más bien, como dijo Dag Hammarskjold: "En nuestro día, el camino a la santidad necesariamente pasa a través del mundo de la acción". Así, el contemplativo en acción trabaja con Dios para dar y recibir amor mientras trabaja (Romanos 8:28). De esta manera vive la meta de la Madre Teresa: "Lava un plato no nada más para limpiarlo, sino porque amas a la persona que comerá en el". El verdadero contemplativo se hace consciente no nada más de estar dando amor al lavar un plato, sino de estar recibiendo amor: el plato y la comida se convierten en regalos inmerecidos de un Dios amoroso que moriría por el lavaplatos. El Señor no lo amará más ni menos, aunque rompa el plato o queme el asado. Al contemplativo en acción Ie encanta trabajar porque el trabajo es un momento para ser amado aunque en el tenga éxito o fracase. p. 125.

Jesús, enseñando en el templo, a los 12 años ilustra no sólo la contemplación en acción y la tarea de la competencia en esta etapa, sino cómo esa acción se construye sobre las etapas previas. La confianza básica de Jesús en su Dios (etapa 1) lo
llevó a una separación autónoma de hacer sólo la voluntad de sus padres (etapa 2), a explorar gozosamente nuevos sueños, tales como enseñar en el templo (etapa 3) y a descubrir la competencia cuando industriosamente (laboriosamente) se hizo cargo de su nuevo trabajo (etapa 4). El contemplativo en acción descubre también que su trabajo profundiza el crecimiento de las etapas previas. Para ver si estoy trabajando en forma compulsiva o contemplativa, puedo preguntarme: estoy creciendo en confianza (etapa 1), anhelo encontrar mis deseos más profundos y, por tanto, la voluntad de Dios (etapa 2), tengo celo por tomar nuevas iniciativas aún después del fracaso (etapa 3)? Disfruto lo que estoy haciendo (etapa 4) o únicamente estoy ansioso por terminarlo? p. 126.

Tal vez la tarea más importante en esta etapa de la edad escolar no sea aprender a hacer bien las cosas, sino aprender a hacer bien las cosas con los demás. En la escuela tenía tanto miedo al ridículo y a la vergüenza, que apenas podía prestar atención a cualquier otra cosa. La maestra me hacía una pregunta y lo único en que yo podía pensar era en que me sentia extraña y sola. p. 127.

Mi otro recuerdo doloroso de la etapa escolar es que algunas partes de mí no se podían relacionar con la escuela ni siquiera a la distancia. La escuela enfatizaba ciertas destrezas, especialmente las capacidades verbal y matemática (cosas que yo hacía bien). Pero a otras habilidades que yo tenía, tales como una profunda sensibilidad espiritual, no se les valoraba. Esta sensibilidad hacia Dios y hacia la bondad de todas las cosas creadas se convirtió en un secreto en mi interior, algo que no estaba segura que nadie en la escuela podría comprender. Mientras estuve en la escuela no me sentí amada, ya fuera porque yo me aislaba demasiado y no podía tomar la afirmación que había ahí o porque no se afirmaron ciertos dones. Asi, no estaba realmente libre para aprender. p. 128.

Me sentía parte de una profunda tradición espiritual donde había un hogar para todas las preguntas secretas e intuiciones de mi propio corazón. Esta tradición era como una presencia misteriosa que parecía llenar hasta los rincones de la casa de mis abuelos, de modo que yo lo respiraba por el sólo hecho de estar ahí. Aunque no conocí a Jesús conscientemente hasta que fui adulta, creo que mi capacidad para relacionarme con El en la plegaria contemplativa se empezó a desarrollar cuando respiraba esa misteriosa presencia que vivía en los rincones de la casa de mis abuelos. p. 128.

Cuando un psiquiatra Ie preguntó cómo podria explicar el notable don de Leslie Lemke para la musica, May dijo: "Yo siempre lo traté como a una persona normal... como a una persona que tenía potencial". p. 131.

Oración por escrito, p. 135.

Cómo sanar las ocho etapas de la vida, Matthew Linn sj, Sheila Fabricant, Dennis Linn, Ed. Patria, Mexico, 2004, p. 119.

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