Dios *** es más real que “el mundo”
Digámoslo con absoluta claridad: la vida de la fe exige una reestructuración de la conciencia que se tiene de la realidad. Para nuestra sensibilidad cautiva de las cosas del mundo -y habría que añadir más: para nuestra sensibilidad que nos transmite incluso una imagen confusa de ese mismo mundo- el cuerpo es más real que el alma; la electricidad es más real que el pensamiento; el poder es más real que el amor; la utilidad más real que la verdad. Sí, “el mundo” es para ella, en suma, más real que Dios.
¡Cuán difícil es, aun en la oración, percibir a Dios como real! ¡Cuán difícil, y qué don tan pocas veces otorgado, considerar en la meditación a Cristo como una persona real; más real y poderosa que las cosas de la existencia! Y luego levantarse, ir hacia los hombres y mezclarse con ellos, atender los negocios del día, sentir las fuerzas del entorno y de la vida social, y seguir afirmando, a pesar de todo, que Dios es más real, que Cristo es más fuerte que todo eso; afirmarlo con una conciencia pura y libre de presiones… ¿Quién será capaz de hacerlo?
Vivir en la fe, trabajar en la fe, ejercitarse en la fe, sí, éste es el punto: la ejercitación diaria y llevada a cabo con seriedad debe transformar nuestro modo de percibir la realidad. Transformarlo de tal manera que podamos percibir como real lo que es real.
Guardini, Romano, El Señor. Meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo, Lumen, Buenos Aires, 2000, p. 258.