El ser del hombre

El ser del hombre está transido de orgullo, altanería y vanidad. A veces, abiertamente; casi siempre, en lo oculto. Sus raíces no puede descubrirlas ni la mirada del hombre ni su voluntad. El Señor delata ese afán de poderío del hombre abriéndole posibilidades contra Él mismo. El orgullo con el que nos ensalzamos y la vanidad en la que nos recreamos se transforman para Él en la figura de la humillación. La medida del mal que late bajo esta figura es tan grande como el sufrimiento del Señor.
También éste es un momento decisivo en el proceso de crecimiento de los cristianos: cuando descubren el fraude que se esconde en cuanto llamamos grandeza, poder, logros, belleza, apariencias. Todo esto no es malo en sí mismo, pero el mal está dentro. Ese mal debe reconocerlo el cristiano, mantener los ojos abiertos, reconocerse a sí mismo en lo que sucede. Y, luego, luchar por ser humilde. Pero la humildad no es más que la verdad de que Dios es Dios, sólo Él, y el hombre es hombre, realmente hombre.

Guardini, Romano, Orar con... El Rosario de Nuestra Señora, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2008, p. 122.

Entradas más populares de este blog

B-El sendero (Biblia) de la vida recta

12. La flagelación de Cristo

Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora