La vida de Jesús, Dios hecho hombre
Pero su vida consistía en que ese ser divino suyo se consumase en el plano humano: realzar en su conciencia humana la realidad divina y su sentido; infundirle a su voluntad la fuerza divina; practicar perfectamente la santa pureza con plena convicción; prodigar de corazón el amor eterno; asumir en su figura humana la infinita plenitud de Dios. En suma, toda su vida fue un continuo caer en lo profundo de su persona, un expandirse en su interioridad, un elevarse hacia cumbres cada vez más altas, una toma de posesión cada vez más perfecta y total de sí mismo, un hacerse cargo de la plenitud que llevaba dentro de sí.
Guardini, Romano, El Señor. Meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo, Lumen, Buenos Aires, 2000, p. 27.