Por el dolor el hombre se abre a Dios

Porque ve al dolor como ese lugar en la existencia humana en el cual el hombre se abre a Dios, o al menos podría abrirse a Dios; descubre al dolor como consecuencia del pecado, y a la vez como camino de purificación y reto, tal como se pone de manifiesto en sus palabras sobre el seguimiento y el cargar con la cruz (cf. Mt 16, 24).
Por eso nos acercamos más a la verdad cuando decimos que Cristo no esquivó el dolor, como sí suele hacerlo el ser humano. El Señor no pasó por alto el sufrimiento ni alzó defensas contra él, sino que lo acogió en su corazón. Abrazó a los hombres como seres que sufren, tal cual es su realidad y según su auténtica condición de creaturas. El Señor se puso en lugar del ser humano que padece bajo la presión del pecado y de la muerte. Algo infinitamente grande; un amor de seria santidad. El suyo es un amor sin ilusiones, pero justamente por eso de tremenda fuerza, porque es a la vez un ”obrar en verdad y en amor”, que asume la realidad y la saca de sus quicios.

Guardini, Romano, El Señor. Meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo, Lumen, Buenos Aires, 2000, p. 69.

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