También a nosotros se nos envió el Espíritu
También a nosotros se nos envió el Espíritu. Él hace que no seamos
huérfanos. Está entre nosotros con tal que queramos permanecer junto a
Él. Guía nuestra vida a través de todas las oscuridades, pero nosotros
debemos cederle la iniciativa. Cuando le dirigimos nuestras súplicas y
nos abrimos a Él con el pensamiento y el amor, nos enseña a entender a
Cristo, y, en Cristo, nuestro propio ser. Y donde la oscuridad sigue
siendo impenetrable por estar cerrada la existencia terrena, Él nos da
testimonio -en un divino “no obstante”- “de que somos hijos de Dios”,
como dice San Pablo, y nos otorga la certeza de que “Dios ordena todas
las cosas para bien de los que le aman” (Rom 8, 16 y 28 ).
Guardini, Romano, Orar con... El Rosario de Nuestra Señora, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2008, p. 134.