Cristo mismo es el grano de trigo de Dios

 Cristo mismo es el grano de trigo de Dios, que Dios ha enviado a los sembrados de este mundo. Es la palabra del amor eterno que Dios siembra en la tierra. Es el grano de trigo que debería morir para poder dar fruto. Cuando dentro de unos momentos celebremos todos juntos la Eucaristía, tendremos en nuestras manos el pan candeal de Dios: el pan que es Cristo, el Señor mismo, el fruto que ha dado muchas veces cientos por uno desde la muerte del grano de trigo y se ha convertido en pan para el mundo entero. Por eso, el pan de la Eucaristía es para nosotros señal de la cruz y, a la vez, señal de la abundante y gozosa cosecha de Dios: en el pasado evoca la cruz, el grano de trigo que murió. Pero también anticipa el futuro, el gran banquete nupcial de Dios, al que acudiremos muchos del Este y el Oeste, del Norte y del Sur (cfr. Mt 8, 11); más aún, de hecho este banquete nupcial ha comenzado ya aquí, en la celebración de la sagrada Eucaristía, donde hombres de todas las razas y de todas las clases pueden ser gozosos comensales de la mesa de Dios.

Servidor de vuestra alegría,  Benedicto XVI, Herder, Barcelona, 1995, p. 22.

p. 205 Orar

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