Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde
78. Es posible comenzar de abajo y de a uno, pugnar por lo más concreto y
local, hasta el último rincón de la patria y del mundo, con el mismo
cuidado que el viajero de Samaría tuvo por cada llaga del herido.
Busquemos a otros y hagámonos cargo de la realidad que nos corresponde
sin miedo al dolor o a la impotencia, porque allí está todo lo bueno que
Dios ha sembrado en el corazón del ser humano. Las dificultades que
parecen enormes son la oportunidad para crecer, y no la excusa para la
tristeza inerte que favorece el sometimiento. Pero no lo hagamos solos,
individualmente. El samaritano buscó a un hospedero que pudiera cuidar
de aquel hombre, como nosotros estamos invitados a convocar y
encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas
individualidades; recordemos que «el todo es más que la parte, y
también es más que la mera suma de ellas».[60] Renunciemos a la
mezquindad y al resentimiento de los internismos estériles, de los
enfrentamientos sin fin. Dejemos de ocultar el dolor de las pérdidas y
hagámonos cargo de nuestros crímenes, desidias y mentiras. La
reconciliación reparadora nos resucitará, y nos hará perder el miedo a
nosotros mismos y a los demás.
«Un maestro de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué
debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “Qué está escrito en la
Ley?, ¿qué lees en ella?”. Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo”. Entonces
Jesús le dijo: “Has respondido bien; pero ahora practícalo y vivirás”. El maestro de la Ley,
queriendo justificarse, le volvió a preguntar: “¿Quién es mi prójimo?”. Jesús tomó la palabra y dijo:
“Un
hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones,
quienes, después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron, dejándolo
por muerto. Por casualidad, un sacerdote
bajaba por el mismo camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al
mismo lugar, dio un rodeo y pasó de largo. En cambio, un samaritano, que iba de viaje, llegó a
donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente, se acercó y le vendó sus
heridas, curándolas con aceite y vino. Después lo cargó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a
un albergue y se quedó cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al dueño del albergue dos
monedas de plata y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi regreso’. ¿Cuál de
estos tres te parece que se comportó como prójimo del hombre que cayó en manos de los
ladrones?” El maestro de la Ley respondió: “El que lo trató con misericordia”. Entonces Jesús le
dijo: “Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,25-37).
[60] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 235: AAS 105 (2013), 1115.
CARTA ENCÍCLICA
FRATELLI TUTTI
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
SOBRE LA FRATERNIDAD
Y LA AMISTAD SOCIAL