Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad
77. Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No
tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil.
Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar
nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la
rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante
la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros
buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en
vez de acentuar odios y resentimientos. Como el viajero ocasional de
nuestra historia, sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer
ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de
integrar, de levantar al caído; aunque muchas veces nos veamos inmersos y
condenados a repetir la lógica de los violentos, de los que sólo se
ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la mentira. Que
otros sigan pensando en la política o en la economía para sus juegos de
poder. Alimentemos lo bueno y pongámonos al servicio del bien.
«Un
maestro de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús para ponerlo a
prueba: “Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús
le preguntó a su vez: “Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella?”.
Él le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo”. Entonces
Jesús le dijo: “Has respondido bien; pero ahora practícalo y vivirás”. El maestro de la Ley,
queriendo justificarse, le volvió a preguntar: “¿Quién es mi prójimo?”. Jesús tomó la palabra y dijo:
“Un
hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones,
quienes, después de despojarlo de todo y herirlo, se fueron, dejándolo
por muerto. Por casualidad, un sacerdote
bajaba por el mismo camino, lo vio, dio un rodeo y pasó de largo. Igual hizo un levita, que llegó al
mismo lugar, dio un rodeo y pasó de largo. En cambio, un samaritano, que iba de viaje, llegó a
donde estaba el hombre herido y, al verlo, se conmovió profundamente, se acercó y le vendó sus
heridas, curándolas con aceite y vino. Después lo cargó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a
un albergue y se quedó cuidándolo. A la mañana siguiente le dio al dueño del albergue dos
monedas de plata y le dijo: ‘Cuídalo, y, si gastas de más, te lo pagaré a mi regreso’. ¿Cuál de
estos tres te parece que se comportó como prójimo del hombre que cayó en manos de los
ladrones?” El maestro de la Ley respondió: “El que lo trató con misericordia”. Entonces Jesús le
dijo: “Tienes que ir y hacer lo mismo» (Lc 10,25-37).
CARTA ENCÍCLICA
FRATELLI TUTTI
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
SOBRE LA FRATERNIDAD
Y LA AMISTAD SOCIAL