10. La imitación de Cristo (Tomas De Kempis)

 10. La imitación de Cristo (Tomas De Kempis)

http://multimedios.org/docs/d001289/

Capítulo: II
MANIFESTACIÓN DE LA BONDAD Y CARIDAD DE DIOS EN LA SANTA CENA
Discípulo:
1. Confiado, Señor, en tu bondad y gran misericordia me acerco a Ti
como accidentado a mi Salvador,
hambriento y sediento a la Fuente de la Vida,
necesitado al Rey Eterno,
servidor a su Señor, criatura al Creador,
desconsolado a mi piadoso Consolador.
Pero ¿de dónde todo esto, que tú vengas a mí?
¿Quién soy yo para que a mí te entregues?
¿Cómo se atreverá un pecador a presentarse ante ti?
Tú conoces a tu servidor y sabes que no hay en él nada bueno para que tanto le des.
Reconozco, pues, mi malicia, bien sé de tu bondad
alabo tu piedad y agradezco tu excesiva caridad.
Por ti mismo haces todo esto,
no porque yo lo merezca
sino para que más se manifieste
tu bondad conmigo.
De esta manera te agrada
y así has dispuesto que suceda
por lo que a mí también me satisface tu decisión
y ojalá mi maldad no se oponga a ella.
2. Incomparable y bondadosísimo Jesús
¡qué gran respeto y agradecimiento se te debe,
junto con continuas alabanzas,
por la recepción de tu sagrado cuerpo
cuyo valor no hay persona en el mundo que pueda explicar.
Pero, ¿qué pensaré en esta comunión,
mientras me acerco a mi Señor
a quien soy incapaz de venerar debidamente
y sin embargo deseo recibir con la mejor disposición?
¿Qué será mejor y más saludable pensar
sino someterme totalmente yo mismo en tu presencia y reconocer sobre mí tu infinita bondad?
Te alabo Señor y te reconozco Altísimo eternamente,
me desprecio a mí mismo y me someto a ti
desde lo más profundo de mi vileza.
3. Tú eres el Santo de los santos
y yo sórdido pecador.
Tú te inclinas a mí
que ni siquiera soy digno de mirarte.
Tú vienes a mí,
Tú quieres estar conmigo,
Tú me invitas a tu fiesta,
Tú deseas darme el alimento del cielo
y el Pan de los ángeles como comida,
nada distinto a ti mismo
Pan vivo que bajaste del cielo
para la vida del mundo (Jn 6,33).
4. ¿De dónde procede tanto amor?
¿de dónde, condescendencia tan grande?
¡Cuánto agradecimiento y alabanzas
por todo esto se te deben!
¡Qué saludable y beneficiosa tu resolución
cuando instituiste el Sacramento!
¡Qué agradable y festivo convite
donde Tú mismo te das como alimento!
¡Qué acción tan admirable, Señor,
qué energía de tu poder,
qué infalible tu verdad!
Con sólo decirlo Tú se hicieron todas las cosas
y aquí también se ha hecho según lo ordenaste.
5. Es realidad sorprendente y digna de fe
sobrepasando los límites de la inteligencia humana que Tú, Señor Dios mío, verdadero Dios y Hombre estés íntegramente contenido en el aparente pan y vino
y sin agotarte jamás, dejes que nos alimentemos de Ti.
Tú, Señor del Universo
que de nadie tienes necesidad
por tus sacramentos has querido habitar entre nosotros;
conserva inmaculado mi corazón y mi cuerpo
para que con alegre y limpia conciencia
pueda celebrar con frecuencia
y recibir para mi perpetua salud estos misterios
que en honor tuyo y continuo recuerdo
principalmente ordenaste y estableciste.
6. Me alegro íntimamente y agradezco a Dios
por regalo tan noble y singular beneficio
recibido de ti en este valle de lágrimas.
Porque cuantas veces rememoro este misterio
y recibo el cuerpo de Cristo,
renuevo la obra de Redención
y me convierto en participante de todos los méritos de Cristo.
El amor de Cristo jamás disminuye
y la abundancia de su benevolencia nunca se extingue.
Por eso debemos disponernos cada vez
a renovar nuestra mente para esto
y reflexionar con la consideración más atenta
en el gran Misterio de Salvación.
Debe parecerte tan grande, novedoso y alegre
celebrar o participar de la Santa Cena
como si este mismo día
Cristo descendiera al interior de María
para hacerse un ser humano
o como si ante ti colgara de la cruz
sufriendo y muriendo por nuestra salvación.

Capítulo: III
CONVIENE LA COMUNIÓN FRECUENTE
Discípulo:
1. Vengo a Ti, Señor
para que me haga bien tu Don sagrado
y me alegre en tu banquete
que preparaste a los pobres,
según tu bondad, Dios mío.
En ti está todo lo que puedo y debo desear;
Tú eres mi salvación y mi rescate,
mi confianza y fortaleza, mi homenaje y mi gloria.
Alegra hoy mismo mi espíritu, Señor Jesús,
porque hacia Ti levanto mi ánimo.
Deseo ahora recibirte con devoción y respeto
quiero que entres en mi casa
a fin de que me bendigas como a Zaqueo el publicano, y pueda contarme entre los hijos de Abraham.
2. Mi espíritu anhela tu sagrado Cuerpo
y mi corazón aspira a unirse Contigo.
Entrégate a mí y será suficiente
porque, sin Ti, ningún consuelo sirve.
Sin Ti no puedo existir
y sin tu presencia no tengo valor para vivir.
Por esa razón es necesario que con frecuencia me acerque a Ti
y te reciba como remedio saludable
no sea que desfallezca en el camino
si se me priva del alimento divino.
Así fue que Tú, Jesús misericordiosísimo,
cuando predicabas a la gente y curabas diversas enfermedades, dijiste en cierta ocasión:
“No quisiera mandarlos en ayunas a sus casas no vayan a desmayarse por el camino” (Mt 15,32).
Haz ahora conmigo de esta manera
ya que te quedaste en el Sacramento
para consuelo de tus seguidores.
Tú eres el más agradable alimento de la vida
y quien te come dignamente será participante y heredero de la eterna Felicidad.
Es muy necesario para mí,
que tan seguido caigo y peco,
tan pronto me entibio y pierdo el ánimo
renovarme, purificarme y estimularme
con frecuentes oraciones y reconocimiento de mis faltas
no vaya a ser que por no comulgar frecuentemente
me desanime del santo propósito.
3. “El corazón del hombre se pervierte desde la juventud” (Gn 8,21)
y si falta la ayuda de la medicina de Dios
resbala uno pronto hacia lo peor.
La comunión aparta del mal y reafirma en el bien;
si ahora que comulgo o celebro tus misterios
con tanta frecuencia soy negligente y desanimado
¿qué pasaría si no recibiera este tónico
y no acudiera a tan gran ayuda?
Y aunque todos los días no me siento apto
ni bien preparado para la celebración
procuraré participar de los divinos misterios
en las ocasiones convenientes
para hacerme receptor de tantas gracias.
4. ¡Qué maravillosa es tu piadosa decisión
con respecto a nosotros
que Tú Señor Dios, Creador y Vivificador
de todos los espíritus
condesciendas en venir a estos pobrecitos
y satisfacer nuestra hambre
con toda tu Divinidad y Humanidad!
¡Qué feliz y alegre alma
que merece recibir a su Dios y Señor
y en esta ocasión sentirse repleta de gozo espiritual!
¡Qué Señor tan grande recibe!
¡qué Amado consigue hospedar!
¡qué Compañero tan alegre encuentra
¡qué hermoso y noble Esposo abraza,
escogido entre todos
y amado sobre todo lo que se puede desear!
Enmudézcanse en tu presencia,
mi amorosísimo Elegido,
el cielo, la tierra y todo tu esplendor
porque cuanto tienen de valor y belleza
lo han recibido de tu generosa voluntad
y jamás podrán aproximarse a la gloria de tu
Nombre pleno de sabiduría inagotable.

Capítulo: IV
BENEFICIOS PARA LOS QUE COMULGAN BIEN DISPUESTOS
Discípulo:
1. Señor Dios mío, prevén a tu servidor
con las bendiciones de tu bondad (Sal 21,4)
para que merezca llegar conveniente y
devotamente a tu espléndido Sacramento.
Llama mi corazón hacia ti
y libérame de este pesado entorpecimiento.
Visítame con tu gracia saludable para que pueda saborear espiritualmente tu dulzura,
que tan plenamente se encuentra en este Sacramento como en un manantial.
Ilumina mis ojos para intuir tan grande Misterio
y para creerlo sin ninguna duda, robustece mi fe.
Esta es obra tuya,
no poder humano.
Tu sagrada Institución,
no invención de personas.
Nadie es capaz, por sí mismo
de captar y entender algo tan especial
que sobrepasa cualquier mente creada.
¿Cómo podría yo, transgresor indigno, tierra y ceniza,
investigar y comprender secreto tan sagrado?
Con sencillez en mi corazón, con humilde y firme fe, y con tu ayuda,
me acerco a Ti, con confianza y respeto
y creo verdaderamente, Dios y Hombre,
que estás presente en el Sacramento.
Quieres, por tanto, que te reciba
y yo mismo me una contigo por amor.
Por eso acudo a tu clemencia
e imploro que me otorgues tu gracia
de forma que me deshaga en Ti
y me entregue en amor
y no persiga ya nunca alguna otra satisfacción.
Este es pues altísimo y dignísimo Sacramento,
salud para el alma y para el cuerpo,
medicina de toda enfermedad espiritual;
en él está la curación de mis maldades,
el freno de mis apasionamientos
el vencimiento de las tentaciones o su disminución,
el otorgamiento de mayor gracia
el auge de la virtud que empieza,
la afirmación de la fe, el robustecimiento de la confianza, la fogosidad y la dilatación del amor.
3. Muchos bienes has concedido en este Sacramento
y todavía más concederás a tus predilectos
que comulguen devotamente, Dios mío,
Protector de mi vida,
Reparador de las enfermedades humanas
y Donante de toda interior consolación.
Tú les otorgas grandes remedios contra las adversidades
y desde lo más profundo de su debilidad
los levantas a la esperanza de tu protección;
con nuevas gracias los recreas e iluminas interiormente para que quienes antes de la comunión se sentían angustiados y desafectos
después de saborear el alimento y bebida del Cielo
se encuentren transformados a una vida mejor.
Esto haces generosamente con tus elegidos
para que verdaderamente reconozcan y experimenten patentemente lo enfermos que están
y cuántas bondades y favores conseguirán de Ti
pues siendo por sí mismos insensible, duros y descuidados merecen convertirse, gracias a Ti, entusiastas, empeñosos y bien dispuestos.
¿Quién se acerca con humildad
a la Fuente de la Bondad
que no reciba de ella un poco de esa misma bondad? o ¿quién se para junto a este intenso Fuego que no reciba de allí un poco de calor?
y Tú siempre eres Fuente llena y sobreabundante
Fuego que arde continuamente y nunca se apaga.
4. Por eso, si no me es posible
extraer hasta saciarme de la plenitud de esta fuente por lo menos quisiera acercar mis labios a los bordes y recibir de allí alguna pequeña gota que alivie mi sed y evite que me seque completamente.
Y si no puedo ser todo sobrenatural
ni tan ardiente en tu amor como los ángeles
me esforzaré por insistir en la devoción y preparar mi corazón para adquirir siquiera una llamita del Divino incendio
conquistándola con la humilde recepción de este Sacramento vivificante.
Todo lo que me falta, Buen Jesús, Salvador Santísimo
súplelo Tú por mi, con benignidad y generosamente porque has condescendido en llamar a todos hacia Ti, cuando dijiste:
“Vengan a Mí todos los que estén cansados por el esfuerzo y agobiados,
porque yo los aliviaré” (Mt 11,28).
5. Yo, pues, laboro con sudor en la cara,
me atormento con el dolor de mi corazón,
estoy cargado de pecados,
combatido por las tentaciones,
implicado y presionado por muchos malos deseos
y no encuentro quién me ayude
ni quién me libere y salve sino Tú Señor Dios,
mi Salvador a quien me entrego,
junto con todo lo mío para que me defiendas y conduzcas hasta la Vida Eterna.
Recíbeme Señor, para alabanza y gloria de Tu Nombre
ya que dispusiste tu Cuerpo y tu Sangre
como comida y bebida.
Otórgame, Señor Dios, Salvador mío
que crezca el afecto de mi buena disposición
con la frecuente recepción de tu Misterio.

Capítulo: V
VALORACIÓN DEL SACRAMENTO Y DE LA FUNCIÓN SACERDOTAL
Discípulo:
Aunque tuvieses la pureza de los ángeles
y la santidad de San Juan el Bautista
no serías merecedor de recibir este Sacramento,
ni relacionarte con él.
No se debe a ningún merecimiento humano
que el hombre consagre
y manipule el Sacramento de Cristo
y reciba como alimento el Pan de los ángeles.
Gran misterio
y gran dignidad del sacerdote a quien se ha dado
lo que no se concede a los ángeles.
Sólo el sacerdote
que ha recibido válidamente la ordenación de la Iglesia tiene poder de celebrar y consagrar el Cuerpo de Cristo.
El sacerdote, pues, es ministro de Dios
y emplea la palabra de Dios
por la ayuda y la decisión de Dios,
pero allí Dios es el principal autor e invisible realizador a quien todo se somete según su voluntad todo se cumple de acuerdo con su mandato.

Capítulo: VI
REFLEXIONES ANTES DE COMULGAR
Discípulo:
1. Cuando me pongo a pensar, Señor;
en tu dignidad y mi maldad
me atemorizo mucho y me encuentro confundido.
Si no me acerco, huyo de la vida
y si ingreso indignamente incurro en ofensa.
¿Qué haré, Dios mío,
mi auxiliador y consejero en las necesidades?
Enséñame tú el recto camino
propónme alguna breve actividad
congruente con la Sagrada Comunión.
Es útil conocer
de qué forma devota y respetuosa
deba prepararse mi corazón
a la saludable recepción de tu Sacramento
o bien a celebrar tan grande y divino Sacrificio
en lo referente a este excelentísimo Sacramento.
2. Por eso más debes creer en Dios Todopoderoso
en lo referente a este excelentísimo Sacramento,
que a tus propios sentidos o a las apariencias.
Con temor y reverencia
debe uno acercarse a esta Realidad.
Atiende a Ti mismo,
y ve qué ministerio te ha sido entregado
por la imposición de las manos del Obispo.
Has sido hecho sacerdote
y consagrado para celebrar.
Esfuérzate por ofrecer en el tiempo oportuno
el sacrificio a Dios
con fidelidad y devoción
y compórtate tú mismo irreprensiblemente.
No has hecho más ligera tu carga
sino que quedaste atado más fuertemente
al vínculo de la disciplina
y más obligado estás a la perfección de la santidad.
El sacerdote debe estar adornado de todas las cualidades
y demostrar a los demás el ejemplo de su vida buena.
Su trato no debe ser
con los intereses limitados y vulgares de las personas sino con los ángeles en el cielo
y los objetivos trascendentes de los seres humanos.
3. El sacerdote, revestido con los ornamentos sagrados hace las veces de Cristo
y ruega a Dios por sí mismo y por todo el pueblo con insistencia y humildad.
Tiene delante de él, y a su espalda la señal de la cruz del Señor
para que recuerde siempre la pasión de Cristo.
Lleva delante la señal de la Cruz en su casulla
para que mire con cuidado los pasos de Cristo
y procure seguirle con entusiasmo.
Tiene marcada en la espalda la señal de la Cruz
para que tolere por Dios, con clemencia,
las adversidades que puedan ocasionarle los demás.
Lleva la Cruz por delante
para que llore por sus propios pecados;
Lleva la Cruz por detrás,
para que se apene, por compasión,
de los cometidos por otros;
sepa que ha sido colocado como mediador
entre Dios y los pecadores
no se canse de orar y ofrecer el santo Sacrificio
hasta que merezca obtener el perdón y la misericordia.
Cuando celebra el sacerdote,
honra a Dios, alegra a los ángeles,
edifica la Iglesia, ayuda a los vivientes,
da descanso a los difuntos
y se hace participante de todos los bienes.

Capítulo: VII
EXAMEN DE CONCIENCIA Y PROPÓSITO DE CONVERSIÓN
Jesucristo:
1. Sobre todas las cosas
conviene que el sacerdote se acerque a Dios
con la más grande humildad de corazón
y con suplicante reverencia,
con plena fe y sana intención de honrar a Dios,
para que pueda celebrar, tener entre sus manos y alimentarse de este Sacramento.
Examina cuidadosamente tu conciencia
y según tus fuerzas,
límpiala y clarifícala con verdadera contricción y humilde confesión
de manera que no tengas o conozcas
nada grave que te remuerda y que impida tu libre acceso.
Ten disgusto por todos los pecados en general y apénate y llora más especialmente por tus fallas cotidianas.
Y, si el tiempo lo permite confiesa a Dios,
en el secreto de tu corazón, todas las miserias de tus pasiones.
2. Llora y apénate porque aún eres tan materialista y superficial,
tan descontrolado en las pasiones,
tan lleno de incentivaciones deshonestas,
tan descuidado en los sentidos exteriores,
tan implicado frecuentemente en fantasías inconsistentes,
tan propeso en atender las exterioridades,
tan descuidado en tu interior,
tan fácil para el jolgorio y la distracción
tan insensible para el arrepentimiento y la conversión,
tan dispuesto para la relajación y las comodidades del cuerpo,
tan flojo para la exigencia y el entusiasmo,
tan curioso de escuchar novelerías y mirar cosas hermosas,
tan dejado para abrazar lo sencillo y despreciado,
tan deseoso de poseer mucho,
tan parco para dar,
tan tenaz en retener,
tan inconsiderado en callar,
tan descompuesto en las costumbres,
tan inoportuno en actuar,
tan aventado por la comida,
tan sordo para escuchar la voz de Dios
tan veloz para el recreo,
tan lento para el trabajo,
tan despierto para las habladurías,
tan soñoliento en las sagradas vigilias.
Tan impaciente por llegar al fin,
tan distraído en la atención,
tan negligente en la oración comunitaria,
tan frío en la celebración,
tan árido en la comunión,
tan pronto distraído,
tan rara vez recogido plenamente en ti mismo.
Tan súbito conmovido por la ira,
tan fácil para disgustar a los demás.
Tan dispuesto a juzgar,
tan rígido en acusar,
tan alegre en la prosperidad,
tan débil en la dificultad,
tan lleno de buenos propósitos,
tan limitado en llevarlos a cabo.
3. Después de confesar y deplorar estos y otros defectos tuyos, con color y desagrado por tu propia debilidad,
propón con firmeza reformar tu vida
y progresar cada día más.
Entonces, con resolución e íntegra voluntad,
ofrécete tú mismo con entrega total
en homenaje a mi Nombre
en el altar de tu corazón
y encomiéndame a Mí toda tu persona
con la mayor confianza, para que de ésta manera
merezcas acercarte a ofrecer a Dios el sacrificio
y recibir beneficiosamente el sacramento de mi Cuerpo.
4. No existe ofrecimiento más adecuado
ni reparación mayor para borrar los pecados
que entregarse uno mismo, simple e íntegramente
en unión con el sacrificio del Cuerpo de Cristo
ofreciéndose a Dios en la Santa Cena y la Comunión.
Si la persona hace lo que está de su parte,
y se arrepiente verdaderamente
todas las veces que se acerque a Mí
en demanda de perdón y gracia
“Yo lo afirmo, dice el Señor,
que no quiero la muerte del pecador sino más bien
que se convierta y viva porque no recordaré más sus pecados” (Ez 33,11.16)
y así será perdonado de todo.

Capítulo: VIII
OFRECIMIENTO DE CRISTO EN LA CRUZ Y NUESTRA ENTREGA A ÉL
Jesucristo:
1. Tal como yo me ofrecí espontáneamente a Dios Padre por tus pecados
con los brazos extendidos en la cruz y el cuerpo desnudo de manera que nada me quedó que no pasara a Dios en sacrificio total,
así debes tú ofrecerte voluntariamente a Mí
cada día en la Santa Cena
en entrega pura y santa
con todas las fuerzas y el afecto que más íntimamente puedas.
¿Qué más espero de ti
que te esfuerces por dedicarte íntegramente a Mí?
Considero en nada lo que me des fuera de Tí
porque no quiero tu don sino a tí mismo.
Como no te bastarían todas las cosas sin Mí
igualemente no puede gustarme a Mí lo que me des si tú no te entregas.
Ofrécete a Mí y date todo por Dios
y entonces será aceptable tu oblación.
Yo me entregué totalmente al Padre por ti
di todo mi Cuerpo y mi Sangre como alimento
para ser todo tuyo, y que tú permanezcas mío.
Pero si tú estás pegado a ti mismo
y no te ofreces espontánemanete a mi voluntad
no es completa tu entrega
ni será íntegra la unión entre nosotros.
Por eso la oblación espontánea de Tí mismo en las manos de Dios
debe ir delante de todas tu acciones
si quieres conseguir libertad y gracia.
Muy pocos llegan por eso a estar iluminados y liberados por dentro
porque no saben renunciar del todo a sí mismos.
Es auténtica mi frase:
“Quien no renuncia a todo
no puede ser mi discípulo” (Lc 16,32).
Tú en cambio, si optas por ser mi discípulo
ofrécete tú mismo a Mí con todo tu afecto.

Capítulo: IX
NUESTRO OFRECIMIENTO TOTAL A DIOS
Discípulo:
1. Señor, es tuyo
todo lo que existe en el Universo.
Deseo yo mismo ofrecerme a Ti en espontánea oblación
y permanecer tuyo perpetuamente.
Señor, en la sencillez de mi corazón, me ofrezco a Ti hoy día como servidor para siempre
en obsequio y en sacrificio perpetuo de alabanza.
Recíbeme con la santa oblación de tu Precioso Cuerpo,
que hoy te ofrezco en la invisible presencia de los ángeles.
Para que aproveche para mi salvación y la de todo tu pueblo.
2. Señor, te presento también sobre el altar de tu misericordia todos mis pecados y delitos
que he cometido en tu presencia y en la que tus santos ángeles desde el primer día que pude pecar hasta ahora para que todo malo lo enciendas y consumas con el fuego de tu amor,
y borres todas las manchas de mis pecados
y purifiques mi conciencia de todo delito,
me restituyas tu gracias que perdí pecando
me perdones plenamente
y me recibas misericordiosamente con un beso de paz.
3. ¿Qué puedo hacer por mis pecados
sino reconocerlos y lamentarlos con humildad
y suplicar ininterrumpidamente tu benevolencia?
Te lo suplico, escúchame con bondad
ya que me encuentro frente a Ti, Dios mío.
Todos mis pecados me desagradan al máximo
no quiero jamás volver a cometerlos
pero por lo que hice me apeno y me apenaré,
mientras viva estoy dispuesto a hacer penitencia
y a satisfacer según mis fuerzas.
Olvida, Señor, olvida mis pecados
por tu Santo Nombre
salva mi vida que rescataste con tu Preciosa Sangre.
Me encomiento a tu Misericordia
me pongo en tus manos;
haz conmigo conforme con tu Volunad,
no según mi malicia e injusticia.
4. Te ofrezco también todo lo bueno que he hecho
aunque sea poco e incompleto,
para que Tú lo restaures y santifiques,
lo recibas con agrado, lo hagas digno de Ti
y siempre lo conviertas en mejor
para que a mí, pobre e inútil persona,
no dejes de conducirme al feliz y saludable Fin.
5. Te ofrezco igualmente
todos los piadosos deseos de las personas religiosas,
las necesidades de parientes, amigos, hermanos y hermanas que más aprecio
y de todos los que a mí y a otros benefician por amor a Ti
y por quienes desearon y pidieron
que yo rezara u ofreciera la Eucaristía
por ellos y por suyos
sea que todavía estén vivos o ya hayan fallecido
para que todos sientan el auxilio de tu gracia,
la abundancia de tu consuelo,
la protección en los pelgiros,
la liberación de las penas futuras,
y para que, finalmente,
arrancados de todos los males
puedan, felices, agradecerte como es debido.
6. Te ofrezco además oraciones y sacrificios
especialmente por quienes de alguna forma me perjudicaron, entristecieron o insultaron
me ocasionaron algún daño u ofensa;
así mismo, por todos aquellos a los que alguna vez entristecí, desconcerté, agravié y escandalicé con palabras y actitudes, consciente o inconscientemente; para que a todos nosotros por igual perdones nuestros pecados y nuestras ofensas.
Quita, Señor, de nuestros corazones
toda suspicacia, indignación, ira y controversia
y lo que pueda lesionar la caridad
o disminuir el afecto fraterno.
Compadécete, compadécete Señor
otorga tu misericordia a quienes te la piden
da tu gracia a los necesitados
y haz que nosotros vivamos
de manera que seamos dignos
de gozar enteramente de tu gracia
y de alcanzar la Vida eterna. Así sea.

Capítulo: X
NO DEBE ABANDONARSE FÁCILMENTE LA COMUNIÓN
Jesucristo:
1. Frecuentemente debes recurrir
a la fuente de la Gracia y la divina Misericordia
a la fuente de Bondad y de toda Pureza
para que puedas sanar de tus apasionamientos y vicios y merezcas llegar a ser más fuerte y vigilante contra todas las tentaciones y engaños del diablo.
El enemigo, consciente del fruto y remedio máximo
que se encuentra en la Sagrada Comunión
se esfuerza cuanto puede,
de toda forma y en cualquier ocasión,
por apartar e impedir
que los fieles y devotos se acerquen a ella.
2. Cuando alguien mejor se prepara a la Sagrada Comunión
padece peores tentaciones del demonio.
Este espíritu nefasto, como está escrito en el libro de Job: se mete entre los hijos de Dios (Job 1,6) para perturbarlos con su acostumbrada maldad o hacerlos excesivamente temerosos y perplejos, para de esta manera disminuir su afecto o arrancarles la fe combatiéndola en ellos, logrando así que abandonen totalmente la Comunión o lleguen a ella con desgano.
Pero no debemos prestar atención
a sus astucias y tentaciones
así sean vergonzosas y horribles
sin devolverle a él mismo todas sus solicitaciones.
Debe despreciarse a este miserable, burlarse de él
no vaya a ser que por sus insultos y la conmoción
que produce termino uno omitiendo la Sagrada Comunión.
3. Con frecuencia también nos dificulta la exagerada solicitud por estar bien dispuesto
y cierta ansiedad por confesarse perfectamente.
Sigue los consejos de los santos,
depón la ansiedad y el escrúpulo
porque impiden la gracia de Dios
y destruyen la interior devoción.
No dejes la sagrada Comunión
por alguna pequeña turbación o molestia
sino acude pronto a reconciliarte
y perdona de buena gana
cualquier ofensa que hayas recibido.
Si, en cambio, tú a alguien ofendiste
pide perdón humildemente
y Dios de buena gana te perdonará a ti.
4. ¿De qué aprovecha retardar más la confesión
o diferir por más tiempo la Sagrada Comunión?
Purifícate en recibir el remedio
y te sentirás mejor que si lo retardas más tiempo.
Si hoy lo dejas por estas pequeñeces,
mañana quizás suceda algo más grave
y así por más tiempo estás impedido de comulgar y te irás haciendo cada vez más inepto.
Lo más pronto que puedas
líbrate de la presente pesadez e inercia
porque nada se gana con angustiarse y turbarse
separándose de Dios por los obstáculos cotidianos.
En cambio, hace mucho daño
dilatar por más tiempo la Comunión
porque esto nos puede llevar a un gran entorpecimiento.
¡Qué pena! Algunos desanimados y deshonestos
prefieren retrasar lo más posible su reconciliación
y desean diferir igualmente la Comunión
para no verse obligados a cambiar de vida.
5. ¡Qué poco amor tienen, y débil disposición,
los que tan fácilmente posponen la Sagrada Comunión!
¡Qué feliz se encontrará y será aceptable a Dios
quien viva cuidando la pureza de su conciencia!
de manera que cada día esté preparado y animado a comulgar si esto le fuera posible sin llamar la atención.
Si por causa de su humildad o por un legítimo impedimento alguno se abstiene de comulgar,
debe ser reconocido por su respeto al sacramento.
En cambio, si es inducido por la indolencia,
debe animarse a sí mismo y hacer lo que esté de su parte y el Señor ayudará a su deseo por la buena disposición
en la que Él se fija especialmente.
6. Pero cuando se encuentre legítimamente impedido,
tenga siempre buena voluntad
y piadosa intención de comulgar
y así no carecerá del todo del fruto del sacramento.
Cualquier persona bien dispuesta
puede acceder todos los días y a cualquier hora,
sin ninguna prohibición,
a la saludable comunión espiritual de Cristo
y por supuesto, algunos días, en el tiempo oportuno debe recibir sacramentalmente el Cuerpo de su Redentor con afectuoso respeto
procurando más la alabanza y el honor de Dios que su propia satisfacción.
Porque todas las veces que recuerda con devoción
el misterio de la Encarnación o la Pasión de Cristo comulga místicamente y de manera invisible se nutre encendiéndose en su Amor.
De otra manera, el que no se prepara
sino cuando es inminente la celebración
o la costumbre lo apremia,
con frecuencia se hallará mal dispuesto.
7. Feliz quien se ofrece a Dios en entrega total
cada vez que celebra o comulga.
No seas demasiado prolijo o apremiado
en la celebración
sino respeta las buenas maneras
de las personas con quienes vives.
No debes ocasionar a los demás molestia o tedio
sino seguir el camino ordinario
instituido por los maestros espirituales
atendiendo más a la utilidad de los presentes
que a la personal devoción y afecto.
Capítulo: XI
NECESIDAD DEL CUERPO DE CRISTO Y DE LA SAGRADA ESCRITURA

Entradas más populares de este blog

B-El sendero (Biblia) de la vida recta

12. La flagelación de Cristo

Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora