11. La imitación de Cristo (Tomas De Kempis)
11. La imitación de Cristo (Tomas De Kempis)
http://multimedios.org/docs/d001289/
Capítulo: XI
NECESIDAD DEL CUERPO DE CRISTO Y DE LA SAGRADA ESCRITURA
Discípulo:
1. Bondadosísimo* Señor Jesús,
qué dulzura tan grande siente la persona devota
al participar contigo en tu convite
donde no se le ofrece otro manjar
que a Ti, único Amado suyo,
deseable sobre todos los deseos de su corazón.
Para mí sería lo más dulce
derramar en tu presencia lágrimas de emoción,
desde lo más íntimo de mi afecto,
y junto con la piadosa Magdalena
regar tus pies con esas lágrimas.
Pero ¿dónde está esa devoción?
¿dónde la abundante efusión de santas lágrimas?
Ciertamente, en tu presencia y la de tus santos mensajeros
todo mi corazón debería arder y llorar de felicidad.
Te encuentro verdaderamente presente en el Sacramento
aunque oculto en una distinta apariencia.
2. Pero si viera en tu propia y divina Claridad,
mis ojos no podrían resistirlo
ni subsistir el mundo entero
ante el resplandor de la gloria de tu Majestad.
En esto, pues, condesciendes con mi debilidad
escondiéndote en el sacramento.
Te reconozco, realmente, y adoro interiormente por la Fe
a quien los ángeles adoran en el cielo,
pero ellos ven claramente y sin velos.
Me conviene estar contento con la luz de la verdadera Fe y caminar en ella,
“Hasta que llegue el día de la eterna claridad
y desaparezcan las sombras” (Ct 2,17)
“Cuando venga lo que es perfecto” (1Co 13,10)
cesará el uso de los sacramentos
porque los Santos en la gloria celestial,
no necesitan de medicinas sacramentales;
gozan ellos sin término en la presencia de Dios
expectando su gloria cara a cara,
y transformados de iluminación en iluminación
en la profundísima Divinidad
sasborean al Verbo de Dios que se hizo hombre,
como fue al principio y permanece para siempre.
3. Acordándome de estas maravillosas experiencias
cualquier satisfacción, aunque sea espiritual
se me convierte en pesado tedio
porque mientras no contemple claramente
a mi Señor en su gloria
considero como nada
lo que en el mundo veo y escucho.
4. Tú, Dios mío, eres mi testigo
que ninguna cosa me puede consolar,
ninguna criatura aquietarme
sino Tú, Dios mío,
a quien deseo eternamente contemplar.
Pero no es esto posible
mientras permanezca en esta vida presente;
por eso conviene que me disponga a tener gran paciencia y a someterme a Ti en todos mis desos.
Porque también tus santos, Señor,
que se alegran ahora contigo en el Reino de los Cielos, mientras vivían aquí
esperaban la llegada de tu gloria
con fe y mucha paciencia.
Lo mismo que ellos creyeron creo yo
lo que ellos esperaron, yo espero
a donde ellos llegaron por tu gracia,
confío llegar yo también.
Caminaré, mientras tanto, con fe
reconfortado por los ejemplos de los santos
leeré también libros santos para mi satisfacción y modelo de vida
y, sobre todo, tendré tu Santísimo Cuerpo
como especial remedio y refugio.
5. Siento que me son necesarias dos cosas principalmente
sin las cuales sería imposible para mí
sobrellevar esta miserable vida.
En ésta cárcel en que estoy detenido
confieso carecer de dos cosas:
alimento y luz.
Y así, me diste a mí que soy tan débil
tu Sagrado Cuerpo como alimento del alma y del cuerpo
y pusiste tu Palabra para iluminar mis paso (Sal 119,105).
Sin estas dos cosas no se puede vivir bien
porque tu Palabra es la luz de mi alma
y tu sacramento, el Pan de la Vida.
Puede decirse que son dos mesas
colocadas a uno y a otro lado del tesoro de la Santa Iglesia.
Una mesa es el sagrado altar, que tiene el Pan santo,
esto es, el Precioso Cuerpo de Cristo;
La otra es la Ley Divina
que contiene la Santa Doctrina
enseña la recta fe
y conduce con seguridad
hasta lo más interior del velo donde está el Santo de los Santos.
Gracias a Ti, Señor Jesús, Brillo de la Luz Eterna
por la mesa de la Sagrada Enseñanza
que hicieste que prepararan
para nosotros
tus servidores los Profetas, Apóstoles y doctores.
Gracias a Ti, Creador y Redentor nuestro
que para demostrarle tu amor a todo el mundo
preparaste la gran Cena
en la que diste a comer
tu santísimo Cuerpo y Sangre
y no un cordero simbólico
alegrando a todos los fieles con tu Sagrado convite,
con tu Cáliz desbordante de salud
en el que se encuentran todas las delicias del Paraíso del que participan con nosotros los ángeles aunque ellos con más suave felicidad.
6. ¡Qué grande y honroso es el oficio de los sacerdotes
a quienes se ha concedido consagrar
con palabras sagradas al Señor Majestuoso
alabarlo con sus labios, tenerlo entre sus manos
recibirlo en su propia boca y entregarlo a los demás!
¡Qué limpias deben ser sus manos,
qué pura su boca, qué santo su cuerpo,
qué inmaculado el corazón del sacerdote
al cual ingresa tantas veces el Autor de la pureza!
De boca del sacerdote no debe salir ninguna palabra
que no sea santa, honesta o útil
ya que con tanta frecuencia
recibe el sacramento de Cristo.
Mirada franca y casta
pues acostumbra contemplar el Cuerpo de Cristo.
Manos puras y dirigidas al Cielo
que acostumbran tocar al Creador de Cielo y Tierra.
A los sacerdotes se les dice especialmente en la Escritura:
“Sean santos porque yo, su Dios, soy santo” (Lv 19,3).
7. A quienes recibimos la ordenación sacerdotal
que nos ayude tu gracia, Dios Todopoderoso,
para que seamos capaces de servirte a Ti,
digna y devotamente,
con toda pureza y buena conciencia.
Y si no podemos proceder
con tanta pureza de vida como debemos
concédenos lamentar justamente
lo malo que hicimos
y servirte en adelante con más entusiasmo
con espíritu humilde y decidida buena voluntad.
Capítulo: XII
GRAN CUIDADO EN PREPARARSE A LA COMUNIÓN DE CRISTO
Jesucristo:
1. Yo soy amante de la pureza
y quien otorga toda santidad.
Yo busco el corazón puro
y ese es el lugar de mi descanso.
Prepárame una sala grande, bien amoblada
y celebraré la Pascua contigo y mis discípulos (ver Lc 22,12).
Si deseas que venga a ti y permanezca contigo
libérate del fermento antiguo
y limpia la habitación de tu corazón.
Excluye todo el mundo y el tumulto de tus vicios
manténte como una ave solitaria en el tejado
y piensa en tus despropósitos con amargura en el alma (Sal 102,8; Is 38,15).
Todo verdadero amante prepara un lugar óptimo
y hermosísimo a su escogido amado
porque en esto se reconoce el afecto de quien recibe a su amado.
2. Acepta sin embargo,
que no puedes alcanzar esta preparación
en mérito a tus acciones
aunque te prepares durante un año entero
y nada más tengas en mente.
Pero sólo por mi piedad y gracia
se te permite llegar a mi mesa
como si un rico invitara a un mendigo a comer
y él no tuviera otra cosa para pagar a sus beneficios
que reconocer lo que es y agradecerlo.
Haz lo que esté de tu parte, y hazlo cuidadosamente,
no por costumbre ni por imposición;
sino con respeto, reverencia y afecto
recibe el Cuerpo de tu querido Señor Dios
que se digna venir a ti.
Yo soy quien llamé,
Yo dispuse que así fuera,
Yo supliré lo que te falta: ven y recíbeme.
3. Cuando te concedo el afecto de la devoción,
agradece a tu Dios
no porque te lo mereces
sino porque tengo misericordia de ti.
Si no tienes devoción y sientes gran aridez
insiste en orar, gime, toca la puerta,
no desistas hasta que logres recibir
una pizca o gota de Gracia salvadora.
Tú me necesitas,
Yo no tengo necesidad de ti;
Tú no vienes a santificarme
sino que Yo vengo a santificarte y mejorarte.
Tú vienes para ser santificado por Mí,
uniéndote Conmigo para recibir nueva gracia
y que de nuevo te animes a enmendarte.
No vayas a despreciar estas gracias,
más bien prepara con toda diligencia tu corazón
y recibe dentro de ti a tu Amado.
4. Conviene, sin embargo,
que no solamente te prepares a la devoción
antes de la Comunión
sino que te conserves con cuidado en ella
luego de recibir el sacramento.
No se exige después menor cuidado
que anteriormente la devota preparación.
Porque el buen cuidado que después se tiene
es óptima preparación para conseguir mayores gracias.
Al contrario, se indispone para ellas
el que se entrega con exceso a las complacencias exteriores tan pronto como ha recibido la Comunión.
Evita hablar demasiado
permanece en secreto
y goza íntimamente de tu Dios.
Tienes contigo
a quien todo el mundo no puede quitarte.
A mí debes entregarte totalmente
de manera que de ahora en adelante
ya no vivas en ti sino en Mí,
libre de otros cuidados.
Capítulo: XIII
PROFUNDO INTERÉS POR UNIRSE A CRISTO EN EL SACRAMENTO
Discípulo:
1. ¿Cómo lograré, Señor,
encontrarte a Ti solo y abrirte a Ti mi corazón
y gozar de Ti, como deseo íntimamente,
para que ya nadie me desprecie
ni nada creado me altere o atraiga
sino que solamente Tú me hables, y yo a Ti
como acostumbran conversar los amantes
o se comunican los amigos entre sí?
Lo que yo pido, lo que deseo
es unirme contigo íntegramente
apartar mi corazón de todo lo creado
y aprender a apreciar lo Eterno
principalmente por la Sagrada Comunión
y la frecuente celebración de tu Santa Cena
¡Dios mío! ¿cuándo estaré todo unido a Ti, sumergido en Ti y olvidado totalmente de mi?
Tú en mí y yo en Ti:
permite que así permanezcamos siempre unidos.
2. Verdaderamente, Tú eres mi Amado,
escogido entre todos
con quien me alegro de estar todos los días de mi vida.
Verdaderamente, Tú eres Pacificador
en quien reside
la máxima paz y la auténtica tranquilidad;
sin Ti, hay angustia, dolor e infinita miseria.
Verdaderamente, Tú eres el Dios Escondido (Is 45,15)
y no te juntas con los faltos de piedad
sino que te comunicas con los humildes y sencillos.
¡Que bondadoso, Señor, es tu Espíritu
que para demostrar tu dulzura con tus hijos
quisiste alimentarlos
con el Pan tan suave que desciende del cielo.
Verdaderamente, no existe nación tan grande
que tenga su Dios tan cerca de ella
como Tú, Señor Dios, estás presente a todos tus
fieles a quienes te entregas como alimento y gozo
para diaria satisfacción y que dirijan su corazón al Cielo.
3. ¿Dónde existe un pueblo así como el pueblo cristiano?
O ¿qué persona del mundo
tan querida como la persona de fe
a la que viene el mismo Dios
para que se nutra con su Cuerpo viviente?
¡Gracia inexplicable! ¡Condescendencia admirable!
¡Amor inmenso exclusivamente reservado para los hijos de Dios!
Pero ¿cómo retribuiré al Señor por este favor,
por este amor tan excelente?
No existe mejor manera de agradecerlo
que entregarme de todo corazón a mi Dios
y unirme íntimamente con Él.
Cuando me haya unido perfectamente con Dios
entonces se alegrará todo mi ser.
Entonces Él me dirá: si quieres estar conmigo
Yo quiero estar contigo.
Y yo le responderé: Dígnate, Señor,
permanecer conmigo. Yo deseo con gusto estar contigo.
Este es mi único anhelo;
que mi corazón se una a Ti.
Capítulo: XIV
DESEO VEHEMENTE DE RECIBIR EL CUERPO DE CRISTO
Discípulo:
1. ¡Qué abundancia de tu dulzura, Señor
tienes escondida para los que te respetan! (Sal 31,20).
Cuando recuerdo con qué enorme devoción y afecto se acercan algunos a tu Sacramento,
de inmediato me desconcierto y avergüenzo
ya que tan tibio y frío me llego a tu Altar
y a la mesa de la Sagrada Comunión
porque permanexco tan árido y sin afecto en el corazón, no estoy totalmente encendido junto a Ti ni me siento tan vehementemente atraído y comprometido como otras personas realmente piadosas que por su corazón, no podían contener su emoción sino que interior y exteriormente te anhelaban,
a Ti Dios, Fuente Viva,
incapaces de calmar o saciar su sed
si no recibían tu Cuerpo
con toda alegría y avidez espiritual.
2. La verdadera y ardiente fe de esas personas
es prueba evidente de tu Sagrada Presencia
en el sacramento.
Ellas, efectivamente, reconocen a su Señor
al partir el Pan (Lc 24,30-31)
porque sienten arder su corazón
cuando Jesús los acompaña por el camino.
Con frecuencia está muy lejos de mí,
semejante afecto y devoción
tan ardiente amor y entusiasmo.
Jesús bueno, amoroso y benigno,
inclínate hacia mí
y concede a tu pobre mendigo, al menos alguna vez, que sienta en la Sagrada Comunión
un poquito del afecto cordial de tu Amor
para que se recobre mi fe, crezca mi confianza en tu bondad y mi caridad,
una vez perfectamente encendida y conocedora del alimento del cielo, jamás decaiga.
Es poderosa tu misericordia
para otorgarme la gracia tan deseada
y visitarme con gran clemencia en espíritu de amor cuando tú quieras.
Y aunque no ardo en tanto deseo
como las personas más dispuestas
sin embargo, con tu favor,
quiero sentir esos mismos ardientes deseos
rogando y aspirando convertirme en partícipe
juntamente con quienes te quieren bien
y ser contado como integrante de esa santa comunidad.
Capítulo: XV
LA GRACIA DE LA DEVOCIÓN SE CONSIGUE CON HUMILDAD Y ABNEGACIÓN
Jesucristo:
1. Te conviene buscar en todo momento
la gracia de la devoción, pedirla con verdadero interés, esperarla paciente y confiadamente, recibirla con gratitud, conservarla con humildad,
comportarte con ella cuidadosamente y dejar que Dios determine cuándo y cómo te visitará.
Debes reconocer tus limitaciones
cuando sientas poca o ninguna devoción interior
pero no deprimirte demasiado
ni descomponerte por la tristeza.
Con frecuencia, Dios otorga en un solo instante
lo que no concedió durante largo tiempo.
A veces, da al final de la oración
lo que retuvo en un principio.
2. Si diera la gracia siempre de inmediato
de acuerdo con el deseo
no sería bien aprovechada por la debilidad de nuestra naturaleza.
Por lo tanto, debe esperarse la gracia de la devoción
en actitud de buena esperanza y humilde paciencia.
Sin embargo, cuando la devoción no se te otorgue o la pierdas sin darte cuenta,
puedes culpar de ello a tus pecados.
Algunas veces es algo pequeño lo que impide
y esconde la gracia
si puede llamarse pequeño y no grandísimo
lo que nos prohibe tanto bien.
Si apartas esto mismo, pequeño o grande
y perfectamente lo vences,
sucederá como pediste.
3. Tan pronto como te entregues a Dios de todo corazón
y no desees esto ni lo otro por tu propio gusto
sino que íntegramente te pongas en sus manos,
te hallarás unificado y tranquilizado
porque nada te sabrá bien ni te dará placer
como el cumplir la Voluntad de Dios.
Cualquiera que dirija su intención hacia Dios
con sencillez de corazón
y se despoje de toda desordenada adhesión
o falta de afecto hacia los seres creados
será aptísimo para recibir la gracia
y digno del regalo de la devoción.
El Señor otorga su bendición
donde encuentra un vaso vacío.
Y cuanto más perfectamente alguien renuncia a lo inferior
y más muere a sí mismo por una justa valoración
más pronto llegará la gracia,
más abundante entrará en él
y más alto se elevará su corazón ya libre.
4. Entonces verá y se enriquecerá, se admirará y
se dilatará su espíritu dentro de él (Is 60,1)
porque la protección del Señor está con él
con quien se puso totalmente en sus manos para siempre.
Así será bendecida la persona que busca a Dios de todo corazón,
porque no ha recibido su vida en vano (Sal 23,4).
Cuando recibe la sagrada Eucaristía
merece la inmensa gracia de la unión con Dios
porque no se fija en su propia devoción y consuelo
sino que fuera de toda devoción y consuelo,
mira la Gloria y el Homenaje a Dios.
Capítulo: XVI
DEBEMOS MANIFESTARLE NUESTRAS NECESIDADES Y PEDIRLE SU GRACIA A CRISTO
Discípulo:
1. “Hermosísimo y queridísimo Señor
a quien ahora deseo recibir con emoción.
Tú conoces mi enfermedad y las necesidades que tengo
en cuántos males y vicios estoy caído,
con qué frecuencia me encuentro agobiado, tentado, perturbado y manchado.
A Ti vengo por remedio,
a Ti acudo por consuelo y alivio.
Me dirijo a quien todo lo sabe
para quien está a la vista toda mi intimidad
y que es el único que me puede consolar y ayudar perfectamente.
Tú sabes cuáles son los bienes que más necesito
y lo grande que es mi pobreza de virtudes.
2. Aquí estoy, pobre y desnudo, ante Ti
pidiendo tu gracia e implorando tu misericordia.
Alimenta a tu hambriento mendigo,
enciende mi frigidez con el fuego de tu amor
ilumina mi ceguera con la claridad de tu presencia.
Convierte todos los placeres deshonestos en amargura
todo lo pesado o contrario en paciencia
todas las cosas limitadas en desprecio y olvido.
Levanta mi corazón hasta el cielo
y no lo dejes vagar de aquí para allá.
Desde ahora, solo Tú sé mi dulzura para siempre
porque Tú solo eres mi alimento y bebida,
mi amor y mi alegría.
3. Ojalá, por tu presencia, me enciendas totalmente,
me inflames y me transformes en Ti
para ser de un solo espíritu contigo
por la gracia de la unión interior
y por la abundancia de tu amor ardiente.
No dejes que me aparte de Ti ayunando y sediento
sino pórtate conmigo misericordiosamente
como siempre actúas admirablemente con tus santos.
¿Qué tiene de extraño si por Ti me enciendo íntegro
sin acordarme de mí mismo
puesto que Tú eres fuego siempre ardiente y jamás apagado
amor que purifica los corazones e iluminas la inteligencia?
Capítulo: XVII
RECIBIR A CRISTO CON AMOR ARDIENTE Y VEHEMENTE AFECTO
Discípulo:
1. Con la mayor devoción y ardiente amor,
con todo afecto y fervor de corazón
deseo recibirte, Señor,
tal como desearon recibirte en la comunión
muchos santos y personas devotas
que te complacieron por su santidad de vida
y tuvieron muy ardiente devoción.
Dios mío, Amor eterno, todo mi Bien, Felicidad interminable,
ansío recibirte con vehementísimo deseo y dignísimo respeto tal como jamás algún santo tuvo o pudo sentir.
2. Y aunque soy indigno de tener todos estos
sentimientos de devoción, sin embargo te ofrezco todo el afecto de mi corazón
como si solamente yo pudiera tener
todos estos gratísimos deseos inflamados.
Pero todo cuanto puede concebir y desear una mente piadosa, te lo presento y ofrezco con sumo respeto e íntimo fervor.
Nada deseo reservar para mí
sino inmolarte espontánea y gustosamente
a mí mismo y todo lo mío.
Señor Dios mío, Creador mío y Redentor mío,
Con [sic] el mismo afecto, respeto, alabanza y honor;
con la misma gratitud y amor; con la misma fe,
esperanza y caridad deseo hoy recibirte
como te recibió y deseó tu Santísima Madre,
la gloriosa Virgen María, cuando le respondió humilde y devotamente al mensajero
que le anunciaba el misterio de Encarnación:
He aquí la esclava del Señor,
suceda conmigo según tu palabra (Lc 1,38).
3. Y como tu santo Precursor, excelentísimo santo,
Juan el Bautista, saltó de júbilo en tu presencia en el gozo del Espíritu Santo, estando todavía dentro del seno materno
y después de ver a Jesús caminando entre la multitud, humillándose mucho decía con devoto afecto: “El amigo del novio, que está ante él y le oye se alegra mucho al escuchar su voz” (Jn 3,29),
así yo quiero inflamarme con grandes y sagrados deseos
y presentarme ante Ti de todo corazón.
Por eso te ofrezco y dedico
las alegrías íntimas de todas las personas devotas,
sus ardientes afectos, sus ideas brillantes, sus inspiraciones sobrenaturales y visiones místicas con todas las virtudes y alabanzas que celebran todos los seres creados en el cielo y en la tierra,
por mí y por todos los que se han encomendado a mis oraciones para que seas alabado dignamente por todos y seas glorificado perpetuamente.
4. Recibe mis promesas, Señor Dios mío,
y los deseos de infinita alabanza e inmensa bendición que mereces justamente de acuerdo con la inmensidad de tu inexpresable grandeza.
Esto ahora te ofrezco y ofreceré
todos los días y en cada momento
e invito y suplico a todos los espíritus del cielo
juntamente con los fieles, con ruegos y afecto
que se unan a mí para ofrecerte gratitud y alabanzas.
5. Todos los pueblos, las tribus y las razas te alaben
y engrandezcan tu santo y dulce Nombre con la mayor alegría y ardiente devoción.
Todos los que respetuosa y devotamente
celebran tu altísimo Sacramento
y lo reciben con plena fe,
merezcan encontrar tu gracia y misericordia
y rueguen por mí humildemente.
Cuantos hayan podido disfrutar
de la deseada devoción y unión,
y se retiraron de la Sagrada Mesa
llenos de consuelo y admirablemente reconfortados sírvanse acordarse de mí que soy pobre.
Capítulo: XVIII
EVITAR LA EXCESIVA CURIOSIDAD Y ACEPTAR POR LA FE LA PRESENCIA DE CRISTO EN EL SACRAMENTO
Jesucristo:
1. Debes tener cuidado con la curiosa e inútil investigación
de este profundísimo Sacramento,
si no quieres sumergirte en un abismo de dudas.
Quien escruta a la Majestad
quedará oprimido por su esplendor.
Más puede la acción de Dios
que la inteligencia del ser humano.
Es aceptable la piadosa y humilde búsqueda de la verdad
dispuesta siempre a dejarse enseñar
y caminar de acuerdo con las sanas doctrinas de los Padres.
2. Feliz sencillez,
que abandona los caminos de difíciles cuestionamientos y sigue las sendas llanas y seguras
de los mandamientos de Dios.
Muchos perdieron la devoción
al querer escudriñar lo sublime.
La fe te exige una vida sincera
no un alto nivel de inteligencia ni la profundidad en los misterios de Dios.
Si no entiendes ni captas lo que está por debajo de ti,
¿Cómo comprenderás lo que te supera?
Sométete a Dios y humilla tus sentidos a la fe
y se te dará la luz de la ciencia
en la medida que te sea útil o necesaria.
Algunos son tentados seriamente contra la fe en el Sacramento
pero no debe achacarse a ellos sino más bien al enemigo.
No le prestes atención, ni te pongas a discutir
con tus pensamientos
ni respondas a las dudas sugeridas por el Diablo
sino cree en las palabras de Dios, cree en sus santos y Profetas;
entonces huirá de ti el enemigo.
Con frecuencia es muy provechoso
que los servidores de Dios soporten tales cosas.
No tienta a los pecadores e infieles, porque ya los posee seguramente
en cambio de diversas maneras tienta y ofende a los fieles y devotos.
4. Acércate pues, con sencillez e indubitable fe
y llega con suplicante respeto al Sacramento,
y si algo no puedes entender, confíate seguro a Dios que todo lo puede.
Dios no falla,
falla el que cree excesivamente en sí mismo.
Dios camina en compañía de los sencillos
se manifiesta a los humildes
hace comprender a los niños, abre el sentido a los de mente pura
y esconde su gracia a los curiosos y sobreestimados.
La razón humana es limitada y puede equivocarse
en cambio la verdadera fe no puede errar.
5. Todo razonamiento e investigación natural
debe seguir a la fe
no procederla o reprimirla.
Porque la fe y el amor aquí prevalecen
y actúan secretamente en este santísimo y superexcelentísimo Sacramento.
Dios eterno e inmenso y de infinita potencia
realiza obras grandes e inescrutables en el
Cielo y en la Tierra
y no hay forma de investigar las maravillas de sus obras.
Si las obras de Dios pudieran ser comprendidas
fácilmente por la razón humana
no serían llamadas maravillosas ni indescriptibles.