9. La imitación de Cristo (Tomas De Kempis)

 9. La imitación de Cristo (Tomas De Kempis)

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Capítulo: LIV
DIFERENCIA ENTRE LA NATURALEZA Y LA GRACIA
Jesucristo:
1. Hijo, mira con cuidado, los impulsos de la naturaleza y de la gracia
porque son muy diversos y sutiles
y apenas los puede discernir incluso la persona espiritualizada e iluminada interiormente.
Todos desean el bien
y todos pretenden algo bueno en lo que dicen o hacen;
por eso muchos se equivocan por la apariencia del bien.
2. La naturaleza es astuta y atrae a muchos,
los ensalza y engaña,
poniéndose a sí misma como fin;
pero la gracia procede con sinceridad,
se aparta de todo lo malo, no pretende engañar,
y todo lo hace solamente por Dios, en quien descansa finalmente.
3. La naturaleza no acepta de buena gana que la mortifiquen,
no quiere que la presionen ni que la superen,
ni la rebajen o dominen;
pero la gracia procura la propia mortificación,
resiste a la sensualidad, busca estar sometida,
desea que la venzan, no quiere ejercer la propia libertad, ama obedecer y no aspira a mandar a nadie sino vivir, servir y permanecer bajo la mano de Dios, y por Dios, estar preparada para inclinarse humildemente ante cualquier creatura (1P 2,13).
4. La naturaleza trabaja para su propia comodidad
y tiene la mirada puesta en el provecho que le pueda venir de los demás.
La gracia, en cambio, considera,
no lo que pueda ser útil y conveniente para ella
sino lo más provechoso para los demás.
La naturaleza acepta con agrado el homenaje y la reverencia,
la gracia más bien atribuye fielmente a Dios todo honor y gloria.
La naturaleza teme la vergüenza y el desprecio;
la gracia se goza en padecer ofensas
por el nombre de Jesús (Hch 5,41).
La naturaleza ama el ocio y el descanso físico;
la gracia no puede estar ociosa
sino que con gusto se entrega al trabajo.
5. La naturaleza busca tener cosas especiales y hermosas,
aborrece lo vulgar y corriente;
la gracia, en cambio, se deleita con las cosas sencillas y humildes
no deshecha lo menos fino ni rehusa vestirse con ropa usada.
La naturaleza mira lo material, goza del lucro,
se entristece de las pérdidas, se irrita con la menor injuria;
pero la gracia atiende a lo eterno, no se adhiere a lo material; no se desconcierta cuando pierde algo, ni se exaspera por las palabras duras porque puso su tesoro en el Cielo donde nada se pierde.
6. La naturaleza es avara y con más gusto recibe que da,
ama lo propio y exclusivo;
la gracia es piadosa y comparte
porque juzga que hace más feliz dar que recibir (Hch 20,35).
La naturaleza inclina hacia las criaturas,
hacia la propia satisfacción
hacia la vanidad y la conversación insustancial;
pero la gracia nos lleva a Dios y a las virtudes,
renuncia a lo creado, se aparta de lo mundano,
odia los deseos deshonestos, reprime las divagaciones y se avergüenza de aparecer en público.
La naturaleza recibe de buena gana cualquier placer
en que se deleitan los sentidos,
pero la gracia busca satisfacerse solamente en Dios
y deleitarse en el sumo Bien sobre todas las cosas visibles.
7. La naturaleza todo lo hace por lucro y por propia conveniencia,
nada puede hacerlo gratis sino que espera conseguir lo mismo o más,
o si no, alabanza o reconocimiento por el bien que hace
y desea que sus gestos o dones sean bien ponderados
pero la gracia ninguna cosa temporal busca
ni pide otro premio sino sólo a Dios
y sólo quiere de lo material lo que le puede ser necesario para conseguir lo eterno.
8. La naturaleza se alegra de la multitud de amigos y allegados,
se ufana del lugar de origen y del linaje,
es obsecuente con los poderosos, adula a los ricos, aplaude a los iguales;
la gracia, en cambio, ama a los enemigos, no se engríe por la cantidad de amigos ni considera el lugar o el linaje si en eso no hay mayor virtud;
favorece más a los pobres que a los ricos,
se acomoda más con el inocente que con el poderoso; se congratula con los veraces, no con los mentirosos; anima siempre a los buenos para que compitan por gracias mayores y para que se identifiquen por las virtudes con el Hijo de Dios.
9. La naturaleza pronto se queja
por las carencias y molestias
la gracia sabe sobrellevar la escasez.
La naturaleza todo lo dirige a sí misma
y por sí misma lucha y arguye;
la gracia dirige todas las cosas a Dios
de donde brotan espontáneamente
nada bueno se adscribe ni se atribuye con arrogancia, no compite ni prefiere su parecer al ajeno sino que en todo dictamen y opinión se somete a la sabiduría eterna y al divino examen.
La naturaleza apetece saber los secretos y enterarse de novedades,
quiere aparecer en público y experimentar muchas cosas con los sentidos,
desea ser conocida y hacer lo que le produzca felicitaciones y admiración;
pero la gracia no se preocupa de oír novedades o curiosidades porque todo esto proviene de la maldad original y no hay nada nuevo ni permanente sobre la Tierra.
10. Así, enseña a controlar los sentidos,
a huir de la inútil complacencia y ostentación,
a esconder con humildad lo que podría ser digno
de alabanza y admiración
y a buscar en todas las cosas y en todos los conocimientos la verdadera utilidad además de la alabanza y el honor de Dios.
No quiere que se hable de ella ni de sus cosas
sino que desea bendecir a Dios por sus dones
que otorga por puro amor.
Esta gracia es luz sobrenatural
y como un especial obsequio de Dios
y propiamente la marca de los elegidos y prenda de la eterna salvación que eleva al ser humano de lo terreno a amar lo superior y de materialista lo hace espiritual.
Así que mientras más se controla y domina a la naturaleza
tanto mayor gracia se obtiene
y cada día es perfeccionado el ser interno con nuevas visitas según la imagen de Dios.

Capítulo: LV
DEGENERACIÓN DE LA NATURALEZA Y EFICACIA DE LA GRACIA DIVINA
Discípulo:
1. Señor Dios mío,
que me creaste según tu imagen y semejanza, concédeme la gracia
que has mostrado tan grande y necesaria para la salvación;
de vencer a mis pésimos impulsos naturales
que me llevan al pecado y a la perdición,
porque siento en mi ser el poder del pecado que contradice al poder de mi espíritu (Rm 7,23)
y me conduce cautivo a obedecer a la sensualidad en muchas cosas
y no puedo resistir a sus pasiones sin la ayuda de tu santísima gracia
ardientemente derramada en mi corazón.
2. Es necesaria tu gracia,
y gracia muy grande para vencer a la naturaleza
siempre proclive al mal desde su adolescencia (Gn 8,21).
Porque caída y viciada por el pecado
a causa de Adán, el primer ser humano,
desciende sobre todos los demás seres humanos
la culpa de esta mancha
de manera que la misma naturaleza, creada por Ti
buena y recta se presenta degenerada por el vicio y la debilidad porque la misma tendencia que le ha quedado la arrastra al mal y a lo inferior.
La pequeña fuerza que aún conserva
es como una chispita oculta en la ceniza;
ésta es la razón natural, rodeada de gran oscuridad
pero capaz todavía de juzgar lo bueno y lo malo
y de discernir lo verdadero y lo falso,
pero impotente para realizar lo que aprueba,
carente de la plena luz de la verdad y de sanos afectos.
3. De aquí proviene, Dios mío,
que me complazca en tu ley según el hombre interior (Rm 7,25)
sabiendo que tus mandamientos son buenos, justos y santos, y reconociendo también que se debe huir de todo mal y pecado;
pero con mi naturaleza sirvo al poder del pecado obedeciendo más a la sensualidad que a la razón.
De aquí que quiero adherirme al bien
pero no encuentro cómo practicarlo.
De aquí que propongo con frecuencia hacer muchas obras buenas
pero porque me falta la gracia que ayude a mi debilidad retrocedo y caigo por la menor oposición.
De aquí ocurre que conozco el camino de la perfección
y veo muy claramente cómo debo actuar
pero oprimido por el peso de la propia degeneración no me elevo hacia lo más perfecto.
4. ¡Qué enormemente necesaria es para mí, Señor, tu gracia;
para comenzar lo bueno, continuarlo y completarlo porque sin Ti, nada puedo hacer
y todo lo puedo en Ti, ayudándome tu gracia! (Flp 4,13).
¡Verdadera gracia del Cielo
sin la que nada son los propios méritos
ni se ha de estimar en algo las facultades naturales!
Nada las habilidades, nada las riquezas, nada la belleza ni el poderío,
nada el ingenio ni la elocuencia vale ante Ti, Señor sin la gracia.
Porque las facultades naturales son comunes a los buenos y a los malos
pero la gracia o caridad es don propio de los escogidos con la cual les haces dignos de la Vida Eterna.
Tan excelente es esta gracia
que ni el don de profetizar, ni el de hacer milagros,
ni la más sublime contemplación
puede estimarse en algo sin ella.
Porque ni la fe, ni la esperanza, ni las otras virtudes
son aceptables para Ti sin caridad y gracia.
5. Santísima gracia, que al pobre de espíritu
lo haces rico en virtudes,
y al rico en muchos bienes
lo conviertes en humilde de corazón:
ven, desciende a mí, lléname pronto de tu consolación,
no vaya a ser que decaiga mi alma por el cansancio y la aridez de mi mente.
Te imploro, Señor, que me mires con benevolencia
porque a mí me basta tu gracia
aunque no obtenga las demás cosas que desea la naturaleza.
Por más que sea tentado y atormentado por muchas tribulaciones,
no temeré los males
mientras tu gracia está conmigo.
Ella es mi fortaleza,
ella me aconseja y ayuda.
Ella es más poderosa que todos los enemigos
y más sabia que todos los sabios.
6. Es maestra de la verdad, docente de la disciplina,
luz del corazón, consuelo de la aflicción,
espanta la tristeza, quita el temor, alimenta la devoción, produce lágrimas de consolación.
¿Qué soy sin ella sino un tronco seco,
una rama inútil que se deshecha?
Te ruego, Señor, que tu gracia me prevenga y me siga
para que siempre esté dispuesto para las buenas obras por Jesucristo Tu Hijo.Así sea.

Capítulo: LVI
DEBEMOS RENUNCIAR A NOSOTROS MISMOS E IMITAR A CRISTO POR LA CRUZ
Jesucristo:
1. Hijo, mientras más puedas salir de ti
más podrás pasarte a Mí.
Como no desear nada exterior produce paz interior
así abandonarse internamente a Dios.
Quiero que aprendas la perfecta abnegación de ti mismo en mi voluntad,
sin contradicciones ni queja.
Sígueme a Mí. Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6).
Sin camino no hay por donde ir,
sin verdad no hay conocimiento,
sin vida no se vive.
Yo soy el Camino que debes seguir
la Verdad que debes creer,
la Vida que debes esperar.
Yo soy el Camino que no se interrumpe,
Verdad infalible,
Vida interminable.
Yo soy Camino rectísimo,
Verdad suprema,
Vida verdadera, Vida santa, Vida increada.
Si permaneces en mi camino, conocerás la verdad
y la verdad te librará (Jn 8,32)
y conseguirás la Vida Eterna.
2. Si quieres entrar a la vida
obedece mis mandamientos (Mt 19,17)
Si quieres conocer la verdad
cree en Mí.
Si quieres ser perfecto
vende todo lo que tienes (Mt 19,21).
Si quieres ser mi discípulo
renuncia a ti mismo (Mt 16,24).
Si quieres poseer la vida feliz
no des tanto valor a la vida presente.
Si quieres ser elevado en el Cielo
humíllate en el mundo.
Si quieres reinar Conmigo,
lleva mi cruz.
Únicamente los servidores de la cruz
encontrarán el camino de la felicidad y la verdadera luz.
Discípulo:
3. Señor Jesús, puesto que tu vida fue dura y despreciada en el mundo,
concédeme imitarte en despreciar al mundo.
Porque el servidor no es superior a su Señor,
ni el discípulo superior a su maestro (Mt 10,24).
Ejercítese tu servidor en vivir como Tú
porque en esto está la salvación y la verdadera santidad.
Cualquier cosa que leo o escucho fuera de esto no me alegra ni me gusta completamente.
Jesucristo:
4. Hijo, tú sabes y has leído todas estas cosas,
serás santo si las realizas.
Quien recibe mis mandamientos y los cumple es el que me ama
y Yo lo amaré y me manifestaré Yo mismo a él (Jn 14,21)
y haré que se siente junto a Mí en el reino de mi Padre.
Discípulo:
5. Señor Jesús, como dijiste y prometiste,
así se haga y que yo lo merezca.
Recibí, recibí de tus manos la cruz;
la he llevado y la llevaré hasta la muerte
tal como me la impusiste.
Verdaderamente, la vida del buen religioso es una cruz
pero conduce al Paraíso.
Hemos empezado, no está permitido retroceder, ni conviene cambiar de dirección.
6. Vamos hermanos, avancemos juntos,
Jesús estará con nosotros.
Por Jesús hemos aceptado esta cruz,
por Jesús perseveremos en ella.
Él nos ayudará porque es nuestro Jefe
y nuestro modelo.
Nuestro Rey camina delante de nosotros
y peleará por nosotros.
Sigámoslo valerosamente, nadie tenga temor,
estemos dispuestos a morir con ánimo en la batalla
y no manchemos nuestro honor con el delito de huir de la cruz.

Capítulo: LVII
NO HAY QUE DESANIMARSE MUCHO SI SE CAE EN ALGUNAS FALTAS
Jesucristo:
1. Hijo, más me complace
paciencia y humildad en la adversidad
que mucho entusiasmo y devoción en la prosperidad.
¿Por qué te apena una pequeña cosa dicha contra ti?
Aunque fuera mayor,
no debería conmoverte.
Pero ahora, déjala pasar.
No es la primera, ni nueva,
ni será la última mientras vivas.
Eres muy valiente
cuando nada adverso te ocurre.
Aconsejas bien, y sabes alentar a otro con tus palabras
pero cuando llega a tu puerta una repentina dificultad te falta criterio y esfuerzo.
Mira tu gran fragilidad
que experimentas en cada paso en pequeñas circunstancias.
Sin embargo, redunda en tu provecho
cuando suceden estas u otras cosas semejantes.
2. Apártala de tu corazón como mejor sepas
y, si llegó a tocarte,
no permitas que te afecte ni implique por mucho tiempo.
Al menos sopórtala pacientemente
si no puedes alegremente.
Y si oyes algo contra tu gusto y sientes indignación,
contrólate,
y no permitas que salgan de tus labios
palabras inconvenientes que escandalicen a los inocentes.
Pronto se serenará tu excitada alteración
y la amargura interna se endulzará
con el retorno de la gracia.
Por mi vida, dice el Señor, estoy listo a ayudarte
y para consolarte más de lo acostumbrado
si confías en Mí y me invocas con devoción.
3. Anímate, pues,
y prepárate para soportar mayores cosas.
No está todo perdido,
si con frecuencia te sientes angustiado o tentado seriamente.
Eres ser humano, y no Dios.
Tienes naturaleza humana, no de ángel.
¿Cómo puedes permanecer siempre en un mismo estado de virtud
cuando le faltó al ángel en el Cielo y Adán en el paraíso?
Yo soy quien levanto saludables a los enfermos
y atraigo hacia mi Divinidad
a los que reconocen sus debilidades.
Discípulo:
4. Señor, benditas sean tus palabras
más dulces que la miel y el panal en mi boca (Sal 18,11).
¿Qué haría en mis múltiples dificultades y angustias
si Tú no me reconfortaras con tus santas palabras?
Con tal que llegue por fin al puerto de salvación
¿Qué importancia tiene lo que haya padecido?
Dame un buen fin,
dame una feliz salida de este mundo.
Acuérdate de mí, Dios mío,
y dirígime por el camino recto a tu Reino.
Así sea.

Capítulo: LVIII
LO QUE ES SUPERIOR A NUESTRA CAPACIDAD NO DEBE ESCUDRIÑARSE
Jesucristo:
1. Hijo, no te atrevas a discutir
de los asuntos superiores y de los ocultos juicios de Dios
porqué uno es desamparado y otro recibe tantas gracias,
porqué este es oprimido y el otro tan prestigiado.
Estas cosas exceden las facultades humanas
y no sirve ningún razonamiento o discusión
para investigar el juicio de Dios.
Cuando te sugiera esto el enemigo
o algunas personas curiosas te preguntan
responde con el Profeta: Eres justo, Señor y es justo tu juicio (Sal 119,137)
y di: Tus juicios son verdaderos, Señor
y justificados en sí mismos, deben ser respetados, no discutidos
porque son incomprensibles para el intelecto humano.
2. No te pongas a inquirir o discutir
sobre los méritos de los santos,
quién es el más santo o quién es superior en el Reino de los Cielos.
Estas cosas generan con frecuencia pugnas y contiendas inútiles
porque alimentan la sobrevaloración y la vanagloria de donde nacen envidias y disensiones cuando uno quiere preferir a un santo y otro a otro santo.
Esforzarse por querer saber estas cosas
no produce ningún bien
sino más bien desagrada a los santos
porque no soy Dios de disensiones sino de paz
que consiste más en la verdadera humildad
que en la propia preponderancia.
3. Algunos, con el ímpetu del afecto,
son atraídos por unos santos y no por otros,
pero esto es criterio humano y no divino.
Yo soy quien ha hecho a todos los santos.
Yo concedí la gracia;
Yo otorgué la gloria.
Yo supe los méritos de cada uno
y los previne con las bendiciones de mi bondad;
Yo conocí a mis amados antes de todos los siglos
Yo les elegí a ellos del mundo (Jn 15,16), no me eligieron ellos a Mí.
Yo los llamé por gracia, los atraje por misericordia.
Yo los conduje a ellos a través de diversas tentaciones,
Yo los llené de magníficas consolaciones,
Yo les di perseverancia,
Yo premiaré su paciencia.
4. Yo conozco al primero y al último,
Yo abrazo a todos con inestimable amor.
Yo debo ser alabado en todos mis santos,
Yo debo ser bendecido sobre todo y honrado en cada uno,
porque así los engrandecí y predestiné gloriosamente sin haber precedido algún mérito suyo.
Por eso, quien desprecia a alguno de mis pequeños,
no honra a los grandes
porque yo hice al pequeño y al grande.
Y quien anula a algún santo,
me anula a Mí y a todos los demás en el Reino de los Cielos.
Todos son uno por el vínculo de la caridad,
piensan lo mismo, quieren lo mismo
y todos se aman entre sí.
5. Y todavía más, porque hay mucho más:
me aman a Mí más que a sí mismos y a sus méritos.
Porque, más allá de sí mismo y libres de su propio amor
se pasan del todo al mío en el que descansan con gran gusto.
Nada hay que los pueda apartar o deprimir
porque llenos de verdad eterna arden en el fuego
de una inextinguible caridad.
No hablen, pues, las personas sin espíritu y embrutecidas
ni discutan del estado de los santos
porque lo único que saben es amarse a sí mismas.
Quitan y ponen según sus inclinaciones,
no como agrada a la eterna Verdad.
6. En muchos existe ignorancia;
principalmente en quienes, poco iluminados,
con dificultad saben amar a alguno con perfecto amor espiritual;
mucho los guía todavía el afecto natural y la amistad humana hacia uno u otro
y como se comportan en las cosas presentes,
imaginan las eternas.
Pero hay una grandísima diferencia
entre los que piensan los imperfectos
y lo que saben los iluminados por revelación superior.
7. Cuídate pues, hijo, de referirte a estas curiosidades que exceden tu capacidad;
más bien esfuérzate y aunque sea,
trata de encontrarte como el menor en el Reino de los Cielos.
Y así alguien supiera quien es el más santo o el más importante en el Reino de los Cielos
¿de qué le serviría saberlo si no se humilla ante Mí por este conocimiento
y no se levanta a alabar con más entusiasmo mi Nombre?
8. Es mucho más agradable para Dios
quien piensa en la enormidad de sus maldades
y la pequeñez de sus virtudes,
y a qué distancia se encuentra de la perfección de los santos
que quien discute cuál es el mayor o menor santo.
Es mejor rogar a los santos con devotas oraciones y lágrimas
e implorar humildemente su gloriosa protección
que escudriñar sus secretos con inútil investigación.
Ellos están completamente satisfechos
si las personas saben contentarse y controlar sus habladurías.
No se engríen de sus propios méritos
porque no se asignan alguna bondad
sino todo a Mí
porque Yo les di cuanto tienen con infinita caridad.
Tan llenos están de tanto amor de Dios
y gozo superabundante,
que no les falta nada de gloria
ni pueden desear mayor felicidad.
Todos los santos, cuanto más altos están en la gloria,
más humildes son en sí mismos
y viven más cercanos a Mí, y más queridos.
Por eso está escrito que depusieron sus coronas ante Dios y cayeron de bruces ante el Cordero
y adoraron al Viviente por los siglos de los siglos (Ap 4,10).
9. Muchos preguntan cuál es el mayor en el Reino de los Cielos
e ignoran si serán dignos de ser contados entre los menores.
Gran cosa es ser en el Cielo siquiera el menor,
donde todos son tan grandes,
porque a todos se les llamará hijos de Dios y lo serán.
El menor será grande entre mil (Is 60,22)
y el pecador de cien años morirá (Is 65,20).
Cuando los discípulos preguntaron: “¿quien es el mayor en el Reino de los Cielos?”,
oyeron esta respuesta:
“Si no se hacen y se convierten como niños
no entrarán en el Reino de los Cielos”.
Cualquiera que se humille como este niño
será el mayor en el Reino de los Cielos (Mt 18,3-4).
10. ¡Desgraciados los ricos que tienen aquí sus satisfacciones,
porque cuando entren los pobres en el Reino de los Cielos
ellos se quedarán afuera dando alaridos!
¡Alégrense, sufridos y gócense, pobres,
porque es de ustedes el Reino de Dios
si caminan en la verdad!

Capítulo: LIX
TODA ESPERANZA Y CONFIANZA SE DEBE PONER SÓLO EN DIOS
Discípulo:
1. Señor, ¿cuál es mi confianza
que tengo en esta vida?
o ¿cuál es mi mayor satisfacción
de todas las que aparecen bajo el cielo?
¿Acaso no eres Tú, Señor y Dios mío,
cuya misericordia no tiene fin?
Donde estás Tú, allí está el Cielo.
Prefiero ser pobre por Ti
que rico sin Ti.
Elijo peregrinar contigo por la tierra
que sin Ti poseer el Cielo.
Donde estás Tú, allí está el cielo
y allí está la muerte y el infierno
donde Tú no estás.
Tú eres mi deseo
y por eso no cesaré de gemir, clamar y rogar por Ti.
En nadie finalmente puedo confiar del todo
para que me auxilie en las necesidades oportunamente sino en Ti solo, Dios mío.
Tú eres mi esperanza,
Tú eres mi confianza,
Tú eres mi consuelo siempre fiel en todo.
2. Todos buscan su interés (Flp 2,21).
Tú únicamente pretendes mi salvación y mi provecho,
y todas las cosas las conviertes en bien para mí.
Y aunque me expongas a diversas tentaciones y adversidades todo lo diriges a mi utilidad
porque acostumbras a probar de mil maneras a tus escogidos.
En esta prueba no debes ser menos querido y alabado
que si me llenaras de consolaciones celestiales.
3. En Ti, pues, Dios mío, pongo toda mi esperanza y mi protección;
en Ti dejo toda mi tribulación y angustia,
porque encuentro débil e inestable
todo lo que miro fuera de Ti.
Porque no me servirán muchos amigos,
ni podrán ayudarme defensores poderosos,
ni prudentes consejeros me darán respuestas convenientes,
ni me consolarán los libros de los maestros,
ni me librará alguna valiosa fórmula,
ni me protegerá algún lugar secreto y agradable,
si Tú mismo no me asistes, ayudas, reconfortas, consuelas, instruyes y defiendes.
4. Todas las cosas que parecen conducir a la paz y a la felicidad,
si Tú faltas, nada son,
y de verdad ninguna felicidad producen.
Por tanto, el fin de todos los bienes,
el objetivo de la vida
y la profundidad del conocimiento eres Tú
y esperar en Ti sobre todas las cosas
es el segurísimo descanso de tus servidores.
A Ti se dirige mi mirada,
en Ti confío, Dios mío, Padre de las misericordias.
Bendíceme y santifícame con la bendición del Cielo
para que yo sea tu santa habitación
y el trono de tu gloria,
y para que no se encuentre en este templo tuyo
nada que ofenda los ojos de tu Majestad.
Conforme con la magnitud de tu bondad
y la abundancia de tus misericordias,
mírame,
y escucha la oración de tu pobre servidor
desterrado lejos en la región oscura de la muerte.
Protégeme y consérvame entre tantos peligros
de ésta vida que se acaba
y acompañado con tu gracia
dirígeme por el camino de la Paz a la patria de la Eterna Claridad. Amén.

PARTE CUARTA
EL SACRAMENTO EUCARÍSTICO
“Vengan a mí todos los que están cansados
por el esfuerzo y agobiados, porque yo les aliviaré”.
dice el Señor (Mt 11,28).
“El pan que yo les daré es mi cuerpo,
para que el mundo viva” (Jn 6,51)
“Reciban y coman:
Este es mi cuerpo que por ustedes se entrega;
hagan esto en mi conmemoración” (Mt 26,26)
(Lc 22,19)
“El que come mi carne y toma mi sangre,
permanece en mí y yo en él” (Jn 6,56)
“Las palabras que les he dicho son espíritu y vida” (Jn 6,63).

Capítulo: I
MÁXIMO RESPETO AL RECIBIR A CRISTO
Discípulo:
1. Éstas son tus palabras, Cristo, Eterna Verdad,
aunque no las dijiste en el mismo tiempo
ni luego se escribieron en un solo lugar.
Pero porque tuyas son, y verdaderas
te las agradezco y a todas ellas las recibo con fe.
Son tuyas porque tú las proclamaste
pero también son mías
porque las dijiste para mí.
Con gusto las recibo de tus labios
para introducirlas profundamente en mi corazón.
Animan palabras tan piadosas
llenas de bondad y amor.
Pero me atemorizan mis propias maldades
y mi conciencia manchada se resiste a recibir
misterio tan grande.
2. Ordenas que llegue a ti confiadamente
si quiero participar contigo
y que reciba este alimento inmortal
si deseo obtener vida y gloria eterna.
Dices: “Vengan a mí todos los que están cansados
por el esfuerzo y agobiados
porque yo los aliviaré”. (Mt 11,28).
¡Con qué agradables y amistosas palabras
para los oídos de un pecador,
invitas tú, Señor Dios mío al necesitado y pobre
a la comunión de tu Santísimo Cuerpo!
Pero ¿quién soy yo, Señor
para que me atreva a acercarme a ti?
Todo el cielo no es suficiente para darte cabida
y tú dices: ¡Vengan a mí!
3. ¿Qué quiere decir esta bondadísima atención
y esta invitación tan amigable?
¿Cómo voy a atreverme yo a venir
si no encuentro nada en mi conciencia
de lo que pueda enorgullecerme?
¿Cómo voy a invitarte a entrar en mi casa
habiendo ofendido tu presencia tantas veces?
Te reverencian los ángeles y arcángeles,
se atemorizan los santos y justos,
y tú dices ¡Vengan a mí todos!
Si no fuera, Señor, porque tú lo dices
¿quién creería que es cierto?
Y si Tú no ayudaras
¿quién intentaría acercarse?
4. Hasta el mismo Noé, persona justa,
trabajó cien años fabricando el arca
para poderse salvar con pocos
y yo ¿cómo podré prepararme en una hora
para recibir con el mayor respeto
a quien fabricó el Universo?
Moisés, tu gran servidor y especial amigo tuyo
hizo un arca con maderas finísimas
y la recubrió con el oro más puro,
para colocar dentro de ella las tablas de la ley.
Y yo, ser despreciable
¿me atreveré tan fácilmente a recibirte a ti,
hacedor de la ley y Dador de la vida?
Salomón, el sabio rey de Israel,
demoró 7 años en edificar un templo en tu honor
y durante 8 días festejó su consagración
ofreció mil sacrificios en señal de paz contigo
y colocó solemnemente el Arca de la Alianza
en medio del clamor de las trompetas y del júbilo;
Y yo, infeliz y pobrísimo
¿cómo voy a invitarte a entrar en mi casa
si apenas aprendía pasar media hora con devoción?
¡y ojalá que alguna vez emplease bien media hora!
5. Dios mío, ¿qué cosa no hicieron ellos para agradarte?
¡Qué poco es lo que yo hago!
¡Qué mal empleo el corto tiempo
que dedico a prepararme a recibirte!
Rara vez estoy de verdad recogido
y rarísima vez me libero de toda distracción.
Y claro está, en la saludable presencia de tu Divinidad
no debería ocurrírseme ningún pensamiento indecente ni pensar en alguna otra cosa ya que voy a brindar hospitalidad, no a un ángel, sino al Señor de los Ángeles.
6. Por supuesto, hay gran distancia entre el Arca de la Alianza con su contenido
y tu Purísimo Cuerpo con sus indescriptibles virtudes,
entre esos sacrificios de la antigua ley que simbolizan los futuros,
y la verdadera ofrenda de tu Cuerpo
que da sentido a todos esos antiguos sacrificios.
7. ¿Por qué, pues, no me enciendo ante tu presencia?
¿Por qué no me preparo con mayor solicitud a tu Santa Comunión
cuando todos esos santos y profetas de antaño,
reyes y gobernantes con el pueblo entero
demostraron tan afectuosa disposición para el culto divino?
8. El rey David bailó con todas sus fuerzas ante el Arca de la Alianza
conmemorando los beneficios que en tiempo pasado habías otorgado a sus antecesores,
Compuso diversas melodías,
creó salmos y mandó que se cantasen con alegría;
el mismo, inspirado por el Espíritu Santo,
los acompañó frecuentemente con instrumentos,
enseñó al Pueblo de Israel a festejar a Dios de corazón,
a bendecirlo y manifestarlo con voces armoniosas.
Si entonces era tan grande la disposición y el afán de festejar a Dios ante el Arca de la Antigua Alianza
¿Cómo deberá ser ahora para mí y todo el pueblo cristiano
el respeto y devoción en presencia del Sacramento
en el que se recibe el incomparable Cuerpo de Cristo?
9. Muchos emprenden peregrinaciones a diversos lugares
para visitar los sitios donde se encuentran los restos de los santos,
Y maravillados escuchan sus historias,
admiran la arquitectura de los grandes santuarios
inspeccionan y veneran los huesos de los santos
envueltos en sedas y oro.
¡Y Tú Dios mío, Santísimo, Creador de la Humanidad y Señor de los Ángeles,
te encuentras aquí mismo, en el altar, junto a mí!
Con frecuencia las personas realizan tales visitas por la novelería
y por la curiosidad de apreciar cosas que nunca han visto.
Y esto les sirve de poco para reformarse
principalmente cuando lo hacen por motivos superficiales sin intención seria de reformarse.
En cambio aquí, en el Sacramento del Altar
estás todo presente, mi Dios y verdadero Hombre Cristo Jesús.
Y en este lugar sí se cosechan frutos abundantes de salud eterna
cada vez que se quiere recibirlos con dignidad y devoción.
A esto, de verdad, no nos empuja alguna ligereza, curiosidad o sensiblería
sino la sólida fe, la decidida confianza y el sincero amor.
10. Creador Invisible del Universo, Dios mío,
¡qué maravillosamente haces todo para nosotros!
¡Con cuánta delicadeza y condescendencia te portas con tus elegidos
ofreciéndote en el Sacramento para que te reciban!
Esto de verdad, supera toda capacidad intelectual
y por lo mismo atrae especialmente las voluntades de las personas creyentes
y enciende su afecto.
Los que sinceramente son fieles a ti, y están dispuestos a reformar toda su vida,
reciben de este excelente Sacramento la gracia de una excelente disposición de voluntad y amor a la virtud.
11. ¡Qué admirable y escondido poder del Sacramento que sólo conocen los fieles a Cristo
y no pueden experimentar los incrédulos o los que te sirven mal!
En este Sacramento se otorga la gracia del Espíritu
se restituye la virtud perdida y nuestro interior recobra la belleza deformada por el pecado.
Esta gracia es tan abundante, algunas veces,
que con los bienes que otorga no sólo la mente recibe provecho
sino hasta el cuerpo débil siente aumentar su vitalidad.
12. Sin embargo, debemos arrepentirnos y apenarnos mucho por nuestra tibieza y negligencia
porque no sentimos atracción mayor a recibir a Cristo en quien se sustenta toda la esperanza y mérito de los que se salvarán.
El mismo es nuestra santificación y redención
es descanso de los peregrinos y eterno gozo de los santos.
También debe causarnos tristeza el hecho de que tantos presten tan poca atención a este misterio de la Salvación
que alegra al Cielo y conserva todo el Universo.
¡Qué ceguera y dureza del corazón humano
que muchos no atienden más a este inexplicable
Obsequio y diariamente cometen el enorme error de descuidarlo!
13. Si el Misterio de este santísimo Sacramento se celebrase en un solo lugar y fuese consagrado por un solo ministro en el mundo
¿con qué deseo crees que todas las personas se dirigirían a ese lugar y a ese celebrante para poder participar de los divinos Misterios?
Ahora, en cambio, hay muchos ministros del Altar y en muchas partes se ofrece Cristo
para que mejor se manifieste la bondad y el amor
de Dios a las personas
en la medida que se extiende por el mundo la Sagrada Comunión.
Te agradezco, Jesús Bueno, Pastor Eterno
porque a nosotros, pobres y desterrados,
has querido nutrirnos con tu precioso Cuerpo y Sangre.
E invitarnos también a recibir estos Santos Misterios diciendo con tus propias palabras:
“Vengan a mí todos los que están cansados por el esfuerzo y agobiados,
porque yo los aliviaré” (Mt 11,28).

Capítulo: II
MANIFESTACIÓN DE LA BONDAD Y CARIDAD DE DIOS EN LA SANTA CENA

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