El mandamiento del amor es la plenitud de la oración
Toda elevación del corazón que apunta directamente a este Dios, es oración. Y la plenitud pura de esta oración en la que el hombre, cara a Dios, lo consuma todo en uno, en cuanto le es posible, tiene por nombre amor cristiano. El mandamiento del amor no sólo es la plenitud de la ley, sino también la plenitud de la oración. En esta oración no pronuncia ya el hombre ante Dios una particular intención: una súplica, una confesión de su pecado, una alabanza de las divinas perfecciones. Se pronuncia a sí mismo en una entrega total a Dios, se sumerge en el amor a Él, en la medida en que el hombre puede anegarse y perderse en Dios. Y por ello en esa oración reza y dice el hombre de Dios lo más alto que puede de Él positivamente decir. Que es Él el sólo digno de ser amado con todas las fuerzas, sin reservas, sin condiciones, con amor eterno.
Rahner, Karl, De la necesidad y don de la oración, Ediciones Mensajero, Bilbao, 2004, p. 44.