¿Qué necesidad hay de los vestidos de ceda?


Bueno es conquistar, pero no lo perecedero sino el reino de los cielos. Los violentos lo arrebatan (Mt 11, 12). No podremos alcanzarlo con pereza, sino con diligencia. ¿Qué quiere decir <violentos>? Que se necesita mucha energía (el camino es estrecho) y que hace falta un alma joven y valerosa. Los que arrebatan quieren ir por delante de todos, a nada atienden, ni a la condena, ni a la acusación, ni al suplicio. Se preocupan de una sola cosa, de apoderarse de lo que quieren arrebatar y de superar a los que se hayan delante. Arrebatemos entonces el reino de los cielos. Aquí arrebatar no es culpa, sino alabanza. Por el contrario, oprobio es no arrebatar. Aquí nuestra riqueza no surge del daño ajeno.
Esforcémonos, por tanto, en arrebatarlo. Si la ira, si la concupiscencia es un obstáculo, hagamos violencia a la naturaleza, seamos más mansos, fatiguémonos un poco para que reposemos para siempre. No arrebates el oro, arrebata aquella riqueza que revela al oro como barro. Porque dime, si tuvieras por delante plomo y oro, ¿de qué te apoderarías? ¿No es evidente que del oro? Por consiguiente, cuando el que arrebata es castigado, tu estimas en más lo que tiene más valor, y, en cambio, cuando el que roba es honrado, desprecias lo que vale más. Si en ambos casos se castigara, ¿no obrarías de este modo? Más aquí nada de esto sucede, si no es la bienaventuranza.
¿Cómo es posible robar? Tira lo que tienes en las manos. Mientras retengas eso, no podrás conquistar lo otro. Imagina a un hombre con las manos llenas de plata: ¿podrá acaso, mientras la tenga, apoderarse del oro si primero no la arroja y no tiene las manos libres? Es necesario que el ladrón esté expedito de forma que no sea apresado. Alrededor de nosotros corren fuerzas contrarias para hacernos su presa. Huyamos de ellas, huyamos sin dejarles ningún asidero. Cortemos las cuerdas, quedemos desnudos de las cosas terrenas. ¿Qué necesidad hay de los vestidos de ceda? ¿Hasta cuándo hemos de estar en cosas tan ridículas? ¿Hasta cuando extraeremos oro?

Juan Crisóstomo, Homilias sobre el evangelio de San Juan / 2 Ed. Ciudad Nueva, Madrid, 1997, p. 262.

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