Concédeme independizarme de los consuelos humanos y divinos si me impiden hacer la santa voluntad de Dios

Jesús, Señor mío. Acompáñame siempre y donde quiera. Que yo sea capaz de independizarme de los consuelos humanos. Y que si también es tu voluntad que de vez en cuando me sean negados los consuelos divinos, concédeme la gracia de aceptar también en esto la santa voluntad de Dios. Y que recuerde siempre que “El señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia, y no está siempre acusando, ni guarda rencor perpétuo ni nos trata como merecen nuestros pecados (Sal 102, 9).
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.” (Sal 32).

De Kempis, Tomas, La imitación de Cristo, 3,160a ed., Apostolado Bíblico Católico, p. 221.

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