La oración de Jesucristo es nuestra enseñanza

Si Jesucristo es la respuesta a nuestra pregunta, su oración es nuestra enseñanza.

Tres palabras de su oración condensan esta enseñanza: la palabra de la oración realista; la palabra de la confianza en lo Alto; la palabra de la entrega incondicional.

Jesús pronuncia la palabra de la oración realista: «Pase de Mí este cáliz.» Pide con toda el ansia del hombre acosado por la angustia y el pavor. Suplica así bajo el angustioso sudor de sangre; suplica bajo la aniquilante congoja de la muerte. No pide cosas sublimes, celestiales, sino lo ínfimo, lo terreno, pero lo más precioso para nosotros: la vida; que pase de Él el tormento corporal y la afrenta de la ejecución.

Su plegaria es de celestial confianza: «Sabía que Tú siempre me escuchas» (Jn 11,42).

Su oración es una oración de total e incondicional entrega: «Mas no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Tan incondicional es su entrega, que abandonado de Dios, fracasado y martirizado en el tormento de la cruz, en trance de expirar, entrega confiado su alma en las manos del Padre.

Y ¿cómo se armonizan en un acorde estas tres palabras en su alma? Jesús lucha con la voluntad de Dios hasta la sangre, y, sin embargo, se ha entregado totalmente a Él. Alza su grito de angustia, y al mismo tiempo se siente íntimamente seguro de ser escuchado. Sabe que es siempre y en todo oído, y no quiere, sin embargo, hacer otra cosa que la inescrutable voluntad de Dios. Ora y suplica con cruento fervor por su vida, y su oración por su vida no es con todo otra cosa que una ofrenda de su vida a la muerte.

Rahner, Karl, De la necesidad y don de la oración, Ediciones Mensajero, Bilbao, 2004, p. 80.

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