La voluntad de Dios
El Espíritu Santo nos enseña no sólo a cumplir activamente la voluntad de Dios tal como el precepto nos lo indica, sino también a aceptar de buen grado la voluntad de Dios en los acontecimientos providenciales que escapan a nuestro control.
En suma, toda la vida cristiana consiste en buscar la voluntad de Dios con fe amorosa y poniendo por obra aquella divina voluntad con amor fidedigno.
… La voluntad de Dios, por tanto, se le manifiesta al cristiano sobre todo en el mandamiento de amar. Jesucristo, nuestro Señor, dijo a sus discípulos en el más solemne de sus discursos que quienes le amasen guardarían su mandamiento de amarse unos a otros como Él nos había amado.
«11 Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado.
12 Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado.
13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos.
14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
15 No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda.
17 Lo que os mando es que os améis los unos a los otros"» (Jn 15, 11-17).
Merton, Thomas, Vida y santidad, Sal Terrae, Santander, 2006, p. 48 y ss.