El hermoso nombre de Dios es maldecido por nuestra causa

Contra el odio, la única arma es la del amor. En efecto, la violencia se vence solamente con la mansedumbre, la mentira con la verdad, el dominio con el servicio. Querer hacer justicia con la fuerza, no sólo es inútil (cf. Si 20, 4), sino también contraproducente: el hermoso nombre de Dios es maldecido por nuestra causa (Rm 2, 24; Is 52, 5). Si uno obra así de buena fe, solamente hay que desearle que abra los ojos y descubra que está de mala fe. Sólo entonces podrá cambiar.

Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 428.

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