Ésta es la vida eterna, la vida plena que el Hijo ha venido a traer a los hermanos

El primer mensaje del texto es la persona de Jesús como resurrección y vida de los que creen en Él. Muchos santos Padres han visto en Lázaro, no sólo una prefiguración de Jesús muerto y resucitado y de nuestra resurrección futura, sino también un símbolo de la vida nueva del bautizado, liberado del pecado, verdadera muerte del hombre (cf. Sb 2, 24; Gn 3, 19; Job 18, 5-21; Pr 11, 19; Rm 5, 12). El texto, altamente simbólico y evocativo, sugiere y permite varias interpretaciones. La resurrección de Lázaro fue llamada por Pedro Crisólogo “el signo de los signos”. Desde luego, cada detalle singular es significativo, y con frecuencia a varios niveles, como lo pondremos de presente en la lectura.
La victoria sobre la muerte representa el más recóndito deseo del hombre, porque por ningún motivo puede querer que su ser en el mundo tenga como destino definitivo la nada. Si todo cuanto es bueno y bello resultará en último término trasmutado en la horrenda y perversa máscara de la muerte, ¿qué sentido tendría vivir? Si la nada constituyese el horizonte último de todo lo existente, todo sería absurdo y nada existiría. Pero la nada no puede ser el final, ya que ella no puede constituir el principio de la vida que de hecho existe. El fin de toda realidad corresponde a su principio.
Estamos destinados, no al aniquilamiento, sino a la comunión con el Hijo y el Padre. Este relato nos presenta el corazón del mensaje cristiano, que responde a la necesidad de felicidad y plenitud presente en todo hombre. Obedeciendo a este deseo, se puede razonablemente tener fe en el Dios de la vida y aceptarlo. Se puede también rechazarlo y tener fe en la nada. Pero irracionalmente, puesto que de la nada, nada puede venir, mientras de hecho existamos y tengamos aquel anhelo de vida que nos constituye hombres. El rechazo de Dios y de la vida deriva, más que de ninguna racionalidad, de nuestro modo trágico de concebir la muerte, con los disturbios emotivos que de ella se siguen. El presente relato tiene como objetivo y propósito el curarnos de este terrible mal.
Jesús es resurrección y vida. La resurrección es una vida que no ignora la muerte, sino que más bien pasa a través de ella, dándole su verdadero significado.
La Iglesia cree que Jesús es el Hijo de Dios. El ha vivido su muerte violenta como donación de la propia vida a los hermanos: en Él nos es ofrecida ahora la posibilidad de ser libres del miedo de la muerte, que nos mantiene esclavos en el egoísmo, para vivir como Él, en el amor. Ésta es la vida eterna, la vida plena que el Hijo ha venido a traer a los hermanos.

Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 313.

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