Jesucristo dijo de sí mismo: Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida

Jesucristo dijo de sí mismo: Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida (Juan 14, 6). Para los cristianos, estas palabras son de una exigencia absoluta. No hay para ellos ningún camino hacia la vida que no pase por Jesucristo. Pero esto no significa que puedan excluir por principio que Dios se manifieste a los hombres también de otras maneras. Los cristianos pueden confiar en la verdad de Jesucristo, pero no por ello son propietarios de la verdad. Ésta no es un punto de vista. Esta verdad, antes y después, le pertenece a Dios; del mismo modo que él es el camino, y no son los hombres los que marcan este camino. La forma en que Dios proceda con las personas que no creen en Jesucristo, o que hayan otros caminos de la fe, es asunto exclusivamente suyo. Pero en el mensaje de su Dios escuchan los cristianos la exigencia de amorosa veracidad. Querrán, en consecuencia, inquirir de otras religiones si también para ellas se sitúan el amor y la veracidad en el centro, y si también aceptan la exigencia de esta instrucción.

Küng, Hans, La ética mundial entendida desde el cristianismo, Ed. Trotta, Madrid, 2008, p. 103.

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