El Cristianismo (Jesús)

La única forma de encontrarle sentido a los consejos extraordinarios que daba Jesús sobre la manera en que la gente debería vivir es verlos a la luz de esta comprensión del Dios que ama de modo absoluto a todos los seres humanos, sin sopesar sus valores y su merecimiento. Debemos dar nuestra capa y también nuestra túnica a quien lo necesite. ¿Por qué? Porque Dios nos ha dado lo que necesitamos. A quien nos fuerce a caminar una milla, acompañémoslo dos. ¿Por qué? Porque sabemos en lo más profundo de nuestro ser que Dios nos ha acompañado en trechos mucho más largos. ¿Por qué debemos amar no sólo a nuestros amigos, sino también a
nuestros enemigos, y rezar por quienes nos persiguen? «... para ser hijos de vuestro Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos [...] Sed buenos del todo, como es bueno vuestro Padre del cielo» (Mateo 5:45, 48).
Decimos que la ética de Jesús es perfeccionista -término amable en sustitución de irrealista, porque nos pide que amemos sin reservas. Pero la razón por la cual consideramos eso irrealista, nos diría Jesús, es que no sentimos ese amor constante e ilimitado que fluye de Dios hacia nosotros. Y si lo sintiésemos, aún surgirían problemas. ¿A cuál de los innumerables necesitados deben dárseles las escasas capas y túnicas? Si la víctima del mal no soy yo, ¿igual debo resistirme a devolverlo con otro mal? Jesús no dejó directrices sobre qué hacer ante disyuntivas difíciles; lo que ofreció fue la postura que debemos adoptar para afrontarlas. Todo lo que podemos decir por adelantado, teniendo en cuenta las demandas de un mundo enmarañado, es que deberíamos responder a nuestros semejantes -a todos, en la medida en que preveamos las consecuencias de nuestros actos, no en función de su merecimiento, sino en función de sus necesidades, y sin dar valor alguno a lo que nos cueste.
Hemos visto lo que que Jesús hizo y dijo. Pero esto solo no hubiera sido suficiente para que sus discípulos llegaran a la conclusión de que era divino sin un tercer factor: lo que fue.


Smith, Huston, LAS RELIGIONES DEL MUNDO, Editorial Kairós, Barcelona, 2011, p. 326.

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