El budismo: una religión de compasión infinita

 No obstante, lo notable era la forma en que este elemento objetivo y crítico tenía su contrapeso en una ternura franciscana, tan fuerte que dio pie a que a su mensaje también se le llamara «una religión de compasión infinita». Quizás sea históricamente incierto el relato de que arriesgó su vida para liberar a una cabra que había quedado atrapada en la escarpada ladera de una montaña, pero el acto en sí concuerda con el espíritu de Buda, cuya vida fue un continuo don para las multitudes muertas de hambre. En realidad, su generosidad impresionó de tal manera a sus biógrafos, que sólo pudieron explicarla en términos de un impulso que había culminado en las etapas animales de sus encarnaciones. Según los Cuentos de Jataka, Buda se sacrificó por su manada cuando era un ciervo, y siendo una liebre se arrojó al fuego para convertirse en alimento de un brahmán. Podemos descartar estos relatos post facto por considerarlos leyendas, pero no cabe duda de que en su vida como Buda su caudal de ternura fue abundante. Queriendo extinguir las penas de todos cuantos encontraba, a cada uno le brindaba su compasión, su iluminación y el extraño poder espiritual que, aunque no dijera una sola palabra, se apoderaba de los corazones de sus visitantes, tranformándolos.

Smith, Huston, LAS RELIGIONES DEL MUNDO, Editorial Kairós, Barcelona, 2011, p. 99.

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