¿Para qué sirve esta renuncia?
Pero, ¿para qué sirve este renunciamiento? La pregunta nos conduce a dos señales del Camino del Renunciamiento. La primera dice «la comunidad», como candidata obvia a algo más grande que nosotros mismos. Al sustentar nuestra vida y la de otros, la comunidad tiene una importancia de la que carece cualquier vida privada. Por tanto, desviemos nuestra lealtad hacia ella, concediéndole prioridad a sus reclamos, antes que a los nuestros.
En religión, este desvío constituye el primer gran paso. Produce la religión del deber, el tercer gran objetivo de la vida desde la óptica hinduista, después del placer y el éxito. Su poder sobre las personas maduras es tremendo. Miles de ellas han transformado la voluntad de obtener en la de dar, la voluntad de ganar en la de servir. Su objetivo principal se ha convertido no en triunfar, sino en obrar de la mejor manera posible, en conducirse con responsabilidad, cualquiera que sea la tarea de que se trate.Abundan en el hinduismo las directivas para aquellos que quieren arrimar el hombro a la obra social, con deberes detallados según las edades, los temperamentos y las posiciones sociales. Éstas se analizan en próximas páginas. Aquí sólo resta repetir lo que se ha dicho en relación con el placer y el éxito: el deber también ofrece recompensas notables, pero deja al espíritu humano insatisfecho. Hace falta madurez para apreciar estas recompensas notables, pero deja al espíritu humano insatisfecho. Hace falta madurez para apreciar estas recompensas, pero son sustanciales. El cumplimiento leal del deber produce el respeto y la gratitud de nuestros semejantes. Sin embargo, más importante es la dignidad que siente uno mismo por hacer lo que correspondía. Pero, al final, hasta estas recompensas resultan insuficientes porque, aun cuando el tiempo convierte la comunidad en historia, la historia en sí es finita y, por tanto, fundamentalmente trágica. Y no sólo es trágica porque debe finalizar –también ella morirá-, sino porque no puede ser perfeccionada. La esperanza y la historia siempre están a años luz de distancia. El máximo bien humano debe hallarse en otra parte.
Smith, Huston, LAS RELIGIONES DEL MUNDO, Editorial Kairós, Barcelona, 2011, p. 33.