Seis son los aspectos de la religión que sugieren que su necesidad es inherente al ser humano

 Seis son los aspectos de la religión que surgen con tanta regularidad que sugieren que su necesidad es inherente al ser humano. Uno de ellos es la autoridad. Dejando de lado la autoridad divina y enfocando el asunto sólo en términos humanos, la cuestión comienza con la especialización. La religión no es menos complicada que el gobierno o la medicina. Se entiende, por tanto, que el talento y la atención sostenida elevarán a algunos por encima de la media en cuanto se refiere a cuestiones espirituales; el consejo acerca de éstas será buscado y, en general, seguido. Además, el aspecto institucional, organizativo, de la religión requiere de cuerpos administrativos o individuos que ocupen cargos de autoridad, cuyas decisiones tienen peso.

Una segunda característica normal de la religión es el ritual, que de hecho fue la cuna de la religión, puesto que los antropólogos nos cuentan que la gente bailó su religión antes de pensarla. La religión surgió de la celebración y de su opuesta, la aflicción, y las dos reclaman su expresión colectiva. Cuando estamos destrozados por una pérdida o cuando estamos exultantes, no sólo queremos ser seres humanos, sino que también queremos interactuar con otros de forma que las interacciones se conviertan en algo más que la suma de sus partes; esto alivia nuestro aislamiento. Y esta acción no se limita a los seres humanos. En el norte de Tailandia, a medida que los primeros rayos del sol rozan las copas de los árboles, familias de gibones cantan al unísono escalas descendentes en semitonos mientras se entrecruzan, braceando, por las ramas más altas.

La religión puede comenzar con un ritual, pero pronto se pedirán explicaciones, de manera que la especulación se presenta como la tercera característica religiosa. ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Por qué estamos aquí? La gente quiere respuestas a estas preguntas.
Una cuarta constante en religión es la tradición. En los seres humanos es más la tradición que el instinto lo que conserva lo que las pasadas generaciones han aprendido y legado al presente como modelo de acción.
Una quinta característica típica de la religión es la gracia, la creencia -frecuentemente difícil de sostener a la luz de los hechos- de que la Realidad está de nuestro lado. En última instancia, el universo es amistoso; en él podemos sentirnos como en casa. «La religión dice que las mejores cosasnson las más eternas, las cosas del universo que, por decirlo de algún modo, arrojan la última piedra y dicen la última palabra.»
Finalmente, la religión trafica con el misterio. Por ser finita, la mente humana ni siquiera puede comenzar a imaginarse el Infinito que la atrae.
Cada uno de estos seis elementos -la autoridad, el ritual, la especulación, la tradición, la gracia y el misterio, contribuye de forma importante a la religión, pero cualquiera de ellos también puede entorpecer sus tareas.
En el hinduismo del tiempo de Buda los seis las habían entorpecido. La autoridad, en principio concedida, se había vuelto hereditaria y explotadora en cuanto que los brahmanes atesoraban sus secretos religiosos y cobraban sumas exorbitantes por sus ministerios. Los rituales se convirtieron en medios mecánicos de obtener resultados milagrosos. La especulación perdió su base empírica y se convirtió en sutilezas sin sentido. La tradición se volvió un peso muerto, concretamente en el punto de insistir en que el idioma del discurso religioso siguiera siendo el sánscrito, que las masas ya no entendían. La gracia de Dios se interpretaba de maneras que socavaban la responsabilidad humana, si de hecho la responsabilidad seguía teniendo algún significado cuando el karma, también mal interpretado, se confundía con el fatalismo. Por último, el misterio se confundía con el tráfico de misterio y la mistificación, en una obsesión perversa con los milagros, lo oculto y lo
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Smith, Huston, LAS RELIGIONES DEL MUNDO, Editorial Kairós, Barcelona, 2011, p. 103.

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