«Tú, ante quien todas las palabras retroceden»
El primer principio del arreglo floral japonés, el ikebana, es aprender qué debe omitirse. Los hinduistas insisten en que éste también es el primer principio que debe aprenderse al hablar de Dios. El ser humano trata siempre de asir la realidad con palabras y al final se encuentra con que el misterio rechaza su discurso y con que sus sílabas son tragadas por el silencio. El problema no reside en que nuestras mentes no sean suficientemente inteligentes; el problema es más profundo. Las mentes, tomadas en su sentido ordinario y superficial, no son el instrumento adecuado para el intento. Por consiguiente, el efecto es como tratar de sacar agua del mar con una red o enlazar el viento con una cuerda. La impresionante oración de Shankara, el Tomás de Aquino del hinduismo, comienza con la invocación: «Oh Tú, ante quien todas las palabras retroceden».
Smith, Huston, LAS RELIGIONES DEL MUNDO, Editorial Kairós, Barcelona, 2011, p. 74.