No tenemos la vida plena en nosotros
No somos Dios. No somos los salvadores del mundo. No vivimos la vida en plenitud. Siempre existirá dentro de nosotros un vacío, una profunda vulnerabilidad y angustia, una sed no saciada, un punto de insatisfacción. Continuamente intentamos superar los límites que nos aprisionan, en busca de aquello que podría colmarnos. Aspiramos siempre a algo más, y cuando hemos alcanzado el tan codiciado tesoro, volvemos a caer en la insatisfacción, como un niño que quiere otro juguete, ¡siempre más juguetes! Si no poseemos ese «más», tendemos a acusar al otro que tiene más, que nos impide tener más. Juzgamos y condenamos al «otro», al diferente, al que posee algo que nosotros no tenemos. Nos sentimos profundamente celosos porque no tenemos la vida plena en nosotros. Tenemos miedo a reconocer nuestras propias heridas, nuestras faltas, nuestra debilidad, tenemos miedo a reconocer lo que hay de más profundo en nosotros, nuestra belleza interior, nuestro valor.
Vanier, Jean, Busca la Paz, Sal Terrae, Santander, 2006, p. 29.