Todo esto está más allá de nuestra capacidad humana

 Otra imagen es la de la unción de los sacerdotes y de los reyes, que entre el pueblo de Israel eran llamados a estar en el umbral, entre el mundo divino y el mundo humano, entre la unidad y la armonía de la voluntad de Dios y la diversidad y complejidad —para no hablar de las tensiones y resistencias— del mundo humano. Para poder permanecer allí, un hombre necesita más que la capacidad humana; necesita un don divino. Eso quedaba indicado por la unción de sacerdotes y de reyes. Pero en el Nuevo Testamento todos nosotros somos sacerdotes y reyes y nuestra vocación como seres humanos y cristianos está más allá de lo que un ser humano puede alcanzar. Se nos llama a ser, y ser efectivamente, miembros vivos del Cuerpo de Cristo, templos de una tierra pura y digna del Espíritu Santo y copartícipes de la naturaleza divina. Todo esto está más allá de nuestra capacidad humana, y, sin embargo, necesitamos ser humanos al completo, del modo profundo que un cristiano piensa en la humanidad a imagen del Hijo de Dios Encarnado. Para hacer esto necesitamos la gracia y la ayuda de Dios. Todo esto se nos muestra en la misma imagen.



Comenzar a Orar, El Metropolitano de Sourozh, Anthony Bloom, p. 23.

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