¿Por qué?
¿Por qué?
¿Por qué si tú eres el aliento que me da vida, te siento extraña?
¿Por qué si tú nunca me pierdes de vista, no te encuentro?
¿Por qué si tú solo me ofreces salud, perdón y vida, tomo distancia y me alejo?
Hay veces, Señor, que no te entiendo.
Hay veces, Señor, que no me entiendo.
Pero, no te canses, te lo pido,
no te canses y
sigue siendo voz clara que grita en mi interior:
Levántate,
toma tu camilla,
anda.
En el fondo de mí, tengo la esperanza
de que nos encontraremos en el camino
y me sorprenderé curada.
(María Rita Martín)
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