El deseo de manipular lo que Dios nos regala

 “Sin experimentar previamente nuestra pobreza, el milagro se convierte en una excentricidad, un entretenimiento, un espectáculo que nos rescata momentáneamente del tedio existencial. Es la seducción de lo llamativo, tal como se nos advierte en el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto.

En nuestro interior pervive el deseo de manipular lo que Dios nos regala en nuestro beneficio, tal como hicieron Adán y Eva con los frutos del Paraíso. Y si no conseguimos dominar la gracia, la rechazamos, la negamos, porque nos desconcierta lo que no sucede según nuestra conveniencia.

Exigimos o negamos los milagros, porque nos sentimos con derecho a decidir cómo deben suceder las cosas. Queremos ocupar el puesto de Dios y manejar las riendas de la historia. Saber que somos pobres es un antídoto contra la prepotencia que bloquea el fluir de una vida nueva. La conversión implica docilidad a la Palabra.”


Pasaje de: Otón, Josep. “La mística de la Palabra.” Grupo de Comunicación Loyola. iBooks. 

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