El peligro de instrumentalizar a Dios
“No es casualidad ni pura coincidencia el hecho de que todos los maestros de la vida espiritual en oriente y en occidente inculquen igualmente la virtud de la humildad. El reconocimiento de nuestra condición de humanos no es sólo una condición previa para la perfecta hominización sino también un presupuesto indispensable para entrar en la experiencia de Dios. Sin humildad existe siempre el peligro de pretender instrumentalizar a Dios. Por eso insisten tanto los místicos en pedir humildad. Sin humildad tendería el místico a identificarse precipitadamente con Dios y ya no habría distancia entre nuestro yo y Dios en nosotros. La tensión entre nuestra condición humana, nuestra terrenalidad, por un lado y el don de la gracia divina por otro, que nos impregna y hace hijos de Dios, es un componente esencial de la vida espiritual. Sólo se puede recibir el don de la gracia cuando se es plenamente consciente de la realidad de ser humanos. Por eso no resulta exagerado ni extraño que hombres muy adelantados en el camino espiritual insistan en la humildad porque saben muy bien que el acceso a Dios sólo es posible en humildad. La humildad es el polotierra en nuestro camino espiritual. Cuanto más intensa sea la experiencia de Dios, con tanta mayor intensidad hay que acentuar también el antipolo, la humildad, la terrenalidad. De no hacerlo así estaríamos siempre en peligro de identificarnos con Dios mismo y de instrumentalizarle en beneficio propio. La humildad protege nuestros encuentros con Dios contra la inflación, contra el ostentoso pavonearse, contra la tentación de identificación con Dios. Y hay que recordar también que la identificación con el ideal arquetípico lleva a alejarse o hasta a perder de vista la realidad. Me sentiré dividido, interiormente roto, obligado a cerrar los ojos a mi verdad. La humildad nos protege también contra la tentación de eliminar la figura de Dios de nuestro camino y la de saltar por encima de nuestra humanidad; nos defiende contra el orgullo, el peor enemigo del hombre religioso. Para los antiguos monjes, la humildad no es sólo un sentimiento de bajeza y terrenalidad sino también una versión distinta de la mansedumbre y ternura. La palabra utilizada en griego para hablar de la humildad es muy afín a los conceptos de bondad, amabilidad, mansedumbre. Para Evagrio Póntico es la mansedumbre la mejor marca o característica del director espiritual. Si se trata de la comprensión con las debilidades y faltas del prójimo, entonces se habla de misericordia. La mansedumbre de una persona demuestra que el conocimiento de sí misma ha logrado trasformar su corazón.”
Pasaje de: Anselm Grün & Meinrad Dufner. “Una espiritualidad desde abajo.” ePubLibre, 1994-01-01. iBooks.
Es posible que este material esté protegido por copyright.