La disponibilidad de una vida que acepte ser Su morada
“Aun así, volvamos a leer la explicación de Jesús para captar un significado todavía más profundo: «Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14,23).
Podemos considerar la situación de los apóstoles como un privilegio: ser morada de Dios, templo del Espíritu (1Co 3,16)... Sin embargo, nos equivocamos al interpretar como prerrogativa lo que en realidad es una misión.
«Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1,14). El deseo de Dios es acercarse a todo ser humano, y para ello se encarna. Necesita un espacio donde plantar su tienda, la disponibilidad de una vida que acepte ser su morada. Así lo hizo María, que fue la madre de Jesús para el bien de todos nosotros. Así sucede también con los apóstoles. En ellos se cumplen las palabras de Pablo: «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20). Jesús se les manifiesta, ellos guardan su palabra, y el Padre y Él hacen de su vida su morada, para que el resto de la humanidad pueda conocer a Dios a través de ellos.”
Pasaje de: Otón, Josep. “La mística de la Palabra.” Grupo de Comunicación Loyola. iBooks.
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