Mente y corazón en nuestra relación con Dios

Pisamos tierra santa 


Cuando Moisés habló con Dios  que lo llamaba, mientras cuidaba los rebaños de Jetró en el monte Horeb, vio una zarza que ardía y no se consumía. Quiso mirar de cerca esta cosa asombrosa, saber por qué la zarza no se consumía y oyó de pronto la voz de Dios que lo llamaba de en medio de la zarza: "No te acerques. Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado." (*)

Nos hemos atrevido a hacer una meditación sobre el "Dios viviente ", en expresión de la Biblia, y nos dimos cuenta de la voz que nos decía: "Quítate las sandalias". Necesitamos descalzarnos y poner a un lado los zapatos con que caminamos con pasos firmes, es decir, hacer a un lado los conceptos, muy útiles en otras ocasiones, pero que en esta oportunidad se niegan a ofrecernos sus servicios. Con ellos llegamos a ciertos límites, pero de allí en adelante debemos quitarlos de los pies. Nos damos cuenta de que es allí donde comienza lo esencial. Estamos ante el misterio de Dios, donde el corazón, lo más íntimo de la vida, empieza a sentirse en su casa.


Mente y corazón en el conocimiento de Dios 


El corazón es lo que permite al hombre, según la Biblia, saber algo de Dios. Sin embargo, la mente tiene su tarea en el conocimiento de Dios. Es una tarea buena, que está en los proyectos de Dios y que bendice. Cuando la mente haya realizado su tarea, llegando hasta donde le han marcado los límites, dándose perfecta cuenta ella misma de que no puede seguir adelante, porque no puede franquear lo que le es superior, el corazón siente que está en lo más profundo y esencial. Es el momento del encuentro con el Dios viviente.


Guardini, Romano, El Espíritu del Dios viviente, Ed. San Pablo, Bogotá, 1999, p. 49.


(*)

Éxodo capítulo 3

[1] Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; llevó el rebaño trashumando por el desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. [2] El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse. [3] Moisés dijo: ---Voy a acercarme a mirar este espectáculo tan admirable: cómo es que no se quema la zarza. [4] Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza: ---Moisés, Moisés. Respondió él: ---Aquí estoy. [5] Dijo Dios: ---No te acerques. Quítate las sandalias de los pies, pues el sitio que pisas es terreno sagrado.

Entradas más populares de este blog

B-El sendero (Biblia) de la vida recta

12. La flagelación de Cristo

Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora