Se le clava en lo más hondo de su alma el dardo del amor
Ve al divino Salomón con la diadema con que le coronó su madre; al Único del Padre cargado con la cruz; cubierto de llagas y salivazos al Señor de la majestad; al autor de la vida y de la gloria clavado con clavos, traspasado por una lanza, harto de oprobios y dando esa vida tan hermosa por sus enemigos. Al contemplar este cuadro, se le clava en lo más hondo de su alma el dardo del amor y exclama: «Dadme fuerza con flores y vigor con manzanas, pues desfallezco de amor (Cant 2, 5).»
San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. 9.