Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria

Pero el hombre virtuoso, aquel a quien ni su propio conocimiento le hace daño, ni su dignidad personal le adormece, confiesa sencillamente y dice a Dios: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria» (Sal 114, 9). Como si dijera: Señor, nada nos pertenece a nosotros mismos, ni nuestro propio conocimiento, ni nuestra propia dignidad; todo lo atribuimos a ti de quien todo procede.


San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. 7.

Entradas más populares de este blog

B-El sendero (Biblia) de la vida recta

12. La flagelación de Cristo

Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora