Te reconfortaré con mis alabanzas
Escucha finalmente a Dios: él mitiga el sinsabor del corazón quebrantado, saca al abatido del abismo de la desesperación, consuela al afligido con la miel de una promesa tierna y fiel, y anima al desalentado. Lo dice por el Profeta: "Moderaré tus labios con mi alabanza para que no perezcas" (Is 48, 9). Es decir:«Para que no caigas en una tristeza extrema al contemplar tus maldades, para que desesperado no te precipites como caballo desbocado y perezcas, yo te contengo con el freno, saldrá al paso mi indulgencia, te reconfortaré con mis alabanzas. Tu que te ofuscas con tus males, sentirás el alivio en mis bienes, al descubrir que es mayor mi benignidad que todas tus culpas».
San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. 77.