Entradas

Mostrando las entradas de febrero, 2021

“Si quieres, puedes limpiarme" Alcohólicos Anónimos (A.A.)

  Encuentr os con la Palabra VI Domingo del Tiempo Ordinario – Ciclo B ( Marcos 1, 40-45 ) – 14 de febrero de 2021 “Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad”   Hermann Rodríguez Osorio, S.J   Alcohólicos Anónimos (A.A.) es una organización fundada en 1935 por un corredor de bolsa de Nueva York y un médico de Ohio (ambos ya fallecidos), que se consideraban borrachos desesperados . Su intención era ayudar a otros que sufrían de la enfermedad del alcoholismo. A.A. creció con la formación de grupos autónomos, primero en los Estados Unidos y luego por todo el mundo.  En virtud de que la ciencia médica dictaminó que el alcoholismo es una enfermedad, la persona deberá tomar en cuenta que nadie puede rehabilitarse si no se acepta la enfermedad.  Entonces la persona, que con sinceridad quiere dejar de beber, debe aceptar su incapacidad por controlar la bebida; de lo contrario le podrá causar la locura o la muerte prematura. Por tanto, e l criterio con...

La indiferencia - San Ignacio de Loyola

Senor, si tengo una vida larga o una vida corta, no me importa mientras te este sirviendo a ti. Senor, si estoy enfermo o sano, no me importa mientras pueda hacer que mi enfermedad te sirva, o que mi salud te sirva. Senor, no importa si me odian o me aman, no me importa mientras este sirviendo tu voluntad. Desapego - La Bendicion Desconocida - P. Robert Barron - Camino 1 Parte 2 03:32.

Jesús Resucitado es el talento mayor

Los talentos no son más que el amor y la misericordia aprendida del maestro y practicada por la comunidad. Jesús Resucitado es el talento mayor que en manos del hombre creyente se convierte en pan, vestido, salud, consuelo y, como decía San Ignacio de Loyola, en todo lo demás. p. 107. Conferencia Episcopal de Colombia, El evangelio según San Mateo, El evangelio de la Iglesia Discípula, Bogotá, 2007.

Dejarme formar

Un tronco de árbol, grueso y sin forma, nunca creería que podría ser una estatua, admirada como un milagro de escultura, y no se dejaría trabajar por el cincel de la escultora, que visualiza, a través de su arte, la forma que puede crear en él (San Ignacio de Loyola). Hay muy pocas personas que se dan cuenta de lo que Dios haría en ellas si se abandonaran totalmente en sus manos, y se dejaran formar por su Gracia (San Ignacio). Pido la gracia de dejarme formar por el amor de mi Creador.

Imaginando a Cristo nuestro Señor

 Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz,  hacer  un coloquio, cómo de Criador es venido a hacerse hombre y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto mirando a mí mismo lo que he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo, y así, viéndole tal, y  así colgado en la cruz discurrir por lo que se ofreciere. Terminar con un Padre Nuestro. San Ignacio de Loyola

Triple Coloquio [EE 62-63]

Al final de cada rato de oración, recordando lo que más me ha ayudado, realizo un coloquio: ·    Hablo con María, pidiéndole que me alcance de su Hijo reconocer y aborrecer estas tres cosas: ­    el absurdo de mi vida cuando cambio al Dios de la Vida por ídolos inservibles; ­    mi falta de libertad y dominio de mí, que genera adulterios en mi vida; ­    el influjo de mi «ambiente social» que cultiva, aprueba y fortalece estas actitudes. Y rezo el Ave María ·    Hablo con el Hijo, y pido que me obtenga esos mismos tres dones del Padre. Rezo el Alma de Cristo. ·    Hago estas mismas peticiones al Padre: que Él, Señor de todo, me las conceda. Rezo el Padre Nuestro San Ignacio de Loyola

Soporta las ofensas

Jesucristo: 1. Hijo, manténte firme y confía en Mí. ¿Qué son las palabras sino palabras? Vuelan por el aire pero no rajan una piedra. Si eres culpable piensa que con gusto quieres corregirte. Si nada malo hay en ti piensa que con gusto quieres soportarlo por Dios. Es poca cosa que soportes alguna vez palabras ofensivas ya que todavía no tienes capacidad para soportar grandes golpes. ¿Por qué será que tan pequeños asuntos te lleguen al corazón, sino porque todavía no te has superado y prestas a las personas más atención de la que conviene? De Kempis, Tomas, La imitacion de Cristo, 3,160a ed., Apostolado Biblico Catolico, p. 293.

Concédeme independizarme de los consuelos humanos y divinos si me impiden hacer la santa voluntad de Dios

Jesús, Señor mío. Acompáñame siempre y donde quiera. Que yo sea capaz de independizarme de los consuelos humanos. Y que si también es tu voluntad que de vez en cuando me sean negados los consuelos divinos, concédeme la gracia de aceptar también en esto la santa voluntad de Dios. Y que recuerde siempre que “El señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia, y no está siempre acusando, ni guarda rencor perpétuo ni nos trata como merecen nuestros pecados (Sal 102, 9). Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti.” (Sal 32). De Kempis, Tomas, La imitación de Cristo, 3,160a ed., Apostolado Bíblico Católico, p. 221.

Concédeme, Señor, que siempre investigue cuál es tu voluntad

Concédeme, Señor, saber lo que se debe saber, amar lo que se debe amar, alabar lo que infinitamente te agrada, apreciar lo que para ti es precioso, despreciar lo que para tus ojos es despreciable. No permitas que mis juicios se guíen por los ojos del cuerpo, ni por lo que a hombres insensatos oiga decir. Haz que juzgue con rectitud tanto de las cosas visibles como de las espirituales, y más que todo, que siempre investigue cuál es tu voluntad. De Kempis, Tomas, La imitación de Cristo, 3,160a ed., Apostolado Bíblico Católico, p. 312.

Solo ** bueno puede ser lo que Tu hicieres por Tus amigos

Es verdad Señor, todo lo que dices. Tu tienes mayor solicitud y preocupación por mi, que todo el cuidado que yo pueda tener por lo que deseo y necesito. Demasiado inseguro y expuesto al peligro de caer se haya quien no pone en Ti toda su confianza. “Dichoso quien pone toda su confianza en el Señor. Pobre de aquel que cifra su confianza sólo en ideas y ayudas humanas” (Jr 17, 5). Con tal que mi voluntad permanezca firme en el bien y dirigida hacia tu amor y amistad, haz de mí, y de mis bienes y de mi futuro lo que quieras, Señor. Porque solo bueno puede ser lo que tu hicieres por tus amigos. “Pues sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman” (Rm 8, 28). Si quieres que esté en tinieblas, bendito seas, y si quieres que esté en la luz, seas igualmente bendito. Si te dignas llenarme de consuelos, bendito seas. Y si quieres permitirme sufrimiento y tribulación, serás también bendito para siempre. De Kempis, Tomas, La imitación de Cristo, 3,160a ed., Apostolado...

III La oración de contemplación - Catecismo de la Iglesia Católica

 III La oración de contemplación 2709 ¿Qué es esta oración? Santa Teresa responde: "no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" (vida 8). La contemplación busca al "amado de mi alma" (Ct 1, 7; cf Ct 3, 1-4). Esto es, a Jesús y en él, al Padre. Es buscado porque desearlo es siempre el comienzo del amor, y es buscado en la fe pura, esta fe que nos hace nacer de él y vivir en él. En la contemplación se puede también meditar, pero la mirada está centrada en el Señor. 2710 La elección del tiempo y de la duración de la oración de contemplación depende de una voluntad decidida reveladora de los secretos del corazón. No se hace contemplación cuando se tiene tiempo sino que se toma el tiempo de estar con el Señor con la firme decisión de no dejarlo y volverlo a tomar, cualesquiera que sean las pruebas y la sequedad del encuentro. No se puede meditar en todo momento, pero sí se puede en...

La meditación - Catecismo de la Iglesia Católica

2699 El Señor conduce a cada persona por los caminos de la vida y de la manera que él quiere. Cada fiel, a su vez, le responde según la determinación de su corazón y las expresiones personales de su oración. No obstante, la tradición cristiana ha conservado tres expresiones principales de la vida de oración: la oración vocal, la meditación, y la oración de contemplación. Tienen en común un rasgo fundamental: el recogimiento del corazón. Esta actitud vigilante para conservar la Palabra y permanecer en presencia de Dios hace de estas tres expresiones tiempos fuertes de la vida de oración. II La meditación 2705 La meditación es, sobre todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el por qué y el cómo de la vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide. Hace falta una atención difícil de encauzar. Habitualmente, se hace con la ayuda de un libro, que a los cristianos no les faltan: las sagradas Escrituras, especialmente el Evangelio, las imágenes sagradas, los texto...

La voluntad de Dios

El Espíritu Santo nos enseña no sólo a cumplir activamente la voluntad de Dios tal como el precepto nos lo indica, sino también a aceptar de buen grado la voluntad de Dios en los acontecimientos providenciales que escapan a nuestro control. En suma, toda la vida cristiana consiste en buscar la voluntad de Dios con fe amorosa y poniendo por obra aquella divina voluntad con amor fidedigno. … La voluntad de Dios, por tanto, se le manifiesta al cristiano sobre todo en el mandamiento de amar. Jesucristo, nuestro Señor, dijo a sus discípulos en el más solemne de sus discursos que quienes le amasen guardarían su mandamiento de amarse unos a otros como Él nos había amado. «11 Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado. 12 Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 No os llamo ya siervos, porque...

El corazón: el santuario interior

Podemos analizar aquí el concepto de «el corazón». Se refiere al campo más profundo de la psicología de la personalidad de cada uno, al santuario interior donde el reconocimiento de uno mismo va más allá de la reflexión analítica y se abre a la confrontación metafísica y teologal con el Abismo de lo desconocido, ya presente, al «que es más íntimo a nosotros que nosotros mismos». Merton, Thomas, La oración contemplativa, Madrid, PPC, Editorial y Distribuidora, S.A., 1998. p. 35.

¡Haz que yo te ame, Dios mío!

Así, pues, oraremos: «¡Haz que yo te ame, Dios mío! ¿Qué tengo yo en el cielo y qué, fuera de Ti, sobre la tierra? Tú, Dios de mi corazón y mi porción en la eternidad. Que yo me adhiera a Ti. Se Tú, Señor amado, el centro de mi corazón; límpialo para que te ame. Mi dicha sea tu felicidad, tu belleza, tu bondad, tu santidad. Está siempre a mi lado, y cuando sea tentado de dejarte, entonces, ¡Dios mío!, Tú no me dejes. Una sola cosa te pido: tu amor. Que crezca en mí. Tu amor es lo supremo, lo definitivo y nunca cesa, y sin él yo nada soy. Llegue yo, al fin, a estar unido a Ti por el amor para siempre.» Rahner, Karl, De la necesidad y don de la oración, Ediciones Mensajero, Bilbao, 2004, p. 55.

¡Ora ** en la tentación!

Por ello, ¡ora en la tentación! ¡Aprende a orar! No te digas a ti: no puedo. Di a Dios: Tú puedes. No te digas a ti: sin esto... no puedo estar, no puedo vivir. Di a Dios, dilo alto y siempre y siempre; dilo pacientemente, obstinadamente: ¡sólo sin Ti no puedo estar, ni vivir, ni ser! No digas a la renuncia: tú eres la muerte de mi ser; dile más bien: ¡tú eres la aurora de la verdadera vida que en esta muerte comienza a vivir! Clama por la firme claridad que no se deja ofuscar cuando la tentación se transfigura en ángel de luz; cuando el hombre que hay en ti y que es todo mentira, sabe colorear con mil razones tu caso, para hacerte creer que no tiene allí aplicación la común ley de Dios; cuando te enhila un sutil y hasta piadoso discurso, para convencerte de que tu situación es excepcional y no hay que medirla con las medidas corrientes. Ora para estar en forma contra la mística del pecado que ya San Pablo condenó cuando dijo: «¿Habremos de seguir pecando para que sobreabunde la gracia...

Herido por tu luz

El cristiano de hoy realiza en general su ser cristiano personal a través de su existencia después del bautismo. El bautismo está al comienzo de su vida; la transparencia de la misericordia del Señor ilumina el comienzo de los caminos de su vida aún antes que él la haya emprendido. Y el que sabe lo que son las cosas de Dios y lo que son las del hombre, hallará esto justificado. Pero con ello no se le ha quitado al hombre el correr, la lucha y el ataque de la parte del poder de las tinieblas. No se le ha ahorrado sino se le ha convertido en alta y decisiva misión de su vida: irse haciendo lo que ya es desde el bautismo: un cristiano. Pero esto significa encontrarse e ir a una con Dios en espíritu y corazón en la decisión de su más íntimo ser; encontrarse con Dios, el Dios de la tremenda majestad, el Dios de la justicia juzgadora, el Dios de la incomprensible misericordia y gracia, el Dios que se nos hizo visible en la faz de Jesús, que se manifestó en la humanidad y en la cruz y se sien...

La oración de Jesucristo es nuestra enseñanza

Si Jesucristo es la respuesta a nuestra pregunta, su oración es nuestra enseñanza. Tres palabras de su oración condensan esta enseñanza: la palabra de la oración realista; la palabra de la confianza en lo Alto; la palabra de la entrega incondicional. Jesús pronuncia la palabra de la oración realista: «Pase de Mí este cáliz.» Pide con toda el ansia del hombre acosado por la angustia y el pavor. Suplica así bajo el angustioso sudor de sangre; suplica bajo la aniquilante congoja de la muerte. No pide cosas sublimes, celestiales, sino lo ínfimo, lo terreno, pero lo más precioso para nosotros: la vida; que pase de Él el tormento corporal y la afrenta de la ejecución. Su plegaria es de celestial confianza: «Sabía que Tú siempre me escuchas» (Jn 11,42). Su oración es una oración de total e incondicional entrega: «Mas no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Tan incondicional es su entrega, que abandonado de Dios, fracasado y martirizado en el tormento de la cruz, en trance de expirar, entrega c...

¡Ora el «cada día»!

 ¡Ora el «cada día»! Hay todavía un ideal más alto al que consagrar la oración de cada día. Feliz ya aquél que en el cada día ora, y ora de tiempo en tiempo. De seguro, no será el suyo un cada día del todo cotidiano, insulso y banal. Y cierto, debemos expresamente orar sin desfallecer en el cada día. Pero el fallo del hombre espiritual en la cotidianidad de su vida no está ya por eso solo superado. Porque aun orando a menudo cada día, parece que ese mismo cada día se queda siendo siempre el mismo que era, cotidiano y banal. Es interrumpido, para nuestro bien, muchas veces; pero no es transformado en sí mismo. Nuestra alma parece que continúa siendo una ancha calzada por la que rueda sin cesar todo el tráfago de este mundo, con sus infinitas pequeñeces, con su palabrería, sus gesticulaciones, su curiosidad y sus vacías intrascendencias. Sigue siendo el mercado público donde se dan cita desde los cuatro puntos cardinales todos los traficantes que vienen a vender allí la pobre mercanc...

¡Aprende a orar!

 ¡Aprende a orar¡ Es gracia de Dios. Pero es también obra de una buena voluntad, un arte que se ha de ejercitar. Se puede aprender a recoger el espíritu antes de entrar en la oración, a apaciguar nuestro interior y pensar en lo que se va a hacer, elevar el alma hasta Dios. Se puede aprender a hablar con Dios sin necesidad de fórmulas de oración, a hablar con Dios de la propia necesidad, de la propia vida, de la misma repugnancia que se siente en tener que tratar con Él; a hablar con Él de los propios deberes, de las personas queridas, del propio estado de ánimo, del mundo y su miseria, de los que nos han precedido en la muerte; a hablar con Él de Él mismo, que es tan grande y tan distante, tan incomprensible y tan luminoso al mismo tiempo, que es Él la verdad y nosotros la mentira, Él el amor y nosotros el egoísmo, Él la vida y nosotros la muerte, Él la plenitud y nosotros la pobreza y el deseo. Se puede aprender a dar una compostura conveniente al cuerpo, a evitar toda tensión mus...