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Mostrando las entradas de septiembre, 2020

Dios quiere hablarnos a cada uno de nosotros

Dios quiere hablar al corazón de su pueblo y también a cada uno de nosotros. «Te he creado a mi imagen y semejanza», nos dice. «Yo mismo soy el amor y tu eres mi imagen en la medida en que brilla en ti el esplendor del amor, en la medida en que me respondes con amor.» Dios nos espera. El quiere que le amemos: un llamamiento así, ¿no debería tocar nuestro corazón? Precisamente en esta hora en que celebramos la Eucaristía […] nos sale al encuentro, sale para encontrarse conmigo. ¿Encontrará una respuesta? ¿O sucederá con nosotros como con la viña, de la que Dios dice en Isaías: «Esperó a que diese uvas, pero dio agraces»? Nuestra vida cristiana, con frecuencia, ¿no es quizá más vinagre que vino?¿Autocompasión, conflicto, indiferencia? 2 de octubre de 2005 Orar, Benedicto XVI, Planeta, Bogotá, 2008, p. 31.

¿Dónde está el cielo?

[...] quisiera citar una palabra extraordinaria de San Agustín. Interpretando la invocación de la oración del Señor: «Padre nuestro que estás en los cielos», él se pregunta: ¿qué es esto del cielo? Y ¿dónde está el cielo? Sigue una respuesta sorprendente: Que estás en los cielos significa: en los santos y en los justos. «En verdad, Dios no se encierra en lugar alguno. Los cielos son ciertamente los cuerpos más excelentes del mundo, pero, no obstante, son cuerpos, y no pueden ellos existir sino en algún espacio; Más, si uno se imagina que el lugar de Dios está en los cielos, como en regiones superiores del mundo, podrá decirse que las aves son de mejor condición que nosotros, porque viven más próximas a Dios. Por otra parte, no está escrito que Dios está cerca de los hombres elevados, o sea de aquellos que habitan en los montes, sino que fue escrito en el Salmo: “El Señor está cerca de los que tienen el corazón atribulado” (Sal. 34[33], 19), y la tribulación propiamente pertenece a la h...

¿Cómo es Dios?

¿Qué significa, entonces, nombre de Dios? Tal vez podamos comprender de la manera más breve de qué se trata, partiendo de los opuesto. El Apocalipsis habla del adversario de Dios, de la bestia. La bestia, el poder adverso, no lleva un nombre, sino un número: «666 es su número», dice el vidente (13, 18). Es un número y convierte a la persona en un número. Los que hemos vivido el mundo de los campos de concentración sabemos a qué equivale eso: su horror se basa precisamente en que borra el rostro, en que cancela la historia, en que hace de los hombres números, piezas recambiables de una gran máquina. Uno es lo que es su función, nada más. Hoy hemos de temer que los campos de concentración fuesen solamente un preludio; que el mundo, bajo la ley universal de la máquina, asuma en su totalidad la estructura de campo de concentración. Pues si sólo existen funciones, entonces el hombre no es tampoco nada más. Las máquinas que él ha montado le imponen ahora su propia ley. Debe llegar a ser legi...

Jesús nos espera siempre, está siempre cerca de nosotros

 El hombre encuentra espacio en Dios; el ser humano ha sido introducido por Cristo en la vida misma de Dios. Y puesto que Dios abarca y sostiene todo el cosmos, la Ascensión del Señor significa que Cristo no se ha alejado de nosotros, sino que ahora, gracias a su estar con el Padre, esta cerca de cada uno de nosotros, para siempre. Cada uno de nosotros puede tratarlo de tú; cada uno puede llamarlo. El Señor está siempre atento a nuestra voz. Nosotros podemos alejarnos de él interiormente. Podemos vivir dándole la espalda. Pero él nos espera siempre, y está siempre cerca de nosotros. 7 de mayo de 2005 Orar, Benedicto XVI, Planeta, Bogotá, 2008, p. 183. p. 183 Orar

El espíritu lleva a Jesús al desierto

 El espíritu lleva a Jesús al desierto. El desierto es el lugar del silencio, de la soledad; es alejamiento de las ocupaciones cotidianas, del ruido y de la superficialidad. El desierto es el lugar de lo absoluto, el lugar de la libertad, que sitúa al hombre ante las cuestiones fundamentales de su vida. Por algo es el desierto el lugar donde surgió el monoteísmo. En este sentido, es el lugar de la gracia. Al vaciarse de sus preocupaciones, el hombre encuentra a su Creador. Benedicto XVI, El camino pascual, BAC, Madrid, 1990, p. 14. p. 185 Orar

El amor se recibe unicamente amando

 El amor se recibe unicamente amando. Benedicto XVI, El camino pascual, BAC, Madrid, 1990, p. 116. Orar, p. 244. El amor aumenta a medida que se va dando. Servidor de vuestra alegría,  Benedicto XVI, Herder, Barcelona, 1995, p. 54. Orar, p. 247.

Dios siempre es una novedad para el hombre

Dios siempre es una novedad para el hombre, y en análoga pero más intensa medida, el hombre es siempre una novedad para sí mismo. Ratzinger cita precisamente aquel texto magnífico de Tertuliano: “Dominus noster veritatem se, non consuetudinem cognominavit”  (Ch II, 1029). Dios nos ha hablado de una vez para siempre en Cristo, y esta palabra de Cristo es un hontanar inagotable de vida. Para que vayamos bebiendo en ella y saciemos nuestra sed a lo largo de los siglos en sus corrientes vivas, nos ha dejado el Espíritu Santo, el cual, recordándonos y actualizándonos aquella palabra única de Cristo, nos va llevando a la verdad completa, verdad que por tanto de alguna forma va naciendo en la historia en la medida en que los cristianos, mientras leemos los signos de los tiempos, descubrimos la plenitud del misterio de Cristo. He ahí por qué el creyente mira con esperanza y gozo al tiempo nuevo, porque él es instrumento de una inteligencia más plena de su Señor. Esperanza y gozo que van un...

1968 y 1989, decepción y desconcierto

Desde que apareció esta obra han pasado ya más de treinta años, en los que la historia universal ha discurrido a un ritmo muy veloz. Al mirar ahora atrás hay dos años, 1968 y 1989, que son como los señuelos distintivos de los últimos decenios del milenio pasado. En 1968 surge una nueva generación que no sólo considera escasa, repleta de injusticia, de egoísmo y de codicia la tarea de reconstrucción que siguió a la guerra, sino que juzga errado y fracasado todo el decurso histórico desde el triunfo del cristianismo. Ella quería hacer por fin las cosas mejor, implantar un mundo de libertad, de igualdad y de justicia, y estaba convencida de haber encontrado el mejor camino hacia esa meta en la gran corriente del pensamiento marxista. En 1989 se derrumban en Europa los regimenes socialistas, dejando la triste herencia de una tierra asolada y de un alma desecha. Los que esperaban que había llegado de nuevo la hora del mensaje cristiano, se vieron decepcionados. Aunque el número de los fiele...

Todo ser humano tiene que «creer» de algún modo.

Recordemos la contraposición que establece Martin Heidegger al hablar de la dualidad entre el pensamiento matemático y el pensamiento conceptual. Ambas formas de pensar son legítimas y necesarias, pero justamente por ello ninguna puede disolverse en la otra. Deben existir las dos: el pensar matemático, que tiene que ver con la factibilidad, y el pensar conceptual, que se pregunta por el sentido. No creemos que el filósofo de Friburgo se equivoque totalmente cuando manifiesta su temor de que, en un momento en que el pensamiento matemático triunfa por doquier, el hombre se vea amenazado, quizá más que antes, por la falta de ideas, por la renuncia a pensar. Por ejemplo, en el siglo XIII, un gran teólogo franciscano como san Buenventura echaba en cara a sus colegas de la facultad de París que habían aprendido a medir el mundo, pero que habían olvidado cómo medirse a sí mismos. Es decir, podemos afirmar que la fe, en el sentido del credo, no es una forma imperfecta de saber, una opinión que...

El sentido es el pan de que se alimenta el hombre en lo más íntimo de su ser

... ¿que es propiamente la fe? Y nuestra respuesta es: la fe es la forma de situarse firmemente el hombre ante toda la realidad, forma que no se reduce al saber ni que el saber puede medir; es la orientación sin la que el hombre sería un apátrida, la orientación que precede a todo cálculo y a toda acción humana, y sin la que le sería imposible calcular y actuar, porque eso sólo puede hacerlo en virtud de un sentido que lo sostiene. De hecho, el hombre no sólo vive del pan de lo factible; como hombre, y en lo más propio de su ser humano, vive de la palabra, del amor, del sentido. El sentido es el pan de que se alimenta el hombre en lo más íntimo de su ser. Huérfano de palabra, de sentido y de amor cae en el «ya no vale la pena vivir», aunque viva en medio de un confort extraordinario. ¿Hay alguien que no sepa lo mucho que esta situación del «ya no vale la pena vivir» se puede dar aun cuando por fuera reine la opulencia? Pero el sentido no viene del saber. Quererlo conseguir a base del s...

En Ti pongo mi esperanza

Señor Dios mío, en Ti pongo mi esperanza porque Tu eres mi refugio defensor. A Ti te encomiendo todas mis penas y angustias, pues todo cuanto encuentro fuera de Ti lo hallo frágil, débil e inseguro. De Kempis, Tomas, La imitación de Cristo, 3,160a ed., Apostolado Bíblico Católico, p. 344.

En el cristianismo, la adoración es ante todo acción de gracias por haber sido objeto de la acción salvadora de Dios

Para el Nuevo Testamento, la cruz es, pues, un movimiento que va fundamentalmente de arriba abajo. No es la obra de reconciliación que la humanidad ofrece al Dios airado, sino la prueba del amor incomprensible de Dios que se anonada para salvar al hombre. Es su acercamiento a nosotros, no al revés. Con el cambio de la idea de expiación, núcleo de lo religioso, tanto el culto cristiano como toda la existencia toman una nueva dirección. En el cristianismo, la adoración es ante todo acción de gracias por haber sido objeto de la acción salvadora de Dios. Por eso la expresión esencial del culto cristiano se llama con razón eucaristía, acción de gracias. En este culto no se ofrecen a Dios obras del hombre, consiste más bien en que el hombre acepta el don. No glorificamos a Dios cuando creemos que le ofrecemos algo (¡como si eso no fuera suyo!), sino cuando aceptamos lo que Él nos da y lo reconocemos como único Señor. Lo adoramos cuando abandonamos la ficción de que somos autónomos y contrinc...

Cristo intercede por nosotros, de otro modo desesperaría

De hecho, ésta era precisamente la intención de Agustín: en la difícil situación del imperio romano, que amenazaba también al África romana y que, al final de la vida de Agustín, llegó a destruirla, quiso transmitir esperanza, la esperanza que le venía de la fe y que, en total contraste con su carácter introvertido, le hizo capaz de participar decididamente y con todas sus fuerzas en la edificación de la ciudad. En el mismo capítulo de las Confesiones, en el cual acabamos de ver el motivo decisivo de su compromiso « para todos », dice también: Cristo « intercede por nosotros; de otro modo desesperaría. Porque muchas y grandes son mis dolencias; sí, son muchas y grandes, aunque más grande es tu medicina. De no haberse tu Verbo hecho carne y habitado entre nosotros, hubiéramos podido juzgarlo apartado de la naturaleza humana y desesperar de nosotros ».24 Gracias a su esperanza, Agustín se dedicó a la gente sencilla y a su ciudad; renunció a su nobleza espiritual y predicó y actuó de mane...

El cielo, cumbre del amor realizado, es un regalo que se hace al hombre

Esta profundidad, este abismo consiste, pues, en que el hombre no quiere recibir ni tomar nada, en que sólo quiere permanecer en sí mismo, bastarse a sí mismo. Si esta actitud se lleva al extremo, el hombre se vuelve intocable y solitario. El infierno consiste en que el hombre quiere ser únicamente él mismo, y esto se lleva a cabo cuando se encierra en su yo. Por el contrario, ser de arriba, eso que llamamos cielo, consiste en que sólo puede recibirse, igual que el infierno consiste en querer bastarse a sí mismo. El «cielo» es esencialmente lo que uno no ha hecho ni puede hacer por sí mismo. Utilizando términos de escuela, alguien ha dicho que, como gracia, is donum indebitum et superassitum naturae (un don indebido y añadido a la naturaleza). El cielo, como cumbre del amor realizado, siempre es un regalo que se hace al hombre, pero el infierno es la soledad de quien rechaza el don, de quien rehúsa ser un mendigo y se encierra en sí mismo. ... Repitamos una vez más que el cielo no es u...

Lo infinito que el hombre desea sólo puede provenir de Dios

Se ve que el hombre aspira a una alegría infinita, quisiera placer hasta el extremo, quisiera lo infinito. Pero donde no hay Dios, no se le concederá, no puede darse. Entonces, el hombre tiene que crear por sí mismo lo falso, el falso infinito. Es un signo del tiempo que, precisamente como cristianos, debe desafiarnos de forma urgente. Hemos de poner de manifiesto -y vivir también- que la infinitud que el hombre necesita sólo puede provenir de Dios. Que Dios es de primera necesidad para que sea posible resistir las tribulaciones de este tiempo. Que tenemos que movilizar, por así decirlo, todas las fuerzas del alma y del bien a fin de que en contra de esta acuñación falsa se yerga una verdadera, y de ese modo pueda hacerse saltar el circuito del mal y se lo detenga. Benedicto XVI, Luz del mundo, El papa, la Iglesia y los signos de los tiempos, Una conversación con Peter Seewald, Herder, Bogotá, 2010, p. 74.

La historia universal es una lucha entre dos formas de amor

Como dijo San Agustín, la historia universal es una lucha entre dos formas de amor: entre el amor a sí mismo -hasta la destrucción del mundo- y el amor al otro -hasta la renuncia a sí mismo-. Esta lucha, que se ha podido ver siempre, está en curso también en la actualidad. Benedicto XVI, Luz del mundo, El papa, la Iglesia y los signos de los tiempos, Una conversación con Peter Seewald, Herder, Bogotá, 2010, p. 72.

La gracia y la eternidad existen!

Esa es una cuestión muy seria. Nuestra predicación, nuestro anuncio está orientado realmente de forma unilateral hacia la plasmación de un mundo mejor, mientras que el mundo realmente mejor casi no se menciona ya. Aquí tenemos que hacer un examen de conciencia. Por supuesto, se intenta salir al encuentro de los oyentes, decirles aquello que se halla dentro de su horizonte. Pero nuestra tarea es al mismo tiempo abrir ese horizonte, ampliarlo y mirar hacia lo último. Esas cosas son arduas para el hombre de hoy. Les parecen irreales. En lugar de ellas quisieran respuestas concretas para el ahora, para las vicisitudes de la vida cotidiana. Pero tales respuestas siguen siendo incompletas si no permiten sentir y reconocer también por dentro que yo voy más allá de esta vida material, que existe el juicio, que existen la gracia y la eternidad. En ese sentido debemos encontrar también palabras y modalidades nuevas para hacer al hombre romper la «barrera del sonido» de la finitud. Benedicto XVI,...

Dejarse formar por la misericordia de Dios

Si se lo comprende en el sentido espiritual que acabamos de exponer, de que el Señor es siempre Aquel que viene y que nos preparamos siempre también a la venida definitiva justamente si vamos hacia su misericordia y nos dejamos formar por ella, entonces es correcto. Dejarse formar por la misericordia de Dios como poder opuesto a la falta de misericordia del mundo: ésa es, por así decirlo, la preparación para que venga Él mismo y su misericordia. Benedicto XVI, Luz del mundo, El papa, la Iglesia y los signos de los tiempos, Una conversación con Peter Seewald, Herder, Bogotá, 2010, p. 188.

Los frutos de los misterios del Rosario

 1. Gracias del misterio de la Encarnación, descended a mi alma y hacedme verdaderamente humilde. 2. Gracias del misterio de la Visitación, descended a mi alma y dadme caridad con mi prójimo. 3. Gracias del misterio de la Natividad, descended a mi alma y dadme desapego de los bienes terrenales y amor a los pobres. 4. Gracias del misterio de la Purificación, descended a mi alma y hacedme verdaderamente sabio y puro. 5. Gracias del misterio de Jesús hallado en el templo, descended a mi alma y convierteme. 6. Gracias de la Agonía de Jesús, descended a mi alma y hacedme verdaderamente cofiado en Dios. 7. Gracias de la Flagelación de Jesús, descended a mi alma para que mis sufrimientos me permitan seguir confiando en Dios. 8. Gracias del misterio de la Coronación de espinas de Jesús, descended a mi alma para que mi ego me permita seguir confiando en Dios. 9. Gracias del misterio de la Cruz a cuestas, descended a mi alma y hacedme verdaderamente paciente para llevar la cruz detrás de...

Cristo mismo es el grano de trigo de Dios

 Cristo mismo es el grano de trigo de Dios, que Dios ha enviado a los sembrados de este mundo. Es la palabra del amor eterno que Dios siembra en la tierra. Es el grano de trigo que debería morir para poder dar fruto. Cuando dentro de unos momentos celebremos todos juntos la Eucaristía, tendremos en nuestras manos el pan candeal de Dios: el pan que es Cristo, el Señor mismo, el fruto que ha dado muchas veces cientos por uno desde la muerte del grano de trigo y se ha convertido en pan para el mundo entero. Por eso, el pan de la Eucaristía es para nosotros señal de la cruz y, a la vez, señal de la abundante y gozosa cosecha de Dios: en el pasado evoca la cruz, el grano de trigo que murió. Pero también anticipa el futuro, el gran banquete nupcial de Dios, al que acudiremos muchos del Este y el Oeste, del Norte y del Sur (cfr. Mt 8, 11); más aún, de hecho este banquete nupcial ha comenzado ya aquí, en la celebración de la sagrada Eucaristía, donde hombres de todas las razas y de todas l...

El origen del rosario

 El origen del rosario se remonta a la Edad Media. Por entonces muchas personas no sabían leer, lo que les impedía participar en los salmos bíblicos. Por eso se buscó un salterio para ellas, y se halló en la oración a María con los misterios de la vida de Jesucristo. Afectan al que reza de una forma meditativa, en la que la repetición tranquiliza el alma, y aferrarse a la palabra, sobre todo a la figura de María y a las imágenes de Cristo que pasan ante uno mientras tanto, sosiega y libera el alma y le concede la visión de Dios. Lo que importa no es tanto seguir con esfuerzo cada palabra de manera racional, sino todo lo contrario, dejarse llevar por la calma de la repetición, por lo cadencioso. Máxime teniendo en cuenta que no se trata de palabras vacías. Traen a mis ojos y a mi alma grandes imágenes y visiones, y sobre todo, la figura de María y a través de ella la de Jesús. Dios y el mundo, Benedicto XVI, Debolsillo, Barcelona, 2005, p. 299. p. 128 Orar

El rosario y el viacrucis

 El rosario y el viacrucis no son otra cosa que una guía que el corazón de la Iglesia ha descubierto para aprender a ver a Jesús y llegar así a responder de la misma forma que las gentes de Nínive: con la penitencia, con la conversión. El rosario y el vía crucis constituyen desde hace siglos la gran escuela donde aprendemos a ver a Jesús. El camino pascual, Benedicto XVI, BAC, Madrid, 1990, p. 39. p. 127 Orar

Sirve para hallar el centro de la vida

 [Alejandro, niño romano que ha recibido la Primera Comunión, le pregunta: ¿Para qué sirve, en la vida de todos los días, ir a la Santa Misa y recibir la Comunión?] Sirve para hallar el centro de la vida. La vivimos en medio de muchas cosas. Y las personas que no van a la iglesia no saben que les falta precisamente Jesús. Pero sienten que les falta algo en su vida. Si Dios está ausente en mi vida, si Jesús está ausente en mi vida, me falta una orientación, me falta una amistad esencial, me falta también una alegría que es importante para la vida. Me falta también la fuerza para crecer como hombre, para superar mis vicios y madurar humanamente. (15 de octubre de 2005) Orar, Benedicto XVI, Planeta, Bogotá, 2008, p. 123. p. 123 Orar

Zacarías es un hombre que ora

 [...] Zacarías está aquí descrito con una sola frase: es un hombre que ora. Y esto significa que es un hombre que cree. Y también que es un hombre que espera. O dicho de otro modo: no cree simplemente que tal vez en alguna parte exista un ser superior, del que por lo demás, no sabe nada y que, por añadidura, no se hace notar, sino que cree que Dios existe. Y esto significa que para él ni el mundo es indiferente ni se le ha ido de las manos. Significa que todo lo que tenemos que hacer es abrirnos a estas manos, porque quiere y puede actuar, aunque hace cosas distintas de las que imaginamos en nuestras oraciones. Hizo cosas distintas de las que esperaba el joven Zacarías y también distintas de las que había esperado más tarde. Tan distintas que, al principio, tuvo que quedarse mudo, para aprender de nuevo el lenguaje de Dios. Servidor de vuestra alegría,  Benedicto XVI, Herder, Barcelona, 1995, p. 42. p. 121 Orar

Tener trato con Dios para mí es una necesidad

 Tener trato con Dios para mí es una necesidad. Tan necesario como respirar todos los días, como ver la luz o comer a diario, o tener amistades, todas esas cosas son necesarias, es parte esencial de nuestra vida. Pues es lo mismo. Si Dios dejara de existir, yo no podría respirar espiritualmente. En el trato con Dios no hay hastío posible. Tal vez pueda haberlo en algún ejercicio de piedad, en alguna lectura piadosa, pero nunca en una relación con Dios como tal. La sal de la Tierra, Benedicto XVI, Palabra, Madrid, 2007, p. 13. p. 121 Orar

La razón no consigue fundar la hermandad

La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad. Ésta nace de una vocación transcendente de Dios Padre, el primero que nos ha amado, y que nos ha enseñado mediante el Hijo lo que es la caridad fraterna. Carta Encíclica "Caritas in Veritate" del Sumo Pontífice Benedicto XVI, No. 19.

La sociedad cada vez más globalizada

 La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. Carta Encíclica “Caritas in Veritate” del Sumo Pontífice Benedicto XVI, No. 19.

Tratad a todos bien

 Tratad a todos bien, Tratad siempre bien, Tratad de tal manera bien que Dios muy complacido les tenga que decir: "Muy Bien". Benedicto XVI

SPE 4 SALVI

50. Así, pues, la invocamos: Santa María, tú fuiste una de aquellas almas humildes y grandes en Israel que, como Simeón, esperó « el consuelo de Israel » (Lc 2,25) y esperaron, como Ana, « la redención de Jerusalén » (Lc 2,38). Tú viviste en contacto íntimo con las Sagradas Escrituras de Israel, que hablaban de la esperanza, de la promesa hecha a Abrahán y a su descendencia (cf. Lc 1,55). Así comprendemos el santo temor que te sobrevino cuando el ángel de Dios entró en tu aposento y te dijo que darías a luz a Aquel que era la esperanza de Israel y la esperanza del mundo. Por ti, por tu « sí », la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho « sí »: « Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra » (Lc 1,38). Cuando llena de santa alegría fuiste aprisa por los montes de Judea para visitar a tu pariente Isabel, te convertiste en la imagen de la futura Iglesia que, en su se...

SPE 3 SALVI

37. Volvamos a nuestro tema. Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo. Precisamente cuando los hombres, intentando evitar toda dolencia, tratan de alejarse de todo lo que podría significar aflicción, cuando quieren ahorrarse la fatiga y el dolor de la verdad, del amor y del bien, caen en una vida vacía en la que quizás ya no existe el dolor, pero en la que la oscura sensación de la falta de sentido y de la soledad es mucho mayor aún. Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito. En este contexto, quisiera citar algunas frases de una carta del mártir vietnamita Pablo Le-Bao-Thin († 1857) en las que resalta esta transformación del sufrimiento mediante la fuerza de la esperanza que proviene de la fe. « Yo, Pablo, encarcelado por el nombre de Cristo, os quiero exp...

SPE 2-1 SALVI

30. Resumamos lo que hasta ahora ha aflorado en el desarrollo de nuestras reflexiones. A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. En la juventud puede ser la esperanza del amor grande y satisfactorio; la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. En este sentido, la época moderna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo perfecto que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y a una política fundada científica...

SPE 2 SALVI

13. A lo largo de su historia, los cristianos han tratado de traducir en figuras representables este saber que no sabe, recurriendo a imágenes del « cielo » que siempre resultan lejanas de lo que, precisamente por eso, sólo conocemos negativamente, a través de un no-conocimiento. En el curso de los siglos, todos estos intentos de representación de la esperanza han impulsado a muchos a vivir basándose en la fe y, como consecuencia, a abandonar sus «hyparchonta», las sustancias materiales para su existencia. El autor de la Carta a los Hebreos, en el capítulo 11, ha trazado una especie de historia de los que viven en la esperanza y de su estar de camino, una historia que desde Abel llega hasta la época del autor. En los tiempos modernos se ha desencadenado una crítica cada vez más dura contra este tipo de esperanza: consistiría en puro individualismo, que habría abandonado el mundo a su miseria y se habría amparado en una salvación eterna exclusivamente privada. Henri de Lubac, en la intr...