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Mostrando las entradas de diciembre, 2023

Una globalización guiada por la ley del amor

El mundo tiende a la unidad. Lo subrayan muchos signos… El mundo de hoy, en efecto, en sus estructuras políticas, económicas y sociales, aparece vinculado por una interdependencia orgánica y profunda. Desgraciadamente, muchas veces esta tensión hacia la unidad, que hoy sale a escena vestida de globalización, está guiada únicamente por intereses gigantescos. Y mientras por un lado se tejen grandiosos diseños de conjunto, por el otro millones y millones de personas se ven excluidas. Es como si de la humanidad y de las mismas Iglesias de hoy se elevara una petición, un grito que invoca una globalización de otro tipo, guiado no por la lógica del beneficio, sino por la ley del amor. Es ciertamente el Espíritu Santo el que ha puesto en el corazón de los hombres y mujeres de hoy este anhelo, y es él quien impulsa a la Iglesia a hacerse comunión, de modo que sepa responder a esta ansia de humanidad. ¡Espera en Dios!, Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2009, ...

El mundo es de quien lo ama y mejor sabe demostrarlo

A veces nos lamentamos de que el cristianismo, en la sociedad de hoy, es una presencia cada vez más marginal; de que es difícil transmitir la fe a los jóvenes, de que las vocaciones disminuyen. Y se podrían seguir enumerando motivos de preocupación… De hecho, no es raro que, en el mundo actual, nos sintamos perdedores. Pero la aventura de la esperanza nos lleva más allá. Un día hallé escrito en un calendario estas palabras: “El mundo es de quien lo ama y mejor sabe demostrarlo”. ¡Qué verdaderas son! En el corazón de las personas hay una sed infinita de amor, y nosotros, con el amor que Dios ha infundido en nuestros corazones, podemos saciarla. ¡Espera en Dios!, Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2009, p. 90.

La primera escuela es la familia cristiana

 El primer seminario, el primer noviciado, la primera escuela es la familia cristiana. Ningún educador, por dotado y experto que sea, puede sustituir a los padres. Si este fundamento vacila, también el futuro de la Iglesia y de la sociedad humana será incierto e irá a la ruina. Al cumplir cincuenta años el Papa Juan XXIII le escribió una carta a sus padres en la cual les decía: “Queridos mamá y papá, hoy he llegado a los cincuenta años. Dios, por su infinita bondad, me ha confiado muchos cargos en la Iglesia, he estado en muchos lugares, he estudiado mucho, pero ninguna escuela me ha dado una enseñanza tan grande o me ha hecho tanto bien como la que recibí cuando me sentaban en sus rodillas.” ¡Espera en Dios!, Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2009, p. 45.

El laico tiene que ser alguien que ama su misión en el mundo

 El laico tiene que ser alguien que ama su misión en el mundo: la de hacer presente la eternidad en el tiempo. Es alguien que cree que Dios le ha confiado el mundo y sus hermanos para conducirlos a la salvación eterna. Es alguien que sabe con certeza que sólo Dios puede dar la salvación. Pero que pide la colaboración del hombre en esta tarea. El laico es quien sabe esperar, garantiza la esperanza y comunica esperanza a los demás. ¡Espera en Dios!, Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2009, p. 43.

En la Iglesia continúa el misterio de la pasión y de la resurrección

En los últimos dos mil años la Iglesia ha sido traicionada por apóstoles, por papas, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos: es lo que Paulo VI ha denominado autodestrucción. Sin embargo, en cada ocasión la Iglesia ha logrado renovarse y se ha vuelto más fresca y luminosa, cada vez más fuerte. En efecto, en ella continúa el misterio de la pasión y de la resurrección. ¡Espera en Dios!, Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2009, p. 35.

Esta es la verdadera y auténtica santidad

Sé feliz con los que te aman. Sé feliz con los que te odian. Sé feliz cuando todo es alegre y luminoso a tu alrededor. Sé feliz cuando tu corazón sufre intensamente. Sé feliz cuando todos te siguen. Sé feliz cuando te encuentres solo y abandonado. Sé feliz y ayuda a todos los que conozcas a experimentar también ellos este clima de felicidad, aunque tu corazón esté hecho pedazos. Esta es la verdadera y auténtica santidad que vale más que todos los ayunos y todas las renuncias. ¡Espera en Dios!, Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2009, p. 27.

El fundamento de tu ser

 El fundamento de tu ser es tu interioridad profunda, es decir, tus sacrificios, tu paciencia, tu reflexión y tu amor. ¡Espera en Dios!, Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2009, p. 26.

Intimidad de vida con la Santísima Trinidad

Los hombres tienen miedo del silencio porque se sienten vacíos cuando están solos. En cambio, quien tiene vida interior, aprecia el silencio porque, en la intimidad de vida con las Santísima Trinidad, descubre un mundo nuevo colmado de belleza, una vida que este mundo no puede dar. ¡Espera en Dios!, Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2009, p. 19.

El hombre fuerte es muy puro

El que tiene fortaleza no presume, sino que tiene espíritu de sacrificio. Es como un grano de azúcar o de sal que se disuelve y, transformándose, le agrega sabor a la comida. El hombre fuerte es muy puro y no se entromete en los asuntos de los demás. No anda con vueltas en la relación con ellos. No dejará de hacer su parte, pero sin interferir en las cosas de los otros. Conoce bien sus límites. Sabe cuándo tiene que callar. Demasiado a menudo las charlas inútiles, hechas sin pensar en las consecuencias, siembran discordia. Las palabras inútiles son el instrumento del diablo para minar la caridad. El hombre fuerte no es indiscreto, sino que trata de conocerse más a fondo a sí mismo. ¡Espera en Dios!, Breves reflexiones del Cardenal Van Thuan, Ciudad Nueva, Buenos Aires, 2009, p. 17.

La esencia de la fe

«El bautismo. Es el valor supremo de Dios que debe grabarse vivamente en nuestro espíritu, nuestro corazón, nuestra carne. Está marcado en nosotros, indeleble, por el bautismo.  Jesús. Lo insólito del cristiano es pura y simplemente su semejanza con Jesucristo, la semejanza de Jesucristo inserta en un hombre por el bautismo, y que atravesando su corazón, sale a flor de piel. El evangelio. Cuando tenemos el evangelio en las manos, deberíamos pensar que en él habita el Verbo que quiere hacerse carne en nosotros, para que volvamos a empezar su vida en otro sitio, en otro tiempo y otra sociedad. El hermano. Amamos a Dios, el amor de Dios es el primer mandamiento; pero el segundo es semejante, es decir que sólo a través de los demás podemos devolver amor por amor a Dios. La Iglesia. La palabra Iglesia me gustaría escribirla en todas las líneas, lo mismo que escribiría la palabra Dios.» Magdalena (Madeleine) Delbrel citada en Loew, Jacques, La vida a la escucha de los grandes orantes, Na...

Debo dar gracias

«Yo me he encontrado siempre ante este gran misterio de Dios: Por mi mismo no soy nada, soy miserable, pero, Dios Padre me ama, quiere salvarme, quiere sacarme de la miseria en la que vivo; entonces, con su amorosa mano, me envía a su Hijo que me trae esta misericordia, la gracia, el bautismo». De esta tensión entre miseria y misericordia, surge la acción de gracias: «Debo dar gracias, agradecer, agradecer, agradecer». Esta gracia de agradecer pasa por la Virgen María: «Con ella, mi alma da gracias al Señor». PP Pablo VI citado en Loew, Jacques, La vida a la escucha de los grandes orantes, Narcea, Madrid, 1988, p. 219.

La oración es la única que puede imprimir el evangelio en un corazón de hombre

Pues caminan de la mano para llevarnos al camino seguro, sin peligrosas ilusiones: nada de contemplación en la ociosidad, nada de santidad sin trabajo, nada de presencia de Dios sin las humildes tareas comunes. Pero nada de Dios tampoco, si no habita en nuestro corazón un gran deseo, y sin una espera siempre aguzada, sin la oración en fin, siempre posible, siempre difícil, que es la única que abre la puerta de los deseos y de la espera, la única que puede « imprimir el evangelio en un corazón de hombre». Loew, Jacques, La vida a la escucha de los grandes orantes, Narcea, Madrid, 1988, p. 228.

Dios quiere almas que se le parezcan

 Dios quiere almas que se le parezcan queriendo imitar a su Hijo nuestro Señor Jesucristo. Adapatado de María de la Encarnación citada en Loew, Jacques, La vida a la escucha de los grandes orantes, Narcea, Madrid, 1988, p. 114.

Quiero lo que tú quieres

 Quiero lo que tú quieres sin preguntarme si puedo sin preguntarme si me gusta sin preguntarme si yo lo quiero. Magdalena (Madeleine) Delbrel citada en Loew, Jacques, La vida a la escucha de los grandes orantes, Narcea, Madrid, 1988, p. 130.

Hay sólo dos cosas que cuentan para el alma

Así más que los éxtasis y visiones, las sencillas y exigentes palabras del evangelio son la fuente de una paz que nada puede turbar. Este es el testamento espiritual de María de la Encarnación: «Hay sólo dos cosas que cuentan para el alma: la primera es la práctica de las máximas del evangelio, o al menos un esfuerzo continuo para practicarlas. El otro es la dulce familiaridad con Dios, cultivarle, y por decirlo de alguna forma, entretenerse con él». «Dios ama infinitamente las almas apacibles y pacificas y se complace en hablarles al corazón». Loew, Jacques, La vida a la escucha de los grandes orantes, Narcea, Madrid, 1988, p. 116.

Las máximas del evangelio

María misma ha señalado la importancia de las máximas del evangelio. En 1648, se las entregó a su hijo, en el momento en que va ha ser ordenado sacerdote, y las pone en primera fila antes incluso de «su amorosa familiaridad o intimidad con Dios». Son para ella una entrada en la verdad de Dios, que quiere almas que se le parezcan queriendo imitar a su Hijo. Así María de la Encarnación, a su manera, alcanza el himno a la caridad que san Pablo propone a los corintios: la caridad es paciente, buena, no se engríe, espera todo, soporta todo… Este himno -lo mismo que las bienaventuranzas- es el retrato de Jesús. He aquí, numeradas por María, estas máximas: «I. Al ser acusada de haber cometido alguna falta, no excusarse de ella, aunque sea inocente; y no acusar a nadie que la haya hecho para descargarse, si no es que va en ello la gloria de Dios, al juicio del cual pertenece. II. Velar sobre el espíritu y el corazón para no dejarse sorprender diciendo palabras de queja o exageradas, cuando se ...

Vivir para El

 Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa más que vivir para El. Magdalena (Madeleine) Delbrel citada en Loew, Jacques, La vida a la escucha de los grandes orantes, Narcea, Madrid, 1988, p. 162.

Del cómo se sabe

 Como ves, no vale saber mucho, si no se sabe medir la sabiduría. Verás también que el fruto y la utilidad de la ciencia depende del como se sabe. ¿Qué quiere decir eso del modo de saber? Simplemente que sepas con qué orden, con qué aplicación y para qué fin se debe llegar a saber. ¿Con qué orden? Ante todo lo que es más oportuno para la salvación. ¿Con qué aplicación? Con mayor amor cuanto más impetuosamente nos lleve el amor. ¿Con qué finalidad? No por vanagloria o curiosidad, o algo semejante; sino únicamente para tu edificación y la del prójimo. San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p 139.

El conocimiento propio es un paso hacia el conocimiento de Dios

Y suspirando (el alma), al ver su miseria e incapaz de ocultar su verdadera situación ¿no clamará al Señor con el Profeta: Me has humillado con tu verdad? (Sal 119, 75). No puede menos de humillarse sinceramente ante este conocimiento de sí misma, al verse cargada de pecados, al verse aplastada por el peso de su cuerpo mortal, enmarañada entre los afanes terrenos, corrompida por la hez de sus deseos carnales, ciega, encorvada, enferma, embrollada en muchos errores, expuesta a mil peligros, temblando por mil temores, angustiada por mil dificultades, sujeta a mil sospechas, oprimida por mil necesidades, propensa a los vicios e incapaz por la virtud. ¿Cómo podría levantar altivamente sus ojos y su frente? ¿No se revolcará más en su miseria, mientras tenga clavada la espina? Volverá a las lágrimas, retornará al llanto y los gemidos, se convertirá al Señor y exclamará desde su humildad: Sáname porque he pecado contra ti (Sal 41, 5). Convertida al Señor será consolada, porque es Padre cariño...

Al volver vuelven cantando

Has sembrado para ti la justicia, si mediante el verdadero conocimiento de ti mismo cultivas el temor de Dios, te humillas, te deshaces en llanto, prodigas las limosnas, te entregas a las demás obras de piedad, afliges tu cuerpo con ayunos y vigilias, golpeas tu cuerpo y persistes ante el cielo con tu clamor: todo esto equivale a sembrar segun justicia. Las semillas son las buenas obras, las lágrimas, los rectos afanes. Al ir, dice, iban llorando llevando la semilla. ¿Y estarán siempre llorando? De ningun modo. Al volver vuelven cantando, trayendo sus gavillas (Salmo 122,1). San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. 143.

Cuando ** escucho el nombre de Jesús

Cuando pronuncio el nombre de Jesús evoco el recuerdo de un hombre sencillo y humilde, bueno, sobrio, casto, misericordioso, el primero por su rectitud y santidad. Evoco al mismo Dios todopoderoso, que me convierte con su ejemplo y me da fuerzas con su ayuda. Todo esto revive en mi cuando escucho el nombre de Jesús. De su humanidad extraigo un testimonio de vida para mí, de su poder, fuerzas. Lo primero es un jugo medicinal; lo segundo es como un estímulo al exprimirlo. Y con ambos me preparo una receta que ningún médico puede superar.  San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. 93.

Te reconfortaré con mis alabanzas

Escucha finalmente a Dios: él mitiga el sinsabor del corazón quebrantado, saca al abatido del abismo de la desesperación, consuela al afligido con la miel de una promesa tierna y fiel, y anima al desalentado. Lo dice por el Profeta: "Moderaré tus labios con mi alabanza para que no perezcas" (Is 48, 9). Es decir:«Para que no caigas en una tristeza extrema al contemplar tus maldades, para que desesperado no te precipites como caballo desbocado y perezcas, yo te contengo con el freno, saldrá al paso mi indulgencia, te reconfortaré con mis alabanzas. Tu que te ofuscas con tus males, sentirás el alivio en mis bienes, al descubrir que es mayor mi benignidad que todas tus culpas». San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. 77. 

El que sacia de bienes todos los anhelos

El que sacia de bienes todos los anhelos, será plenitud luminosa para la razón, torrente de paz para la voluntad, presencia eterna para la memoria. San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. 79.

Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria

Pero el hombre virtuoso, aquel a quien ni su propio conocimiento le hace daño, ni su dignidad personal le adormece, confiesa sencillamente y dice a Dios: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria» (Sal 114, 9). Como si dijera: Señor, nada nos pertenece a nosotros mismos, ni nuestro propio conocimiento, ni nuestra propia dignidad; todo lo atribuimos a ti de quien todo procede. San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. 7.

Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza

¿Quién, por impío que sea, podrá siquiera concebir que la dignidad humana, tan refulgente en el alma, haya podido ser creada por otro ser distinto al que dice en el Génesis: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza?» (Gen 1, 26). ¿Quién puede pensar que el hombre pudiera haber recibido la ciencia de otro que no sea justamente el mismo que enseña al hombre la ciencia? ¿De quién, sino del Señor de las virtudes, piensa que ha podido recibir el don de la virtud que se le ha dado o espera que se le de? Con razón, pues, merece Dios ser amado por sí mismo, incluso por el que no tiene fe, pues si desconoce a Cristo, se conoce, al menos, a sí mismo. Por eso nadie, ni el mismo infiel, tiene excusa si no ama al Señor su Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda su fuerza. Clama en su interior una justicia innata y no desconocida por la razón, y le impulsa a amar con todo su ser a quien reconoce como autor de todo cuanto ha recibido.  Pero es difícil, e incluso imposible, qu...

Se le clava en lo más hondo de su alma el dardo del amor

Ve al divino Salomón con la diadema con que le coronó su madre; al Único del Padre cargado con la cruz; cubierto de llagas y salivazos al Señor de la majestad; al autor de la vida y de la gloria clavado con clavos, traspasado por una lanza, harto de oprobios y dando esa vida tan hermosa por sus enemigos. Al contemplar este cuadro, se le clava en lo más hondo de su alma el dardo del amor y exclama: «Dadme fuerza con flores y vigor con manzanas, pues desfallezco de amor (Cant 2, 5).» San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. 9.

Un retorno a Dios

 La vida cristiana se puede concretar, pues, en un intento continuo por divinizar la imagen, buscar al Verbo consintiendo a la gracia. La doctrina de la imagen es algo dinámico, un movimiento, una actividad, un retorno a Dios. Este movimiento, cuyo origen y meta es Dios, se realiza por la virtud, especialmente por el amor. Y la virtud supone la ayuda divina, el "apoyo de la gracia". San Bernardo, En la escuela del amor, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1999, p. XXII.

Oración a la Virgen de Lourdes para pedir la salud de los enfermos

¡Oh amabilísima Virgen de Lourdes, Madre de Dios y Madre nuestra! Llenos de aflicción y con lágrimas fluyendo de los ojos, acudimos en las horas amargas de la enfermedad a vuestro maternal corazón, para pediros que derraméis a manos llenas el tesoro de vuestra misericordia sobre nosotros. Indignos somos por nuestros pecados de que nos escuchéis: pero acordaos, os diré con vuestro siervo san Bernardo, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos, haya sido abandonado de Vos. ¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima! Ya que Dios obra por vuestra mano curaciones sin cuento en la gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas del dolor, guarda también una mirada de bendición para nuestro pobre enfermo - -. Alcanzadle de vuestro Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios. Pero mucho más, alcanzadnos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos y sobre todo un amor grande y eterno...

UN HOMBRE PREGUNTA...

 UN HOMBRE PREGUNTA... Gloria Fuertes ¿Dónde está Dios?... Se ve, o no se ve. Si te tienen que decir dónde está Dios, Dios se marcha. De nada vale que te diga, que vive en tu garganta. Que Dios está en las flores y en los granos, en los pájaros y en las llagas, en lo feo, en lo triste, en el aire y en el agua; Dios está en el mar y, a veces, en el templo; Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa, en la madre que pare y en la garrapata, en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca. Dios está en la mina y en la plaza. Es verdad que Dios está en todas partes, pero hay que verle, sin preguntar que dónde está, como si fuera mineral o planta. Quédate en silencio, mírate la cara. El misterio de que veas y sientas, ¿no basta? Pasa un niño cantando, tú le amas: ahí está Dios. Le tienes en la lengua cuando cantas, en la voz cuando blasfemas, y cuando preguntas que dónde está, esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga. En los ojos le tienes cuando ríes, ...

VUESTRA ** SOY, PARA VOS NACI

 VUESTRA ** SOY, PARA VOS NACI  Santa Teresa de Jesús Vuestra soy, para Vos nací,  ¿qué mandáis hacer de mí? Soberana Majestad,  eterna sabiduría,  bondad buena al alma mía;  Dios, alteza, un ser, bondad,  la gran vileza mirad  que hoy os canta amar así.  ¿Qué mandáis hacer de mí? Vuestra soy, pues me criastes;  vuestra, pues me redimistes;  vuestra, pues que me sufristes;  vuestra, pues que me llamastes;  vuestra, porque me esperastes;  vuestra, pues no me perdí.  ¿Qué mandáis hacer de mí? ¿Qué mandáis, pues, buen Señor,  que haga tan vil criado?  ¿Cuál oficio le habéis dado  a este esclavo pecador?  Vesme aquí, mi dulce Amor;  Amor dulce, veisme aquí.  ¿Qué mandáis hacer de mí? ¿Veis? Aquí mi corazón,  yo lo pongo en vuestra palma,  mi cuerpo, mi vida y alma,  mis entrañas y aflicción;  dulce Esposo y redención,  pues por vuestra me ofrecí.  ¿Qué mandá...

"Al Dios Desconocido"

San Pablo observó un altar en Atenas, que estaba dedicado "Al Dios Desconocido".  Ese Dios eres Tú, Señor. No te conozco, pero te busco. Recibo destellos de Tí en el rostro de Cristo. En ocasiones me siento cerca de Tí en los sacramentos y en la oración; también en las horas oscuras, en la desolación total, mi corazón me dice: "Tiene que haber algo más allá de esto". Estos destellos son siempre un regalo, una gracia, una promesa, una apertura del velo.  San Juan de la Cruz desconfiaba de todo lo que sacara al alma de la Fe oscura, donde el entendimiento debe ser abandonado, para llegar a Dios sólo por amor. Tomado de Espacio Sagrado, el sitio en internet para la oración diaria en línea de los jesuitas en Irlanda (www.sacredspace.ie/es).

Cántico *** Espiritual - San Juan de la Cruz

Cántico *** Espiritual - San Juan de la Cruz  San Juan de la Cruz  ok (Cántico espiritual entre el alma y Cristo) - ¿Adónde te escondiste,  Amado, y me dejaste con gemido?  Como el ciervo huiste,  habiéndome herido;  salí tras ti, clamando, y eras ido. Pastores, los que fuerdes  allá, por las majadas,  al otero, si por ventura vierdes  aquel que yo más quiero,  decidle que adolezco, peno y muero. Buscando mis amores,  iré por esos montes y riberas;  ni cogeré las flores,  ni temeré las fieras,  y pasaré los fuertes y fronteras. ¡Oh bosques y espesuras,  plantados por la mano del Amado!  ¡Oh prado de verduras,  de flores esmaltado,  decid si por vosotros ha pasado! - Mil gracias derramando,  pasó por estos sotos con presura,  y, yéndolos mirando,  con sola su figura  vestidos los dejó de hermosura. - ¡Ay, quién podrá sanarme!  Acaba de entregarte ya de vero;  no quieras...

El Reino de Dios es un Reino...

 El Reino de Dios es un Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz que, Cristo nos enseñó cómo, tenemos por mision en nuestra vida ayudar a construir. Basado en Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Conferencia Episcopal de Colombia, Editorial Nomos, 2005, p. 47.

Reino de Dios 2

Los bienes, como la dignidad del hombre, la fraternidad y la libertad, todos los frutos buenos de la naturaleza y de nuestra laboriosidad, difundidos por la tierra en el Espíritu del Señor y según su precepto, purificados de toda mancha, iluminados y transfigurados, pertenecen al Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz que Cristo entregará al Padre y donde nosotros los volveremos a encontrar. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Conferencia Episcopal de Colombia, Editorial Nomos, 2005, p. 47.

Reino de Dios

51    A la identidad y misión de la Iglesia en el mundo, según el proyecto de Dios realizado en Cristo, corresponde una finalidad escatológica y de salvación que solo en el siglo futuro podrá alcanzar plenamente. Precisamente por esto, la Iglesia ofrece una contribución original e insustituible con la solicitud que la impulsa a hacer más humana la familia de los hombres y su historia y a ponerse como valuarte contra toda tentación totalitaria, mostrando al hombre su vocación integral y definitiva. Con la predicación del Evangelio, la gracia de los sacramentos y la experiencia de la comunión fraterna, la Iglesia cura y eleva la dignidad de la persona, consolida la firmeza de la sociedad y concede a la actividad diaria de la humanidad un sentido y una significación mucho mas profundos. En el plano de las dinámicas históricas concretas, la llegada del Reino de Dios no se puede captar desde la perspectiva de una organización social, económica y política definida y definitiva. El R...

¿Qué ** tengo yo, que mi amistad procuras?

 ¿Qué ** tengo yo, que mi amistad procuras? (Rafael y Lope de Vega) ¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? ¿Qué interés te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas las noches del invierno oscuras? ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío, si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras! ¡Cuántas veces el ángel me decía: «Alma, asómate ahora a la ventana, verás con cuánto amor llamar porfía»! ¡Y cuántas, hermosura soberana, «Mañana le abriremos», respondía, para lo mismo responder mañana!

La envidia es mil veces mas terrible que el hambre

 La envidia es mil veces mas terrible que el hambre, porque es hambre espiritual. Miguel de Unamuno

¡D I O S!

 ¡D I O S! Miguel de Unamuno  Señor, Señor, ¿por qué consientes que te nieguen ateos? ¿Por qué, Señor, no te nos muestras sin velos, sin engaños? ¿Por qué, Señor, nos dejas en la duda, duda de muerte? ¿Por qué te escondes? ¿Por qué encendiste en nuestro pecho el ansia de conocerte, el ansia de que existas, para velarte así a nuestras miradas? ¿Dónde estás, mi Señor; acaso existes? ¿Eres Tú creación de mi congoja, o lo soy tuya? ¿Por qué, Señor, nos dejas vagar sin rumbo buscando nuestro objeto? ¿Por qué hiciste la vida? ¿Qué significa todo, qué sentido tienen los seres? ¿Cómo del poso eterno de las lágrimas, del mar de las angustias, de la herencia de penas y tormentos no has despertado? Señor, ¿por qué no existes? ¿Dónde te escondes? Te buscamos y te hurtas, te llamamos y callas, te queremos y Tú, Señor, no quieres decir: ¡vedme, mis hijos! Una señal, Señor, una tan sólo, una que acabe con todos los ateos de la tierra; una que dé sentido a esta sombría vida que arrastramos. ¿...

Si a pesar de todos tus esfuerzos...

Pero si, hermano mío, a pesar de todos tus esfuerzos, no llegas a penetrar en las partes del corazón conforme a mis indicaciones, haz como te digo y,  con la ayuda de Dios, alcanzarás tu objetivo. Sabes que la razón del hombre tiene su asiento en el pecho. En efecto, es en nuestro pecho donde hablamos, decidimos, componemos nuestros salmos y nuestras oraciones mientras nuestros labios permanecen mudos. Después de haber arrojado de esta razón todo pensamiento (tú puedes hacerlo, sólo necesitas desearlo), entrégale el «Señor Jesucristo, tened piedad de mí» y dedícate a gritar interiormente, con exclusión de cualquier otro pensamiento, esas palabras. Cuando con el tiempo hayas dominado esa práctica, ella te abrirá la entrada del corazón tal como te lo he dicho y sin ninguna duda. Yo lo he experimentado en mí mismo. Con la alegría y toda la deseable atención tú verás venir a ti todo el coro de las virtudes, el amor, la alegría, la paz y todo lo demás. Gracias a ellas, todas tus demanda...

Realizar en Dios todas nuestras acciones

La oración ininterrumpida consiste en mantener el espíritu sometido a Dios con una gran reverencia y un gran amor, sostenerlo en la esperanza de Dios, realizar en Dios todas nuestras acciones y vivir en él todo lo que nos sucede. Máximo el Confesor, citado en La Filocalia de la oración de Jesús, 7a. ed., Salamanca, Ediciones Sígueme, 2004, p. 127.

Conservar perfectamente en su corazon el recuerdo de Dios

 El obrero de la santidad debe animosamente correr en espiritu hacia la meta (cf Flp 3, 14) para conservar perfectamente en su corazon el recuerdo de Dios, tal como se hace con una perla fina o una piedra preciosa. Debemos abandonarlo todo, despreciar nuestro cuerpo y la vida presente para tener en nuestro corazon solamente a Dios... Filoteo el Sinaita, citado en La Filocalia de la oración de Jesús, 7a. ed., Salamanca, Ediciones Sígueme, 2004, p. 119.

La perseverancia en la oración

El mejor de nuestros actos, la más alta de nuestras obras, es la perseverancia en la oración. Por ella podemos adquirir cada día todas las virtudes pidiéndolas a Dios. Ella proporciona a aquellos que son considerados dignos la .comunión con la bondad divina, con la operación del Espíritu, la amorosa e inexpresable unión espiritual con el Señor. Aquel que cada día se esfuerza, perseverando en la oración, es consumido por el deseo divino del amor espiritual; inflamado de la ardiente languidez por Dios, recibe la gracia espiritual de la perfección santificante (Hom. 40: PG 34, 764b).  Pseudo Macario el Grande, citado en La Filocalia de la oración de Jesús, 7a. ed., Salamanca, Ediciones Sígueme, 2004, p. 58.

El centinela, al sentirse fatigado, se levantará para orar

 Sentados en una altura, observad y veréis entonces a los merodeadores que se adelantan para robar vuestros racimos; sus tácticas, su hora, su origen, su nombre y su naturaleza. El centinela, al sentirse fatigado, se levantará para orar, luego se sentará para retornar animosamente a su anterior ocupación. Juan Climaco o de la Escala citado en La Filocalia de la oración de Jesús, 7a. ed., Salamanca, Ediciones Sígueme, 2004, p. 101.

Aquellos en quienes el espíritu aprendió a orar en verdad

 Aquellos en quienes el espíritu aprendió a orar en verdad, hablan al Señor frente a frente, son como los que hablan al oído del emperador. Aquellos que oran con su boca nos recuerdan a los que se prosternan ante el emperador en presencia de toda la corte. Aquellos que viven en el mundo son como los que dirigen su súplica al emperador desde la confusión de la multitud. Si habéis aprendido debidamente el arte de la oración, no habrá en esto nada nuevo para vosotros. Juan Clímaco o de la Escala citado en La Filocalia de la oración de Jesús, 7a. ed., Salamanca, Ediciones Sígueme, 2004, p. 100.

La finalidad de la atención y la oración

Si queréis aprender a orar, considerad la finalidad de la atención y la oración, y no os desviareis. Su finalidad es, mi bien amado, la constante compunción, la contrición del corazón, el amor al prójimo. Su opuesto es, evidentemente, el pensamiento ambicioso, el murmullo de la calumnia, el odio hacia el prójimo y cualquier otra disposición semejante. Calixto e Ignacio Xantopoulos citados en La Filocalia de la oración de Jesús, 7a. ed., Salamanca, Ediciones Sígueme, 2004, p. 212. Compunción: Sentimiento o dolor de haber ofendido a Dios. Contrición: Dolor profundo de haber ofendido a Dios.

Conservarás tu conciencia

Tu conservarás tu conciencia, en primer lugar, en relación a Dios, luego en relación a tu padre (espiritual) y, por ultimo, en relación a los hombres y las cosas. En relación a Dios, no haciendo nada que sea contrario a su servicio; hacia tu padre, haciendo todo lo que te dice según su misma intención, sin quitar ni agregar nada; hacia los hombres, no haciendo a otro lo que no quieres para ti mismo. En las cosas materiales te cuidarás del abuso en todo, alimento, bebida, vestido, y lo harás todo bajo la mirada de Dios, al abrigo de todo reproche de tu conciencia.  Simeón el Nuevo Teólogo citado en La Filocalia de la oración de Jesús, 7a. ed., Salamanca, Ediciones Sígueme, 2004, p. 160.