El resquicio más claro por el cual penetran en la vida humana las inagotables energías del cosmos
¡Un agudo filo de navaja, duro de atravesar, un difícil sendero es éste!, declaran los poetas. La ciencia hace sus principales contribuciones a necesidades nimias, solía decir gustoso el juez Holmes, añadiendo que la religión, por pequeños que sean sus éxitos, al menos se ocupa de las cosas que más importan. En consecuencia, cuando un espíritu solitario logra hacer en este plano las mayores conquistas, se convierte en algo más que un rey o una reina. Se convierte en un redentor del mundo. Su efecto dura milenios, bendiciendo el laberíntico curso de la historia durante siglos. «¿Quiénes son [...] los más grandes benefactores de la actual generación de la humanidad? -preguntaba Toynbee-. Yo diría que Confucio y Lao Tzu, Buda, los profetas de Israel y Judá, Zoroastro, Jesús, Mahoma y Sócrates.»3 Su respuesta no es de extrañar, ya que la religión auténtica constituye el resquicio más claro por el cual penetran en la vida humana las inagotables energías del cosmos. Por tanto, ¿qué pue...