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Mostrando las entradas de marzo, 2021

La referencia primera y última de esta catequesis será siempre Jesucristo

 «Te ruego que pienses [...] que Jesucristo, Nuestro Señor, es tu verdadera Cabeza, y que tú eres uno de sus miembros [...]. Él es con relación a ti lo que la cabeza es con relación a sus miembros; todo lo que es suyo es tuyo, su espíritu, su corazón, su cuerpo, su alma y todas sus facultades, y debes usar de ellos como de cosas que son tuyas, para servir, alabar, amar y glorificar a Dios. Tú eres de Él como los miembros lo son de su cabeza. Así desea Él ardientemente usar de todo lo que hay en ti, para el servicio y la gloria de su Padre, como de cosas que son de Él» (San Juan Eudes, Le Coeur admirable de la Très Sacrée Mère de Dieu, 1, 5: Oeuvres completes, v.6). «Para mí la vida es Cristo» (Flp 1,21). 1698. La referencia primera y última de esta catequesis será siempre Jesucristo que es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Contemplándole en la fe, los fieles de Cristo pueden esperar que Él realice en ellos sus promesas, y que amándolo con el amor con que Él nos ha a...

¿Cómo creer que el Padre nos ha podido crear, el Hijo rescatar, el Espíritu Santo santificar?

 278. De no ser por nuestra fe en que el amor de Dios es todopoderoso, ¿cómo creer que el Padre nos ha podido crear, el Hijo rescatar, el Espíritu Santo santificar? Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal de Colombia, 1993.

La justificación es la obra más excelente del amor de Dios

 1994. La justificación es la obra más excelente del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús y concedido por el Espíritu Santo. San Agustín afirma que la justificación del impío [...] es una obra más grande que la creación del cielo y de la tierra [...] porque el cielo y la tierra pasarán, mientras [...] la salvación y la justificación de los elegidos permanecerán (San Agustín, In Iohannis evangelium tractatus, 72, 3). Dice incluso que la justificación de los pecadores supera a la creación de los ángeles en la justicia porque manifiesta una misericordia mayor. Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal de Colombia, 1993.

Un mutuo acostumbrarse entre Dios y el hombre

 53. San Ireneo de Lyon habla en varias ocasiones de esta pedagogía divina bajo la imagen de un mutuo acostumbrarse entre Dios y el hombre: "El Verbo de Dios [...] ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre" (Adversus haereses, 3,20,2; cf. por ejemplo, Ibid., 3, 17,1; Ibíd., 4,12,4; Ibíd.,4, 21,3). Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal de Colombia, 1993.

El misterio mismo de la vida de oración

 2750. Si en el Santo Nombre de Jesús, nos ponemos a orar, podemos recibir en toda su hondura la oración que Él nos enseña: ―¡Padre Nuestro!. La oración sacerdotal de Jesús inspira, desde dentro, las grandes peticiones del Padre Nuestro: la preocupación por el Nombre del Padre (cf. Jn 17, 6. 11. 12. 26), el deseo de su Reino (la gloria; cf. Jn 17, 1. 5. 10. 24. 23-26), el cumplimiento de la voluntad del Padre, de su designio de salvación (cf. Jn 17, 2. 4 .6. 9. 11. 12. 24) y la liberación del mal (cf. Jn 17, 15). 2751. Por último, en esta oración Jesús nos revela y nos da el ―conocimiento indisociable del Padre y del Hijo (cf. Jn 17, 3. 6-10. 25) que es el misterio mismo de la vida de oración. Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal de Colombia, 1993.

La necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres

 272. La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Ahora bien, Dios Padre ha revelado su omnipotencia de la manera más misteriosa en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Así, Cristo crucificado es "poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de los hombres" (1 Co 2, 24-25). En la Resurrección y en la exaltación de Cristo es donde el Padre "desplegó el vigor de su fuerza" y manifestó "la soberana grandeza de su poder para con nosotros, los creyentes" (Ef 1,19-22). Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal de Colombia, 1993.

La gracia santificante

 2000. La gracia santificante es un don habitual, una disposición estable y sobrenatural que perfecciona al alma para hacerla capaz de vivir con Dios, de obrar por su amor. Se debe distinguir entre la gracia habitual, disposición permanente para vivir y obrar según la vocación divina, y las gracias actuales, que designan las intervenciones divinas que están en el origen de la conversión o en el curso de la obra de la santificación. 2001. La preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia. Esta es necesaria para suscitar y sostener nuestra colaboración a la justificación mediante la fe y a la santificación mediante la caridad. Dios completa en nosotros lo que Él mismo comenzó, ―porque él, por su acción, comienza haciendo que nosotros queramos; y termina cooperando con nuestra voluntad ya convertida‖ (San Agustín, De gratia et libero arbitrio, 17, 33): «Ciertamente nosotros trabajamos también, pero no hacemos más que trabajar con Dios que trabaja...

El alma sólo libremente entra en la comunión del amor

 2002. La libre iniciativa de Dios exige la respuesta libre del hombre, porque Dios creó al hombre a su imagen concediéndole, con la libertad, el poder de conocerle y amarle. El alma sólo libremente entra en la comunión del amor. Dios toca inmediatamente y mueve directamente el corazón del hombre. Puso en el hombre una aspiración a la verdad y al bien que sólo Él puede colmar. Las promesas de la vida eterna responden, por encima de toda esperanza, a esta aspiración: «Si tú descansaste el día séptimo, al término de todas tus obras muy buenas, fue para decirnos por la voz de tu libro que al término de nuestras obras, ―que son muy buenas por el hecho de que eres tú quien nos las ha dado, también nosotros en el sábado de la vida eterna descansaremos en ti» (San Agustín, Confessiones, 13, 36, 51). Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal de Colombia, 1993.

Este Nombre Divino como Dios es Misterio

 206. Al revelar su nombre misterioso de YHWH, "Yo soy el que es" o "Yo soy el que soy" o también "Yo soy el que Yo soy", Dios dice quién es y con qué nombre se le debe llamar. Este Nombre Divino es misterioso como Dios es Misterio. Es a la vez un Nombre revelado y como el rechazo de un nombre propio, y por esto mismo expresa mejor a Dios como lo que Él es, infinitamente por encima de todo lo que podemos comprender o decir: es el "Dios escondido" (Is 45,15), su Nombre es inefable (cf. Jc 13,18), y es el Dios que se acerca a los hombres. Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal de Colombia, 1993.

Nada es imposible para Dios

 274. "Nada es, pues, más propio para afianzar nuestra fe y nuestra esperanza que la convicción profundamente arraigada en nuestras almas de que nada es imposible para Dios. Porque todo lo que (el Credo) propondrá luego a nuestra fe, las cosas más grandes, las más incomprensibles, así como las más elevadas por encima de las leyes ordinarias de la naturaleza, en la medida en que nuestra razón tenga la idea de la omnipotencia divina, las admitirá fácilmente y sin vacilación alguna" (Catecismo Romano, 1,2,13). Catecismo de la Iglesia Católica, Conferencia Episcopal de Colombia, 1993.

Dios siempre es una novedad para el hombre

Dios siempre es una novedad para el hombre, y en análoga pero más intensa medida, el hombre es siempre una novedad para sí mismo. Ratzinger cita precisamente aquel texto magnífico de Tertuliano: “Dominus noster veritatem se, non consuetudinem cognominavit”  (Ch II, 1029). Dios nos ha hablado de una vez para siempre en Cristo, y esta palabra de Cristo es un hontanar inagotable de vida. Para que vayamos bebiendo en ella y saciemos nuestra sed a lo largo de los siglos en sus corrientes vivas, nos ha dejado el Espíritu Santo, el cual, recordándonos y actualizándonos aquella palabra única de Cristo, nos va llevando a la verdad completa, verdad que por tanto de alguna forma va naciendo en la historia en la medida en que los cristianos, mientras leemos los signos de los tiempos, descubrimos la plenitud del misterio de Cristo. He ahí por qué el creyente mira con esperanza y gozo al tiempo nuevo, porque él es instrumento de una inteligencia más plena de su Señor. Esperanza y gozo que van un...

Liberación de la esclavitud del ego

Su trabajo consistía en liberarlos, no sólo de la dominación egipcia, sino también de la esclavitud de su ego. Tenía que acompañarlos en el penoso éxodo por el desierto y conducirlos hasta la auténtica Tierra Prometida, el debir, el santuario interior. Otón, Josep, Debir, el santuario interior, Sal Terrae, Santander, 2002, p. 115.

Hay que rastrear las huellas del paso de Dios por la historia personal o colectiva

En las inmediaciones del debir, la intervención exterior tiene que consistir en detectar los destellos de la experiencia espiritual y crear las condiciones para que fructifique. Hay que rastrear las huellas del paso de Dios por la historia personal o colectiva. A partir de ahí es posible reconocer la dirección del proceso. Para localizar estos destellos es necesario expresar, verbalizar, conceptualizar, objetivar las diferentes vivencias. Se trata, por tanto, de un aprendizaje inductivo, ya que a partir de la experiencia se infiere la teoría. No hay un modelo único para todo el mundo, sino que todos los procesos son particulares, puesto que todos los seres humanos son diferentes.  Ese tipo de intervención es de tendencia constructivista. El ser humano puede colaborar activamente preparando la tierra del interior, librándola de las interferencias del ego, regándola, abonándola y esperando que la semilla de soplo divino germine y fructifique hasta que genere conceptos, métodos, estil...

Espejos vivientes que reflejen el resplandor de la Eternidad

El ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios; es decir, es un espejo que refleja la imagen de su Creador. Cristo es la imagen perfecta del Padre; por eso a través de Él conocemos al Padre (Jn 4, 8-9). El itinerario interior que conduce al debir es el trabajo de desprendimiento de los lastres del ego para transformarse en espejos vivientes que reflejen el resplandor de la Eternidad. Pero, además, el espejo tiene que estar orientado en la dirección correcta. De lo contrario, reflejará otras realidades. Cuando el espejo está limpio y bien orientado, puede reflejar la luz sin desvirtuarla. Otón, Josep, Debir, el santuario interior, Sal Terrae, Santander, 2002, p. 93.

La necesidad de amar es «el apetito principal del alma»

A su vez, la espiritualidad es un recorrido por los propios límites para entrar en el debir interior y descubrir los deseos profundos del corazón. Sin distracciones, sin condicionamientos, en la desnudez de lo profundo, se revela  lo auténtico, y muchos encuentran el manantial de vida que brota del debir. Allí descubren que la necesidad de amar es «el apetito principal del alma», aunque el ser humano sufra una auténtica anorexia de amor. Los que, como Moisés, Elías, Jonás, el hijo pródigo y Pedro, realizan este viaje, regresan para «confirmar a sus hermanos». Son los profetas que anuncian con sus vidas lo que está reservado a todo ser humano. Tal vez esta vida sea «un rodeo por el camino del desierto» que todos necesitamos dar para descubrir nuestros límites y liberarnos de las ilusiones del ego. Solo así estaremos preparados para penetrar en el debir de la Eternidad. Otón, Josep, Debir, el santuario interior, Sal Terrae, Santander, 2002, p. 82.

Dios puede dar sentido a tu historia

Aun así (Judas el traidor), no sabía cómo reparar el daño ocasionado. No podía justificar lo que había hecho. No encontraba disculpa posible para semejante equivocación. Le aterrorizaba acudir a Jesús con las manos vacías. Se arrepintió e intentó arreglar su error siguiendo una vez más sus propios criterios. No fue capaz de creer que Dios podría dar sentido a su historia y a sus equivocaciones.  Su ego le movió a optar antes por el castigo del suicidio que por la humillación del perdón (Mc 27, 5). Otón, Josep, Debir, el santuario interior, Sal Terrae, Santander, 2002, p. 88.

La profunda transformación asociada al proceso espiritual

El relato de la conversión de San Pablo (Hch 9) resulta muy sugerente para ilustrar la profunda transformación asociada al proceso espiritual. ¿Por qué motivo perseguía Saulo a los cristianos? Ir de una ciudad a otra persiguiendo gente implica un derroche enorme de energía que sólo se podría explicar por la necesidad de vengarse de una injusticia. ¿Qué culpa tenían los cristianos? ¿Qué mal le habían ocasionado? Es muy probable que Saulo sufriera algún conflicto interior que él proyectaba sobre unas víctimas inocentes, en este caso los cristianos. Si no los hubiera perseguido a ellos, habría tenido que canalizar su agresividad en otra dirección, ya que la fuente de esa violencia la llevaba dentro. Cuando, camino de Damasco, fue visitado por Dios, esta iluminación le interpeló profundamente y le generó una pregunta terrible: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Esa era en realidad la gran cuestión: ¿por qué motivo perseguía a los discípulos de Jesús de Nazaret? En otras palabras, ¿qué...

La transformación del ser depende de la respuesta del individuo a la experiencia espiritual

Cualquier manifestación espiritual, si no es trabajada interiormente, resulta estéril. Es la enseñanza de la parábola de los talentos (Mt 25, 14): lo de menos es haber recibido mucho o poco; lo importante es el rendimiento obtenido. También la parábola del sembrador expone una idea parecida: «Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumbe enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y produce, uno...

Moisés peregrinó hasta su debir para asomarse al Infinito

Los mismos apóstoles tuvieron que pasar por el crisol de la Pasión y tomar conciencia de sus negaciones y sus deserciones. Tenían que experimentar sus miedos, sus limitaciones, sus cobardías y sus bajezas para comprobar su necesidad de la experiencia que habían recibido gratuitamente al lado de su Maestro. Entonces podrían recordar y entender. Sólo así estarían preparados para ser fecundos en Pentecostés. Una vez labrada la tierra de su interior, y ya en disposición de dar fruto, otros podrían descubrir en ellos la presencia que les había fascinado de Jesús. En ese momento se convirtieron en luz, sal, levadura, vida y alimento, y su biografía fue una continuación de la experiencia de su Maestro. Entonces fueron fuente de gracia, de revelación y de salvación para los otros. Eran una fuente que se alimentaba de la Fuente; una vid que nacía de un sarmiento injertado en la Vid; una luz que era reflejo de la Luz. El Dios Eterno quiso acercarse a los hombres y lo hizo a través de uno de ello...

La memoria, herramienta de crecimiento

La Biblia recomienda reiteradamente asumir la memoria como una herramienta de crecimiento: «Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahvé tu Dios te sacó de allí con mano fuerte y tenso brazo» (Dt 5, 15). Otón, Josep, Debir, el santuario interior, Sal Terrae, Santander, 2002, p. 55.

Acceso al castillo interior

Para que la experiencia espiritual gestada en el debir emerja a la conciencia, esta tiene que estar polarizada; de lo contrario, todo el dinamismo que acontece en lo profundo del ser pasa desapercibido. En el Evangelio, las llamadas a estar velando, atentos y expectantes son continuas (Mt 24, 36-44 y 25, 1-13). Cuando la conciencia está polarizada, se intensifica el funcionamiento cerebral y se concentran sus energías en el ejercicio de sus capacidades. La sincronización de las redes neuronales incrementa la eficacia cerebral de forma globalizada, o bien puede especializarse en una función concreta y potenciarla muy por encima de los niveles habituales. En definitiva, desarrolla la capacidad del cerebro de captar, procesar y generar información. En este estado polarizado, la mente se haya más sensible con respecto a las influencias externas. A través de esta alta receptividad, es posible establecer contactos, porque la conciencia reacciona con facilidad ante los estímulos a que se ve e...

El poder unificador de la relación con Dios

Dios había captado de tal manera su atención que todos sus pensamientos, sentimientos y decisiones estaban focalizados hacia Él. Esta experiencia reclama una exclusividad que tradicionalmente se vive como un mandato prácticamente imposible de cumplir para el ser humano. Sin embargo, es precisamente en este poder unificador de los diferentes niveles del ser donde radica la capacidad transformadora de la relación con Dios. Otón, Josep, Debir, el santuario interior, Sal Terrae, Santander, 2002, p. 49.

El proceso que conduce al conocimiento de Dios

El proceso que conduce al conocimiento de Dios requiere una purificación periódica de las imágenes que han agotado sus significados. Para progresar hay que desprenderse de los esquemas que resultan insuficientes o anticuados, y dar paso a una imagen más amplia y madura de la realidad. A lo largo del itinerario interior hay que ir destruyendo los sucesivos ídolos que vamos construyendo, aniquilando de este modo un espejismo de la realidad. En la medida en que avancemos, la visión será más clara, pero siempre se esconderá tras la celosía de nuestros esquemas mentales. Este es uno de los aspectos descritos en la teoría del conocimiento de Wittgenstein: «Mis proposiciones son esclarecedoras de este modo: que quien me comprende acaba de reconocer que carecen de sentido, siempre que el que me comprenda haya salido a través de ellas fuera de ellas. (Debe, pues, por así decirlo, tirar la escalera después de haber subido). Debe superar estas proposiciones, entonces tiene la justa visión del mun...

Desprenderse de las ataduras del ego

En palabras de Friederich Nietzsche, podríamos decir que «todo el que ha construido un nuevo cielo ha obtenido la fuerza para ello en su propio infierno». Este infierno al que alude Nietzsche es el descubrimiento de la propia contingencia, es decir, de la insuficiencia del ser humano para bastarse a sí mismo. Para alcanzar el debir y construir «un nuevo cielo», hay que cruzar primero el desierto, donde emergen las imperfecciones humanas y se padece el infierno interior. Podemos interpretar algunos pasajes de los Evangelios en esta clave de lectura. Las escenas de la Pasión formarían parte de este «rodeo por el desierto» para que los discípulos conocieran su debilidad y se desprendieran de las ataduras de su ego. Libres de sus distracciones, su conciencia podría estar plenamente polarizada por Aquel que los conduciría al debir de la Resurrección. Otón, Josep, Debir, el santuario interior, Sal Terrae, Santander, 2002, p. 70.

B-La fuerza ** de Cristo

 B-La fuerza **  de Cristo 2 Co 12, 7-10 7 Y precisamente para que no me pusiera orgulloso después de tan extraordinarias revelaciones, me fue clavado en la carne un aguijón, verdadero delegado de Satanás, cuyas bofetadas me guardan de todo orgullo. 8 Tres veces rogué al Señor que lo alejara de mí, pero me dijo: «Te basta mi gracia, mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad». 9 Con mucho gusto, pues, me preciaré de mis debilidades, para que me cubra la fuerza de Cristo. 10 Por eso acepto con gusto lo que me toca sufrir por Cristo: enfermedades, humillaciones, necesidades, persecuciones y angustias. Pues si me siento débil, entonces es cuando soy fuerte. La gracia de Dios Ef 2, 8-10 8 Ustedes han sido salvados por la fe, y lo han sido por gracia. Esto no vino de ustedes, sino que es un don de Dios; 9 tampoco lo merecieron por sus obras, de manera que nadie tiene por qué sentirse orgulloso. 10 Lo que somos es obra de Dios: hemos sido creados en Cristo Jesús con miras a las b...

El sentimiento más profundo del ser humano

Cuando Dios ilumina con la Noche, con la ausencia, y permite viajar por el desierto, es posible descubrir los deseos profundos del corazón, porque todo lo demás ha naufragado. Allí los místicos, después de cruzar las aguas turbulentas de su inconsciente, encuentran un deseo muy grande y ardiente que los consume: la sed de amar y de sufrir por el Amado. Este proceso se denomina «purgación» y provoca angustia y miedo a lo desconocido. Es la aniquilación del ego. La intervención de Dios limpia de maleza el jardín interior, para alcanzar el debir, donde se esconde el sentimiento más profundo del ser humano: el amor de Dios. Pedro amaba tanto a Jesús que le había seguido hasta la casa del Sumo Sacerdote, un lugar muy peligroso para él. Allí su ego todavía intentaba salvarse y aparentaba no estar apegado a su amigo: «No, yo no le conozco; no, no, yo no le amo». Pero eso era falso, porque él sí que amaba a Jesús; por eso, al verle, se echó a llorar. Había tenido la oportunidad de huir a algún...

La sed de amar y de sufrir por el Amado

 Allí los místicos, después de cruzar las aguas turbulentas de su inconsciente, encuentran un deseo muy grande y ardiente que los consume: la sed de amar y de sufrir por el Amado.  p. 76. Otón, Josep, Debir, el santuario interior, Santander, Sal Terrae, 2002.

En Cristo participamos en la verdad

En Cristo participamos en la verdad omnicomprensiva más allá de toda facultad de percepción. Los místicos han vivido, con humildad y respeto, esa experiencia de ser abrazados por la verdad omnicomprensiva de Dios, y la han descrito a sabiendas de que en lo hondo de su experiencia tan sólo se ilumina un trozo de toda esa verdad. Eran humildes porque sabían que ese especial conocimiento era un regalo y no era ninguna propiedad. Eran respetuosos porque intuían que otros seres humanos podía experimentar también una verdad asimismo limitada. Los humanos disponen de toda verdad únicamente dentro de su limitación, dada por su condición de criaturas y por la historia de su vida. Todos ellos conocen tan solo una parte de la totalidad de la verdad. Küng, Hans, La ética mundial entendida desde el cristianismo, Ed. Trotta, Madrid, 2008, p. 104.

Jesucristo dijo de sí mismo: Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida

Jesucristo dijo de sí mismo: Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida (Juan 14, 6). Para los cristianos, estas palabras son de una exigencia absoluta. No hay para ellos ningún camino hacia la vida que no pase por Jesucristo. Pero esto no significa que puedan excluir por principio que Dios se manifieste a los hombres también de otras maneras. Los cristianos pueden confiar en la verdad de Jesucristo, pero no por ello son propietarios de la verdad. Ésta no es un punto de vista. Esta verdad, antes y después, le pertenece a Dios; del mismo modo que él es el camino, y no son los hombres los que marcan este camino. La forma en que Dios proceda con las personas que no creen en Jesucristo, o que hayan otros caminos de la fe, es asunto exclusivamente suyo. Pero en el mensaje de su Dios escuchan los cristianos la exigencia de amorosa veracidad. Querrán, en consecuencia, inquirir de otras religiones si también para ellas se sitúan el amor y la veracidad en el centro, y si también aceptan la exigenci...

Para amarte en la tierra no tengo más que hoy

Mi vida es un instante, una hora pasajera, mi vida es un momento que escapa fugitivo: Tú lo sabes, Dios mío, para amarte en la tierra no tengo más que hoy. Oh Jesús, yo te amo, a ti mi alma aspira… Tan sólo por un día, sé tú mi dulce apoyo: Ven y reina en mi alma y dame tu sonrisa, tan sólo para hoy. ¿Qué me importa, Señor, del porvenir sombrío? ¿Rogarte por mañana? Oh no, yo no lo puedo. Conserva mi alma pura; cúbreme de tus alas, tan sólo para hoy. Si pienso en el mañana, temo por mi inconstancia, siento que en mi alma nacen tristeza y desaliento, mas, sí, Dios mío, quiero sufrir y ser probada tan sólo para hoy. ¡Pan vivo, pan del cielo, divina Eucaristía, oh misterio sublime que el amor inventó! Ven y mora en mi alma, Jesús, mi blanca Hostia, tan sólo para hoy. El racimo de amor, con las almas por granos, sólo formarlo puedo en este día que huye… ¡Oh! Dame, Jesús mío, de un apóstol las llamas, tan sólo para hoy. Pronto quiero volar para contar sus glorias cuando el sol sin poniente ...

La *** santidad consiste en estar con el Señor

 La *** santidad consiste en estar con el Señor, y de tanto estar, su figura se graba en el alma; y luego en caminar a la luz de esa figura. En eso consiste la santidad. p. 115. Larrañaga, Ignacio, Encuentro, Manual de Oración, Ed. San Pablo, Bogotá, 1996.

Ama *** lo que Cristo ama en la cruz y desprecia lo que Cristo desprecia en la cruz

Santo Tomás de Aquino dijo que la vida buena es amar lo que Cristo ama en la cruz y despreciar lo que Cristo desprecia en la cruz. Jesús en la cruz es el centro de la vida espiritual. Santo Tomás de Aquino también dijo a su hermana que para alcanzar la santidad sólo necesitábamos desearlo, quererlo… Con la gracia de Dios podemos alcanzar la santidad, no con nuestros méritos, ni con la fuerza de la carne… Jesús en la cruz es la personificación de Las Bienaventuranzas (*): Bienaventurados los pobres… Jesús en la cruz es pobre, está desnudo, no posee nada, no puede agarrar nada con sus manos clavadas en una cruz… Los bienes materiales en sí no son malos, debemos tenerlos con desapego, ser libres, que ellos no gobiernen nuestra vida… Bienaventurados los que lloráis ahora … Qué importa si lloras o estás feliz, desapégate de sentirte bien, de sentirte contento, feliz… Si Jesús hubiera estado apegado a sentirse bien hubiera evitado el inmenso dolor de la cruz, así como hacemos nosotros, que e...

Apatia

 Los Padres la definian como desapego - La Bendicion Desconocida - P. Robert Barron - Camino 1 Parte 2 p. 49 - Arma secreta Satanas - Capsulas motivacionales Dejadez indolencia falta de vigor o energia abulia abandono desidia desgana molicie indiferencia inercia languidez marasmo

Ésta es la vida eterna, la vida plena que el Hijo ha venido a traer a los hermanos

El primer mensaje del texto es la persona de Jesús como resurrección y vida de los que creen en Él. Muchos santos Padres han visto en Lázaro, no sólo una prefiguración de Jesús muerto y resucitado y de nuestra resurrección futura, sino también un símbolo de la vida nueva del bautizado, liberado del pecado, verdadera muerte del hombre (cf. Sb 2, 24; Gn 3, 19; Job 18, 5-21; Pr 11, 19; Rm 5, 12). El texto, altamente simbólico y evocativo, sugiere y permite varias interpretaciones. La resurrección de Lázaro fue llamada por Pedro Crisólogo “el signo de los signos”. Desde luego, cada detalle singular es significativo, y con frecuencia a varios niveles, como lo pondremos de presente en la lectura. La victoria sobre la muerte representa el más recóndito deseo del hombre, porque por ningún motivo puede querer que su ser en el mundo tenga como destino definitivo la nada. Si todo cuanto es bueno y bello resultará en último término trasmutado en la horrenda y perversa máscara de la muerte, ¿qué se...

Todos tenemos sed de este amor infinito

Y los has amado a ellos como me has amado a mí (cf. Jn 17, 26). La unión entre los discípulos de a conocer al mundo el amor que el Padre le tiene al Hijo: es el mismo que tiene el Hijo a los hermanos (Jn 15, 9) y los hermanos entre sí (Jn 13, 34; Jn 15,12). La revelación de Jesús toca aquí su vértice: nosotros somos una sola cosa con el Padre, con el mismo amor único y total con el que ama a su Hijo unigénito. El creyente es realmente “entusiasta” (=respira en Dios), porque está en el Padre y en el Hijo, que lo aman con un amor eterno. En respuesta de amor, Dios está en Él, como Él está en Dios (cf. 1Jn 4, 16b). Todos tenemos sed de este amor infinito: es necesario como el agua para vivir. Deseamos que haya ese amor, pero tememos que no existe. Jesús ha venido a dárnoslo como un don. Es lo que contemplaremos en la continuación del Evangelio. Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 472.

La unidad de los discípulos

La unidad de los discípulos es vista como un don: no se ha de construir, sino que se ha de acoger y guardar. Aunque nosotros seamos infieles, el amor y la alianza de Dios no fallan. Aún más, nuestra infidelidad evidencia en estado puro su fidelidad indefectible. La división entre los cristianos es “el grande pecado”: es dar muerte al cuerpo de Cristo. Nosotros, los cristianos de diferentes iglesias, si no nos reconocemos mutuamente, perpetuamos el asesinato de Caín. Abel, el hermano rechazado y asesinado, es el Hijo que nos ama como el Padre, hasta dar su vida por nosotros. No hay verdadera filiación sin fraternidad y no hay fraternidad sin el respeto por el otro. La filiación la niegan los que pretenden ser el hijo único y no reconocen al hermano en su diferencia con respecto a Él. Lo que es válido para la relación entre las distintas Iglesias, con mayor razón vale para la relación entre la Iglesia e Israel. Nuestro ser “uno” en el amor -la unión en el amor está siempre en la distinci...

La santidad, la perfección de Dios, es la misericordia

Si el mal divide y mata, el amor une y hace vivir. Es una unidad en la distinción, que no suprime, antes bien supone la existencia del otro. La verdadera santidad que el Padre quiere de sus hijos es la unidad en el amor: una fraternidad donde toda diversidad es acogida y toda miseria es objeto de misericordia. En efecto, al volver a formular el mandato: “Sean santos, porque yo soy santo” (Lv 11, 44), Lucas dice: “Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso” (Lc 6, 36). La santidad, la perfección de Dios (cf. Mt 5, 48), aquello por lo cual Dios es Dios y solo Él, es la misericordia. Este atributo revela su esencia como una omnipotencia de un amor absoluto que crea y vuelve a crear todas las criaturas a su imagen y semejanza. Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 469.

El hermoso nombre de Dios es maldecido por nuestra causa

Contra el odio, la única arma es la del amor. En efecto, la violencia se vence solamente con la mansedumbre, la mentira con la verdad, el dominio con el servicio. Querer hacer justicia con la fuerza, no sólo es inútil (cf. Si 20, 4), sino también contraproducente: el hermoso nombre de Dios es maldecido por nuestra causa (Rm 2, 24; Is 52, 5). Si uno obra así de buena fe, solamente hay que desearle que abra los ojos y descubra que está de mala fe. Sólo entonces podrá cambiar. Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 428.

La acogida y la solidaridad, la verdad y la libertad, el amor y la vida

 ...los valores fundamentales del hombre -la acogida y la solidaridad, la verdad y la libertad, el amor y la vida-... Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 429.

El mundo considera bueno lo que es malo y viceversa

En efecto, el mundo considera bueno lo que es malo y viceversa: tiene como principio de acción el egoísmo y no el amor, la posesión y no el don, la competición y no la solidaridad, la acumulación y no la actitud de compartir, la violencia y no la mansedumbre, la arrogancia y no la sencillez, el orgullo y no la humildad, la rabia y no la compasión. Hoy podemos añadir, como punto extremo que permite delirio posible: la imagen y no la realidad. El resultado es la idolatría (=culto de la imagen, del ídolo), que nos hace inconsistentes y muertos, como las imágenes que adoramos. “Todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, no viene del Padre sino del mundo (1Jn 2, 16). San Ignacio de Loyola, en los Ejercicios Espirituales, estigmatiza la estrategia de Satanás como avidez de riqueza, cuya acumulación lleva a la vanagloria y a la soberbia, que son el principio de todos los males. En cambio, la estrategia del Reino consiste...

La ley de la justicia y de la fraternidad

¿Cuántos cristianos cuestionan el hecho de que la globalización está bajo la ley del interés económico y no de la justicia y de la fraternidad? ¿Cuántos piensan que es algo devastador reducir al hombre a ser una máquina de producción de un rendimiento altísimo? Hoy, bajo el influjo de los medios de comunicación, es tan fuerte el dominio del “mundo” sobre la inteligencia y sobre la voluntad e incluso sobre el inconsciente colectivo, que “este” modo de vivir se impone como el único posible, e incluso el mejor de los modelos posibles. ¡Uno siente inclusive el deber de exportarlo hasta con las armas! El abismo de la estupidez es realmente sin fondo, como el de la sabiduría. No viene la sospecha de que éste sea tan sólo el modo mejor, que se ha encontrado hasta ahora, de destruirlo todo y a todos. Nos hace caminar, como dice san Pablo al hablar de los paganos, en la vacuidad de la mente, con el entendimiento obnubilado y el corazón endurecido, anestesiado y disuelto interiormente en nuestra...

Pobreza espiritual y material

El discípulo sabe que “amar el mundo es odiar a Dios” (St 4, 4). Reconoce que la acumulación de las riquezas produce pobreza espiritual y material, que la búsqueda de la vana gloria apaga la autenticidad, que la sed de dominio suprime la libertad propia y la ajena. Estas cosas que el mundo ama tanto, hasta el punto de convertirlas en principio del propio obrar (cf. 1Jn 2, 16), no son sino la perversión de los deseos más profundos del hombre. Prometen vida, pero causan la muerte; destruyen la humanidad del hombre y le cavan adentro un vacío siempre mayor. El que vive en el amor y sabe compartir, en la libertad del servicio recíproco y en la verdad, es como la luz que disipa las tinieblas. Por eso las tinieblas lo odian. Los verdaderos cristianos no son odiados porque se marginan u obran mal (cf. 1P 4, 16). Son odiados porque obran el bien, son marginados porque muestran esa diversidad a la cual cada uno se siente íntimamente llamado: a llegar a ser como aquel que dijo: “Sean santos, por...

La compasión hace al hombre semejante a Dios

La compasión (en griego se dice sympátheia, simpatía), emparentada con la misericordia y la piedad, no denota una simple turbación del ánimo, impropia de un hombre sabio que, como quiera es también impotente. Es ese sentir típico del hombre que lo hace semejante a Dios, tan poderoso que puede superar incluso el umbral último de la soledad, la muerte. Al poner el verbo en imperativo: “Sean santos, porque yo soy santo” (Lv 11, 44), Jesús muestra el rasgo más distintivo de su santidad: “Sean misericordiosos como es misericordioso el Padre de ustedes” (Lc 6, 36). La compasión constituye el principio universal de todo obrar humano: la acción que no nace de la compasión, no es más que prevaricación contra el otro. La compasión no es el sentimiento del débil, sino de quien posee la fuerza de Dios, que es amor. “La compasión mata”; pero también da vida; a quien compadece, da la vida de Dios, y a quien es compadecido, una compañía más fuerte que la muerte. Por eso Job, oprimido por el dolor, ún...

Somos libres para gastar la vida en el egoísmo o invertirla en el amor

El hombre es el único animal que tiene conciencia de morir, que sabe que es un ser-para-la-muerte. Por eso el hombre es, en efecto, una “máquina de inmortalidad”: lo que persiguen todos nuestros saberes y nuestros poderes es liberarnos de la muerte para tener más vida. Es una máquina esplendida e imponente, y absurda e impotente a la vez: cuando llegamos al convencimiento de que no podemos vencer, nos empeñamos en aplazar y alejar o, en último caso, interpretar la cita ineluctable. Como quiera que sea, la muerte, mientras vivimos, nos atrapa en su juego y nos mantiene siempre en jaque, que, más pronto o más tarde, termina en mate. Salvarnos de sus garras es el anhelo que dicta e impulsa todos nuestros movimientos, aunque de antemano sabemos que todo será completamente en vano. No somos libres para perseguir nuestras aspiraciones, pues nos sentimos embrujados y subyugados por el Hado, que hace vanas todas nuestras obras. Quedamos siempre a la espera del momento en que sea cortado el ten...

Por una cultura de fraternidad, solidaridad y amor

La propuesta de Jesús constituye un modelo alternativo para salir de este juego de muerte, que brinda al hombre la realización de su humanidad y lo llama a ser como Dios. No propone la servil imitación de los deseos del otro -con los conflictos que tal actitud genera- sino el acatamiento de los deseos del Padre, que a nadie mira como rival, y que es, por el contrario, principio de vida y de libertad para todos. Al actuar como Él, nos hacemos hijos, adultos e iguales a Él, como desde siempre hemos deseado. El engaño original ha residido en pensar en Dios como nuestro antagonista y haberlo tomado como modelo, haciéndonos imposible la vida. ¿Cómo puede vivir alguien enfrentado a su padre? Estará en contra de Él, de sí mismo y de los demás, con lo que resulta pareciéndose al padre que aborrece, reproduciendo su imagen. Jesús se presenta como el Hijo que conoce el amor del Padre y tiene sus mismos deseos: comunicar vida y libertad a sus hermanos. Por eso se propone como el “buen” pastor, ve...

El hombre, imagen y semejanza con Dios

Las ovejas se guardan de noche en el redil. Con Jesús, luz del mundo (Jn 8, 12) ha llegado el día (cf. Jn 11, 9s). Cuando se tienen las ovejas en el redil durante el día se las ordeña y esquila, se las vende o sacrifica: de todos modos, en el redil languidecen y mueren de hambre y sed. Pasando de la imagen a la realidad práctica, Jesús acusa a los jefes de mantener al pueblo encerrado, desposeído de sus bienes y asesinado en su libertad. Proceden como salteadores y ladrones, no como representantes del único pastor. Han convertido el propio templo en vulgar plaza de mercado (cf. Jn 2, 16). Jesús, el pastor verdadero ha venido a salvar a los hermanos de esa esclavitud, dando comienzo a un nuevo éxodo: “saca” las ovejas del recinto del templo y, caminando delante de ellas, como Yahvé en el primer éxodo, las conduce a los pastos de la vida. La acción de los jefes que han “expulsado” al ciego curado (Jn 9, 34) se convierte, por ironía divina, en la espera del Señor, que “saca” “sus” ovejas ...

Jesús hace desaparecer el sistema de violencia

Jesús es pastor por su condición de “cordero de Dios”, que con su mansedumbre vence la violencia de los hermanos. El nos libera de los jefes que nos tiranizan, por lo demás, con nuestro consentimiento, puesto que aceptamos y acatamos su falso modelo y nos reconocemos en ellos, en lugar de considerarlos como enfermos de quienes debemos cuidarnos. El modelo pastoral de Jesús hace desaparecer el sistema de violencia que, desde Adán y Caín en adelante, ha regulado nuestra relación con el Padre y con los hermanos: comienza el nuevo éxodo, hacia la libertad del Hijo, que ama como es amado. La Iglesia no toma como modelo para imitar a los distintos pastores que esclavizan al hombre con el poder y la violencia, sino que sigue al buen pastor, que no conoce otro poder que el poder de servir, otra violencia distinta de la violencia del amor, riqueza distinta del dar, otra victoria que el triunfo del perdón. La neutralidad que la Iglesia debe demostrar ante los diversos conflictos, cuando está de ...

La verdad nos hace libres

Rechazamos su paternidad porque en nuestro corazón ha penetrado solapadamente otra, subrepticia y fraudulenta: la del diablo (=divisor), que nos divide del Padre, de nosotros mismos como hijos y de los demás como hermanos. En la Biblia, esta paternidad maléfica, que todos experimentamos, proviene del hecho de haber dado crédito a la mentira que nos presenta un dios envidioso de nuestra vida y felicidad (cf. Gn 3, 1ss). ¿Cómo puede vivir un hijo que considera de esa forma a su padre? Un hijo se convierte en la imagen que tiene de su padre / madre. En el origen de los males del hombre, ahora como entonces, hay siempre una mentira, un “delito semántico”. En esa forma, palabras tales como Dios, padre, amor, verdad, libertad, justicia, felicidad -más necesarios que el pan para vivir- están envenenadas de muerte. De la misma manera que la verdad nos hace libres, la mentira nos hace esclavos del sinsentido y del caos, presas del miedo y de las tinieblas. Fausti, Silvano, Una comunidad lee el ...

Sólo el amor incondicional es suficiente para nuestra hambre

En cambio, según la mente de la Biblia, el hombre es libre en cuanto es imagen y semejanza de aquel Dios que es amor: es libre, porque es su interlocutor y amigo, capaz de responder al amor con amor. Su relación personal e íntima con Él, el absoluto, lo absuelve (=desliga) del dominio del propio placer o del propio deber, y lo hace capaz de actuar en conformidad con el amor que experimenta. El principio de la libertad es, por consiguiente, el amor, que nos hace semejantes a Dios. La libertad cristiana consiste en amar como y porque somos amados, lo que nos lleva a ponernos al servicio los unos de los otros (Ga 5, 13). Esta libertad no es el resultado de una ardua búsqueda intelectual o de una exigente ascesis moral, sino que proviene fundamentalmente de la aceptación gozosa de la verdad de lo que somos: hijos amados. Es cuanto Jesús, el Hijo ha venido a revelarnos, para liberar nuestra libertad. El hombre tiene necesidad de ser aceptado: vive o muere según sea aceptado o no por el otro...

El principio del diálogo entre Dios y el hombre

"Yo-Soy" es el Nombre, con el que Dios se revela como un “Yo” que habla y se comunica. Cuando el padre o la madre le dicen al hijo “soy yo” no están haciendo una afirmación impertinente, sino que expresan una presencia que ofrece seguridad, que funda el yo del hijo y le enseña a decir “tu”. La revelación del Nombre como Yo soy marca el principio del diálogo entre Dios y el hombre, en una historia común, rica en aventuras y sorpresas, con sus interrupciones y reencuentros. Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 238.

José, hijo de Jacob, prefiguración de Jesús

Es cierto todo cuanto José, prefiguración de Jesús, dice a sus hermanos: “Aunque ustedes pensaron hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir, como hoy ocurre, a un pueblo numeroso” (Gn 50, 20). Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 235.

La decisión por Jesús supone un proceso de liberación y de gestación

Lo que Jesús es, hace y dice no puede dejar a nadie indiferente: o se le acepta o se le elimina. No pueden estar juntas luz y tinieblas, mentira y verdad, esclavitud y libertad, muerte y vida. Se da la una o se da la otra. Con todo, la decisión por Jesús supone un proceso de iluminación y de búsqueda, de liberación y de gestación: es el lento camino de la fe. Lo que provoca y anima ese proceso es el diálogo sincero, que pone en juego la existencia auténtica de toda persona, con todas sus contradicciones. Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 198.

La fe es una semilla innata en el corazón de todo hombre

(Jn 6, 65): “Nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre” (cf. v. 44). Jesús reafirma que creer en el Hijo es don del Padre. Este don se ofrece a todos sus hijos. De no ser así, Dios no podría ser el Padre de todos ni Jesús el Hijo, por el que todo ha sido creado (cf. 1, 3). La incredulidad es el gran misterio de la libertad del hombre, que, esclavo de la ignorancia y del vicio que ella engendra, es incapaz de responder al amor con amor. La “culpa” de la incredulidad, tanto aquí como en el v. 44, parece endosarse al Padre más que a sus hijos. Es una paradoja atribuir a Dios la responsabilidad última de nuestro mal; pero es también la única posibilidad de resolverlo. Porque si a Él incumbe la última palabra, podemos tener la absoluta certeza de que no será una palabra perversa como la nuestra. Por eso, el Hijo que conoce al Padre, tomará sobre sí en la cruz el mal del mundo. Si es Dios quien da la fe, muchos se preguntarán: “¿Por qué a mi no me la da?” Pero el sólo hecho de for...

Con la fe se encuentra una verdad que luego la experiencia confirma

Jesús afirma explícitamente que su enseñanza es de Dios. Lo sabe quien quiere cumplir su voluntad. Entre el conocimiento y la voluntad, la inteligencia y el amor hay una estrecha conexión, pues uno sólo conoce lo que quiere, entiende sólo lo que ama. Tanto la fe como la incredulidad no son cuestión de verdad teórica sino de voluntad práctica. El ateismo, desde el punto de vista teórico, es poco crítico y muy dogmático: rechaza a priori lo que una fe iluminada (que jamás puede confundirse con credulidad, tan ampliamente extendida) admite por motivos válidos, a posteriori. La fe se funda en efecto, en signos que llevan a buscar y encontrar una verdad que luego la experiencia confirma como tal. A menudo se habla de la irracionalidad de la fe, sin caer en la cuenta de que ella es más razonable que su contraria. Cuando hay sed, es razonable pensar que haya agua, como es irracional negar la posibilidad de que la haya. Pero, las cosas que contrarían la razón tienen razones profundas: las del ...

Pedro y Judas personifican las dos almas que conviven siempre en todo creyente

(Jn 6, 70): “¿No los he elegido yo a ustedes, los doce?” Y, sin embargo, uno de entre ustedes es un diablo. A pesar de haber sido Jesús quien había elegido a los doce y ellos lo habían reconocido, hay incluso entre ellos un diablo. Pues es Él quien nos elige a todos, tales como somos, por ser sus hermanos (cf. 13, 18). A nosotros corresponde elegirlo a Él. Después del primer anuncio de la pasión, Pedro se convierte en “escándalo” para Jesús (cf. Mt 16, 23) y es llamado “Satanás”, por no aceptar la cruz (cf. Mc 8, 33; Mt 16, 23). Juan, lo mismo que Lucas, no refiere esta escena, pero ciertamente la recuerda y alude a ella. Habla de elección en un contexto de defección y traición, para mostrar que ella es irrevocable: el Señor permanece eternamente fiel, más allá de todas nuestras infidelidades. Entre los doce siempre está el diablo: se manifiesta en Judas (cf. 13, 27), pero acecha a todos (cf. Lc 22, 31). Pedro y Judas personifican las dos almas que conviven siempre en todo creyente: la...

A su amor se opone nuestro egoísmo

(Jn 6, 64): “Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. A su amor se opone nuestro egoísmo: cada uno no entiende más que su propio idioma, presta fe a lo que confirma cuanto ya ha pensado. Los motivos de la fe y de la incredulidad no están en la cabeza sino en el corazón, no en la razón sino en la situación concreta en que se vive. Sólo quien está suficientemente liberado del egoísmo y del miedo, es capaz de abrirse a palabras de amor y de confianza. Fausti, Silvano, Una comunidad lee el Evangelio de Juan, San Pablo, Bogotá, 2008, p. 185.

Ser asimilados, para vivir de Jesús y como Jesús

A todos los hombres el Señor ha concedido tres dones: el primero es el universo entero, el segundo es su propio yo, el tercero es Dios mismo. El fin de todo don es el don de sí. Al hombre todo le es dado gratuitamente, sin esfuerzo de su parte para ganarlo; por lo cual debe recibirlo con gratuidad y vivir en esa gracia el don que Dios le hace de sí mismo. El pan alimenta la vida, pero no es la vida. La vida significa aceptar el mundo y el propio yo como don del amor de Dios. La relación con Él hace posible la felicidad que cada uno anhela: la vida eterna consiste en decir sí a quien desde siempre es sí para todas sus creaturas. Quien hace del pan, de su ser o de cualquiera otra cosa, comprendidas la ley y la alianza, su propio fetiche, es como quien se enamora del anillo de compromiso y no de quien se lo ha dado. Entonces, lo que no es más que un signo pierde su significado, lo que es medio se convierte en fin y la vida se reduce a un cúmulo de signos sin significado, de medios sin fin...

El amor de Jesús de Hijo por el Padre y por los hermanos

Jesús dice que Él es el pan, símbolo de la vida, el Hijo que ama al Padre y a los hermanos. Porque la vida del hombre es básicamente el tejido de aquellas relaciones de amor que la hacen humana y vivible. “El que no ama permanece en la muerte” (1Jn 3, 14b). Jesús se aplica a sí mismo las características del pan, que es al mismo tiempo don del cielo y producto del trabajo: humilde y útil, apetecible y disponible, simple y gustoso, fatigoso y alegre, fuerza para quien lo asimila y comunión entre quienes lo comen. Las gentes buscan a Jesús por haber comido el pan que les proveyó. Quieren asegurarse la vida material, pues no han comprendido aún que la vida del hombre consiste en entrar en relación con Él y vivir como Él, el Hijo que se hace pan para los hermanos. No lo desean tanto a Él, como lo que proviene de Él, y quieren apoderarse de la fuente del pan. Son como los pollitos que van tras la patrona por el alimento que ella les proporciona. Están todavía interesados en el alimento que p...

Jesús, el cielo abierto sobre la tierra

En todas las culturas el templo representa el ombligo, que junta el cielo con la tierra, lugar de lo divino y manantial de lo humano, depósito de las normas básicas de conservación de la vida.. El templo es el centro del espacio y del tiempo: estructura el espacio habitable, establece la división del fanum y el profanum, marca el ritmo del tiempo por medio de las celebraciones y ordena la convivencia entre los hombres mediante la ley. Sin templo, el “cosmos” no gira, se paraliza, como una rueda sin movimiento. Sea bueno o malvado, liberador o esclavizante, sin un templo el hombre no puede existir. Porque si el animal es regido por el instinto, el hombre es movido por el deseo de alcanzar un fin al que subordina todo lo demás. El templo es símbolo de aquella realidad que da sentido a su vivir, dando cuerpo a su deseo de felicidad y ordenando sus acciones e instituciones en el lugar de la fiesta, de la alegría y de la comunión. Pero tiende siempre a convertirse -sólo lo bueno y lo verdad...

La única alianza: el mandamiento del amor

La unión esponsal es en la Biblia el símbolo más elevado de la alianza entre Dios y su pueblo. Ella establece entre los dos una relación de interés y cuidado, de complicidad y pertenencia, con sentimientos de confianza y compañía, de ternura y unión, que hacen bella la vida. De otra manera, la vida es triste y fea,  inhumana y fallida, con lo que sería preferible no haber nacido. El gran mandamiento es, de hecho, el del amor. Dios mismo es amor (cf. 1Jn 4, 8) y quien ama lo conoce y se hace igual a Él. El Esposo es en la Biblia, el propio Dios, la “media naranja” del hombre, que ama “con amor eterno” (Jr 31, 3; cf. Os 2, 1-9; Is 54, 8). La relación entre el hombre y la mujer es el “gran misterio” (Ef 5, 32) que representa la relación entre Dios y el hombre (cf. Especialmente Gn 1, 27; Os 2, 16-25; Is 54, 1-10; 61, 10-62, 5; Ez 16, 1ss). En este sentido, El Cantar de los cantares constituye la cumbre de la revelación bíblica. Canta nuestra relación con Dios, comenzando con una petic...

San Rafael arcángel - Oración

 Oh poderoso Príncipe de la gloria San Rafael arcángel, llamado medicina de Dios, salud de los enfermos, luz de los ciegos, guía de los caminantes, protector de la limosna, del ayuno y de la oración: por aquella caridad con que acompañaste al joven Tobías, te pido, oh glorioso protector mío, me libres de todos los males y peligros, y me acompañes en la peregrinación de esta vida mortal, para llegar felizmente a puerto de salvación en la vida eterna.